Si alguien le hubiese sugerido a la folklorista Alicia Querelhiac de Kussrow, pionera investigadora de la entonces escuálida fiesta de San Baltazar, que 40 años después de su trabajo de campo en la provincia de Corrientes, el otrora barrio de los negros del Camba Cuá congregaría a cerca de 35.000 personas para festejar al “santo más candombero que se pueda imaginar”, hubiese afirmado que se trataba de una broma de mal gusto, lindante con la insolencia. Las perspectivas de un proceso de revisibilización afroargentino en el llamado “interior” de la Nación, en esa década marcada por la violencia política, parecían sencillamente inimaginables.
Pero el mundo (del cual Corrientes es parte) ha encontrado novedosas formas de relacionar la memoria popular con las representaciones públicas, y “lo afro” se ha transformado en un vehículo inigualable para transmitir mensajes masivos. Corrientes no sólo cuenta con una revitalizada fiesta, sino que además, posee un extenso circuito muralístico que incluye en su recorrido, desde el año 2012, una veintena de obras dedicadas a los afrodescendientes.
Celebrado a lo largo de 4 agitados y agotadores días, San Baltazar fue el eje de una serie de espectaculares intervenciones musicales: candombe, chamamé, salsa, rumba y latin jazz. Fiesta, sangría y chipá m’bocá hasta entrada la media noche de la calurosa ciudad de las siete Corrientes. Las figuras de San Baltazar acompañaron la fiesta a un lado del escenario montado para los artistas, allí donde las familias tenedoras de media docena de Santos instalaron un significativo altar al aire libre para recibir la visita de los fieles devotos (y cada vez mas, a los afro-turistas). Bajo la coordinación de la familia Caballero, la procesión del día 5 de Enero rememoró la forma en la que una de las históricas dueñas de Santo, la Sra. Mercedes Vedoya, supo dar inicio al festejo público: con un disciplinado desfile de las imágenes de Santo, custodiadas por la banda de la Policía local. El sentido de esta participación fue objeto de especulaciones variopintas. Según una asistente “histórica”, su presencia se debe a que la propia Mercedes había trabajado para el departamento de policía de Corrientes, y quién sabe si su decisión no admita más de una lectura – del mismo modo que un libro como el de Querelhiac, publicado por la Secretaría de Estado de Cultura del gobierno genocida de Jorge Rafael Videla, también tiene que ser leído más allá de su errado diagnóstico, su cuestionable carácter descriptivo y su incómoda casa editorial.
Como era de esperar, el plato fuerte se presentó al cuarto día: el 6 de Enero, día de los Reyes Magos. Los Santos fueron trasladados hasta la Iglesia de La Merced para, una vez terminada la misa de la tarde, regresar en procesión hasta el altar, acompañados por devotos y promeseros, candomberos y turistas, niños aguardando sus regalos y funcionarios del poder público, vecinos curiosos y no pocos “ólogos”. Todos enmarañados en una sudorosa communitas cambacuacera rodeada de velas, remeras, guirnaldas y capas de bordes dorados con la dominante presencia del color rojo – el color de mandinga. El ingreso de la columna candombera, anunciado por altoparlantes en un híbrido de reminiscencias religioso-futboleras, fue celebrado hasta el paroxismo: unos 20 tambores fueron directamente hasta el altar para coronar al Rey (un vecino del barrio), acompañados por cantos y danzas durante casi una hora en la que el escenario “principal”… dejó de serlo. ¡Viva el santo negro! ¡Viva San Baltazar!
El mega show cambacuacero, no obstante, dejó de lado a varias familias tenedoras de santo y a un conjunto de localidades en donde también se le rinde tributo a San Baltazar. Intrigados por el lugar que estos santos puedan ocupar en un futuro cercano, hay quienes se preguntan por las implicancias que tendría otro ‘alegre rescate’ de una pequeña embarcación fluvial, mediante el envío de un poderoso submarino nuclear – del mismo modo que en su momento se inquietaron por la heroicidad de los rescatistas de licencia pública y usufructo privado.
Los procesos de revisibilización largamente reclamados por los activistas afro los han transformado, y se han transformado a sí mismos, en preciadas mercancías políticas. De este modo, lo que parece “progresista” en un contexto, puede ser “conservador” en otro, y viceversa. Las recetas de las políticas de la identidad, acaso tengan que ser construidas con mayor atención a la compleja realidad correntina, donde la religiosidad popular se ha transformado en una verdadera industria de sofisticada organización e insospechados intereses, como lo demuestra la vecina celebración del Gauchito Gil, en la localidad de Mercedes.
En su número 4 del año 2005, el Boletín del Instituto Correntino de Ciencias Genealógicas provee una sugerente entrada para pensar estas alteridades provinciales: tal es el caso de la genealogía de la tradicional “parentela” de Raymundo Molinas, un próspero comerciante español que en 1805 contrajo matrimonio con la correntina Juana María Dolores Vedoya, ambos apellidos devenidos en “cambá caté” (tradicionales). El Boletín aspira a identificar a la cultura argentina, como indica el estatuto del Instituto, con “los estudios genealógicos especializados, para reafirmar la continuidad espiritual de nuestros orígenes a través del período hispánico, hasta la actualidad”. Una búsqueda de filogenias de pureza hispánica que el festejo a San Baltazar viene a poner en entrevero y cuyas huellas tal vez se puedan reconstruir desde lugares como la Casa Molinas.
Sin embargo, el Museo Casa Molinas pasó a ser desde hace pocos meses, la sede regional del Archivo de la Memoria, arrebatándola así de su pasado oligárquico. Los denodados esfuerzos realizados por la arqueóloga correntina Belén Zaninovich en pos de echar luz sobre la tradición esclavista de los Molinas y las formas de resistencia cultural de los esclavizados, aparentemente no fueron suficientes para incluir en la agenda del Archivo, a su vez, el patrimonio material de esa memoria otra. El actual estado de la situación (¿o la “situación en la que está el Estado?”, como se preguntaba Mafalda) indica que hay memorias patrimonializables, y memorias apenas festejables. Cabe preguntarse entonces sobre qué elementos –una vez terminada la fiesta– podrán los correntinos reflexionar sobre el legado de los descendientes de africanos y su relación con el presente. Mientras tanto, ¡que viva el santo negro!
Todas las fotos son de Nicolás Fernández Bravo, a excepción de la cuarta (en la iglesia) que fue publicada en el facebook de Miguel Cabrera, subsecretario de Cultura y Turismo de la Ciudad de Corrientes.
[…] afro-correntina y facilitó llevar adelante otras acciones reivindicatorias (ver el texto de Nicolás Fernández Bravo en este […]
[…] al santo. Puede que sí, puede que no. Muchos afro-turistas (término sumamente apropiado de Fernández Bravo en este mismo blog) llegan a Corrientes por amor al tambor, y porque allí el tambor ha adquirido santidad. ¿Cómo […]
[…] Fernández Bravo, N. (2015). San Baltasar: ¡Viva el santo negro! En: Red de Estudios de la Diversidad Religiosa en Argentina. Disponible en: http://www.diversidadreligiosa.com.ar/blog/san-baltasar-viva-el-santo-negro/ […]
Hola Nicolás -alias El Primi-. Te encontré casualmente buscando imágenes del panteón africano. En casa de mi abuela había dos estatuillas de hombres negros con turbante. Y se me decía: «Cuando tengas que pedir, pedile a este». Nunca supe ni su nombre.
Un abrazo!!