(Nota introductoria de Alejandro Frigerio) Desde la primera vez que lo ví, a comienzos de año, me llamó poderosamente la atención el logo de la RAM (Reunión de Antropología del Mercosur) que se iba a llevar a cabo en Montevideo en diciembre del 2015 (a estas alturas, el congreso ya se hizo y fue un éxito masivo). Pensé reconocer alguna «firma» de Palo Monte, la religión afrocubana de origen Kongo, que tiene menos legitimidad social que su alter ego de origen Yoruba, la Santería o Regla de Ocha pero con una popularidad religiosa no menor, tanto en la isla como en varios países de las Americas. Otra posibilidad era que fuera un «anaforuana» de la sociedad secreta Abakua, otra variante religiosa afrocubana, algo menos conocida que las dos variantes ya mencionadas. Junto con los pontos riscados brasileros, son todos símbolos de protección e invocación de entidades espirituales que suelen trazarse en el piso, dibujados con una especie de tiza ritual. Constituyen un elemento importante de la simbología religiosa afroamericana y, como muestra el historiador del arte Robert Farris Thompson en su clásico libro Flash of the Spirit, probablemente tengan antiguas raíces en lenguajes visuales africanos. Me entusiasmó la posibilidad de que se les hiciera un lugar a los símbolos religiosos en los logos de congresos -casi siempre limitados a la inventiva azarosa de un diseñador gráfico, a algún intento de simbología geopolítica, o como mucho, algún símbolo afroamerindio, más usualmente aceptados por la antropología. Que un símbolo afroamericano encontrara un lugar simbolizando a un evento académico internacional era un bienvenido avance que reconocía por fin la presencia de la tercera raíz de nuestras culturas americanas. En una charla nocturna en un perdido bar montevideano con Nicolás Guigou, cabeza organizadora de esta versión de la RAM, volví a indagarlo sobre el tema que ya había tratado, con algo menos de éxito, a través del correo electrónico. La historia no refrendó mis suposiciones, pero me pareció igualmente o más interesante.
El símbolo de la XI Reunión de Antropologías del SUR – Por Nicolás Guigou
Escribo este texto a pedido de Alejandro Frigerio, quien me lo solicitara durante el desarrollo de la XI Reunión de Antropologías del Sur realizada en Montevideo a comienzos de diciembre de 2015. Hablamos entonces de las firmas o patipembas del Palo Monte. Alejandro encontraba cierta cercanía entre el dibujo que yo había llevado a cabo para la XI RAM y esas firmas mágicas, esa escritura no humana que desarrollan los paleros. Personalmente, yo no había hecho la conexión entre esas escrituras y el símbolo, pero él, intuyendo algo, insistió sobre el tema en algún bar montevideano.
Los congresos, en el fondo, no suelen ser muy excitantes. Hay un conjunto de reglas, variaciones acotadas, encuentros fugaces, y por veces, un intercambio profundo de conocimiento. Pero en la reunión previa, en Córdoba (la X RAM, en julio del 2013) había ocurrido algo diferente. La primera noche que pernocté en un hotel cercano a las actividades académicas, soñé con un círculo blanco rodeado por un trazo negro fino pero intenso. El círculo se volvió una esfera que se partió en dos. Una parte era blanca, y la otra tenía rayas oblicuas del mismo trazado que el círculo inicial. De aquí en más, y en lo que tiene que ver con este tema, solamente puedo seguir contando un conjunto de sueños que transcurrieron el primero en Córdoba, el segundo en Montevideo y el último en Buenos Aires, la noche después de la visita al Museo de Xul Solar y los diálogos en ese lugar con el por lo menos enigmático Jorge Idel.
Ya en la soledad de un hotel del centro de Buenos Aires, apareció en el sueño la misma esfera con la cruz encima que había visto durmiendo en Montevideo. Pero las imágenes montevideanas, salvo por la parte inferior rayada, se asemejaban mucho a la conocida simbología egipcio-católica.
En el sueño en tierras porteñas, sin embargo y de a poco, la cruz encima de la esfera -los brazos de la cruz- , empezaron a moverse y curvarse. Aparecieron marcas que limitaban cada brazo de la cruz inicial y puntos ordenados en relación a este nuevo movimiento. Unos trazos también en la parte baja de la vertical se manifestaron.
…
Pasado el tiempo, y ya en los afanes organizativos de la RAM que se acercaba, en medio de los juegos del tiempo y de la memoria me volvió el sueño de Córdoba pero con una intensidad fulgurante. Pude observar de soslayo, que todos los sueños estaban en el primero. El símbolo, también.
¿Por qué colocarlo entonces como símbolo de la XI RAM? En Córdoba precisamente se había suscitado un movimiento peculiar en la que varios de nosotros tratábamos de alguna forma de elaborar una nueva propuesta -una suerte de balbuceo- atravesado por cosmologías políticas diversas, un sentimiento de cansancio de las dinámicas clásicas de los congresos, y sobrevolando, esto de pensar desde el Sur. Reflexionaba sobre este punto con cierto descreimiento. Las posturas más o menos canónicas de las perspectivas decoloniales no lograban -al menos así lo entiendo- revertir esa racionalidad caucásica que hace en buena parte a las ciencias sociales y a la Antropología Social.
Por otra parte, la reunión para escoger la próxima sede de la RAM había sido tensa. Como siempre, viejas amistades y disputas en el campo académico. Después de elegir la ciudad de Montevideo como sede, fuimos alegres a la sala de conferencias de la universidad cordobesa para asistir al rito de despedida, como corresponde a estos eventos. Allí llegó una manifestación de estudiantes que rodearon a los profesores con consignas que pensé que nunca más iban a ser expresadas: “Descolonizar el saber y el poder”. Por un momento, algunos de nosotros nos sentimos menos solos, aunque extrañados. ¿De qué se trataba todo esto? ¿Narcisismo grupal sin ningún sentido? ¿Neo-marxismo fuera de moda? ¿Efectos de la educación liberal de padres progresistas sumado a las fallas de los terapeutas para reprimir la natural pulsión al parricidio? ¿Eran los hijos mimados del progresismo regional, las nuevas clases medias sin norte ni límites, o bien grupos políticos organizados? ¿O tal vez, todo eso? Para mis adentros, me dije: es posible que lo único cierto sea el eterno retorno y que estos estudiantes actúen con la sinceridad que los humanos a veces nos podemos permitir.
Pensé en futuras alegrías y desastres, mientras sabía las resistencias que toda esta situación iba a generar. Oscuridades externas e internas al mundo académico. Meses después dibujé el símbolo soñado, para protegernos a todos en este experimento. Cuando los colegas me preguntaban que quería decir el símbolo de la XI RAM, solo respondía: para protegernos, para protegernos. Me olvidé, sin embargo, de cuidarme de la comadreja y sus adláteres, enemigas de este símbolo (esto también se me apareció en el sueño). De cualquier forma, la XI Reunión de Antropologías del SUR fue, sin duda, un gran éxito.
(Nota final de Alejandro Frigerio) Personalmente, me pareció muy original la iniciativa de Nicolás de introducir una producción onírica personal dentro de, y representando a, un evento académico. También, doblemente valiente: por hacerlo en su momento y ahora por contarlo. Vivimos en una época de reclamos por perspectivas decoloniales que incorporen epistemologías no-occidentales «que encuentren sus bases en filosofías, cosmovisiones y racionalidades distintas» (ver el trabajo de Catherine Walsh aquí) pero ésto raramente sucede: buena parte del pensamiento crítico continúa basándose en el logocentrismo occidental. Las influencias concientes o inconcientes de la religión, de motivos del inconciente o de cosmologías personales encuentra en nuestras tierras más fácilmente su lugar en el quehacer artístico que en el académico. La cita de Nicolás a Xul Solar no es casual: tanto él como el uruguayo Joaquín Torres García (y varios de nuestros artistas rioplatenses por ellos influenciados) incluyeron en sus obras una rica simbólica de contenidos religiosos, esotéricos o metafísicos muy variada; prestada, elaborada o resignificada. Sin duda, ya es tiempo de reconocer las inspiraciones -y, por qué no, protecciones- de las muy variadas fuentes que enriquecen nuestra actividad académica.
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