El judaísmo y las formas de creer según la televisión argentina: Entre lo «moderno» y lo «anclado en el pasado».

judaismo en buscando a Diospor Ionathan Meir Yablonka (IDAES/UNSAM)

El Canal de la Ciudad emite una serie -“Buscando a Dios”- dedicada a diferentes tipos de religiosidades practicadas en la Ciudad de Buenos Aires. Considerando ciertos aspectos generales de la misma como muy positivos, reflexionaré -sin embargo- sobre algunos problemas que encuentro en la forma en que se presenta el capítulo dedicado al judaísmo.

La diversidad y el problema del estudio del cambio

La serie, en principio, tiene dos grandes virtudes: primero, explora una gran diversidad de creencias, prácticas o religiones, algunas de las cuales sólo habían tenido lugar en los medios vinculadas a un periodismo amarillista o a cierta parodia. El programa se encarga de explorar, por capítulos, el africanismo, el catolicismo, los hare krishna, el judaísmo, los mormones, el Islam, el sijismo, el budismo, los evangélicos, los armenios apostólicos, los testigos de Jehová y los santos populares. La amplitud de esta lista abre las posibilidades a nuevos modos en que pueden aparecer en televisión en una sociedad que se considera casi exclusivamente católica y, en la Ciudad de Buenos Aires, algo judía.

La segunda virtud de la serie es que intenta enfocarse en procesos de transición. Personas que se mueven entre religiones, justamente, buscando a Dios. Algunos optando por dejar las tradiciones familiares. Otros incursionando en variantes más o menos ortodoxas de su propia religión. En fin, un movimiento que pone en primer lugar, al menos implícitamente, la discusión sobre el cambio en los sujetos. Las religiones y quienes las practican no serían bloques homogéneos que se encuentran uno frente al otro sino que son permeables al movimiento de personas y, quizás, al movimiento de ideas. Pero esta opción por la agencia de los sujetos (y acá llegamos al límite de esta segunda virtud) llega, quizás, a un extremo de racionalidad instrumental cuando se pregunta en la introducción a cada capítulo -y casi como leit motiv del ciclo-: “¿por qué un hombre, una mujer, un día cualquiera, deciden empezar a creer en algo?”.

Dos reflexiones sobre esta frase: por un lado, “decidir”. Las decisiones probablemente nunca sean del todo individuales. Las decisiones son sociales y culturales. Implican una idea del propio pasado y una imagen del futuro y ambas son inseparables de la relación con los demás seres humanos (y probablemente de la relación con las cosas y con las divinidades)[1]. La serie, al querer mostrar estos cambios, cae en una «agencialidad» extrema. Claro que no debemos únicamente cuestionar a la serie. Este problema ronda la cabeza de cualquier analista social: ¿cómo mostrar el cambio sin generar un sujeto todopoderoso? ¿Hay cambio sin agencia? ¿Existen grados de agencia? Es una pregunta abierta, sobre todo cuando estudiamos instituciones como las religiones, que han sido pensadas como reproductoras de un saber y de un poder.

 Por otro lado, “empezar a creer en algo”. A nivel personal, mis investigaciones están orientadas por la idea de que no existe un grado cero de la creencia. Alguien que no cree en nada y que empieza a creer, o alguien que cree y que luego deja de creer en nada. La serie puede estar hablando de Dios específicamente y es cierto que la gente puede creer o no en uno o varios seres todopoderosos (o no tanto). Sin embargo, en esta oposición entre el creyente y el no creyente está escondida la distinción entre lo irracional y lo racional. Muchísimo se ha escrito sobre el tema. Generar esta distinción, considerarla posible, es un posicionamiento que de por sí es valorativo. La división racional/irracional se puede hacer cuando uno considera al propio campo como el de lo racional y desde ahí se sienta posición. Es una construcción situada, interesantísima para analizar como disputa entre los sujetos, como ideas nativas sobre quiénes creen y quiénes no. Pero prefiero considerar que todo sujeto cree en algo y que no existe un corte entre la certidumbre y la incertidumbre. Por supuesto, no todos creen en lo mismo, pero es diferente tomar como punto de partida una idea de persona “racional” enfrentada a la “irracionalidad”, que tomar como punto de partida a una persona que tiene este complejo de ideas, creencias, actitudes, expectativas, sentimientos, etc que no pueden escindirse. La diferencia está en que si tomamos al primer tipo de persona, cuando encontramos “creencia”, “Dios”, lo “irracional”, estamos poniéndola a cierta distancia de lo supuestamente correcto de acuerdo al tipo ideal (lo cual es, también, un alerta hacia cierta moda de explicar todo por medio de las neurociencias). La segunda idea de persona permite relajarnos un poco más y no caer tan fácilmente en crear jerarquías verticales u horizontales.

 judaismo descripcionEl judaísmo, entre el pasado y lo moderno.

Dada esta interesante propuesta para el estudio de la diversidad y el estudio de las transiciones entre creencias,  me desilusionó un poco, como dije al principio, el capítulo sobre judaísmo, ámbito sobre el que realizo mis investigaciones.

El capítulo cuenta la historia de una pareja que está adoptando el camino de la ortodoxia, la de un rabino que dejó esa ortodoxia pero que cambió hacia otra rama del judaísmo donde mantiene su condición de rabino y la de la comunidad de un templo que se considera liberal. El gran problema es que propone una división que considero que no sólo no existe sino que no coincide tampoco con los testimonios de los entrevistados, sobre todo de la pareja ortodoxa. El locutor ordena el relato y va ubicando a los sujetos en dos lugares diferentes: los que viven con tradiciones ancladas en el pasado y los que encuentran formas creativas de llevar el judaísmo a lo actual. El primer grupo es el de los «ortodoxos» y el segundo el de los «liberales». El rabino que dejó la ortodoxia funciona como bisagra entre ambos.

En la antropología al menos, se ha dejado de considerar que sea posible que un grupo, una tradición, una idea o una práctica estén anclados en el pasado. Todo grupo social tiene su historia y sufre transformaciones. Es más, todo grupo social se considera a sí mismo viviendo en un presente y es solamente la visión externa, proveniente de otro grupo, la que genera un discurso sobre el «otro» que lo congela en el tiempo. Las tribus del Amazonas que aparecen en los diarios bajo el título de “indígenas que no han tenido contacto con la civilización” o la reciente discusión sobre los habitantes de una isla en el Índico que no quieren saber nada con establecer contacto con “nosotros”, también viven en el presente y tienen su historia. La tumba de un faraón, el hacha de mano de un Homo Habilis o las pinturas rupestres también están en el presente, no son un salto del pasado al presente, y es por eso que la arqueología ha incluido el estudio tafonómico, o sea, el estudio de la historia de esos objetos hasta ser descubiertos. En fin, no existen cosas, gente o grupos para los cuales el tiempo no pasa. Incluso aquellos que luchan contra el cambio producido por el tiempo tienen que hacer un esfuerzo para mantener ese status quo y por ello es cambio también.

Los ortodoxos aparecen como quienes acatan órdenes de hace 3000 años, mientras que los liberales o reformistas se han liberado de ese peso para poder adaptar el judaísmo a la vida cotidiana moderna. Esta división, decía, no aparece en los entrevistados. Surge cuando el locutor/guionista ordena las ideas. Los ortodoxos, creo, no considerarían que viven en el pasado. En primer lugar, todo el tiempo se está buscando cómo adaptar la vida moderna a las leyes de la Torá. Para eso están los rabinos a los que se les hacen consultas sobre muy diversos temas. En ese sentido es muy activo el ámbito, ya que todo el tiempo tienen que estar al tanto de nuevos productos, comidas, lugares, avances tecnológicos, etc. para comprobar si se adaptan o no. Incluso en el mismo programa vemos a ortodoxos usando celular y viviendo el mismo presente que los demás. A la vez, los ortodoxos toman decisiones políticas, monetarias, amorosas, de ocio y muchos etcéteras que están atravesados por el presente. Por último, si uno asiste a una ceremonia ortodoxa puede escuchar cómo constantemente intentan generar una conexión entre lo leído y la vida actual de los presentes.

judaismo3El problema es nuevamente el que mencioné al principio. En vez de pensar la vivencia de estos grupos como actualidades a la par, se decide por la opción “racionalidad/irracionalidad”, o alguna variante de ella. Aquí ya no es quién cree y quién no cree, sino quiénes viven en una religión pre-moderna y quiénes están viviendo una religión modernizada [2]. Y, como afirmé, la creación de esta división (así como la división racional/irracional) se realiza adoptando, explícita o implícitamente, una posición. Pareciera ser que el guionista adoptó las valoraciones sobre creencia del sector más liberal, lo cual, a la vez, concuerda con cierta idea de apertura de lo espiritual y de las creencias que parece estar atravesando la clase media porteña.

Lo que sucede aquí es que decidieron no escuchar lo que los ortodoxos les estaban diciendo. Al menos para la rama de Jabad Lubavitch (no necesariamente la que aparece en el programa, pero sí la que me dedico a estudiar) la concepción de qué está sujeto al paso del tiempo y qué no es al revés. La Torá, para ellos, es inmutable porque es la única prueba de que es divina, en cierto modo. Si el hombre la pudiera cambiar, entonces Dios no sería todopoderoso. ¿Cómo podría algo contingente como un ser humano cambiar reglas divinas? ¿Cómo podría afectarlas el paso del tiempo? Entonces, ellos explican que adaptan la realidad a la Torá en vez de la Torá a la realidad (e incluso esa idea aparece en la entrevista). El tiempo sí pasa para ellos. No viven en el pasado sino en el hoy, sólo que ese hoy está ordenado y clasificado por algo atemporal.

Se podría decir que me estoy dejando llevar por el punto de vista del nativo. Pero si quisiéramos no tenerlo en cuenta, desconfiar de esta inmutabilidad de la Torá, igual encontraríamos cambios históricos dentro de la ortodoxia. Con lo cual, la idea de que un grupo vive en el pasado y otro grupo pudo adaptarse es errónea e incluso poco fiel a los testimonios.

Para terminar, reafirmo que la serie me parece un gran hallazgo. Cierta experiencia en el periodismo y en el mundo del cine me permiten comprender que a veces los formatos son tiranos y que para contar una historia a veces hay que sacrificar ideas. Y si no es el caso, si esta era la idea que se pretendía mostrar, bienvenido sea también. Porque, a pesar de estas observaciones que le realizo, es justamente la existencia de esta serie en la televisión lo que nos permite discutir cómo hacer para reflexionar sobre la forma en que la diversidad religiosa puede ser comprendida por un público amplio, en un arte que los antropólogos nunca manejamos muy bien como es el de comunicar masivamente.

[1] En realidad, probablemente la distinción individuo/sociedad ya sea una construcción social que nos permite creer que podemos diferenciar esos mundos.

[2] Agradezco a Alejandro Frigerio por esta idea.

Los programas de «Buscando a Dios» emitidos hasta el momento se pueden ver acá.

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Ionathan Meir Yablonka

Ionathan Meir Yablonka

Ionathan Meir Yablonka es Profesor de Ciencias Antropológicas por la Universidad de Buenos Aires y candidato a Master en Antropología por IDES-IDAES/UNSAM
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