Por Agustina Altman
El 24 de enero participe con el antropólogo Alejandro López de la Fiesta de las Alasitas. Con la ansiedad de acompañar por primera vez esta celebración, que festeja la abundancia y la prosperidad, nos dirigimos hacia Parque Avellaneda. Ni las altas temperaturas de ese día ni el viento norte que levantaba el polvo de las canchas de futbol detuvieron a los creyentes y curiosos que asistieron con puntualidad al parque. Según lo que habíamos leído sobre esta celebración al medio día se realizaría la apertura formal con el encendido del fuego que cada yatiri tenía en su puesto y en la wak’a. Esta última es el centro de la feria y alrededor de ella se organizan los distintos puestos. Por un lado, están aquellos que venden las miniaturas de lo que se desea tener en abundancia. Hay locales que venden toros negros o blancos atiborrados de dinero, puestos que ofrecen diversas monedas –pesos argentinos, bolivianos, dólares y euros-, locales que venden documentos tales como pasaportes, visas, títulos de propiedad y universitarios (entre los más populares estaban el de dentista, el de abogado y el de ingeniero). Otros se dedican a ofrecer ekekos, miniaturas de automóviles, viviendas de distinto tipo – desde aquellas que tienen varios pisos hasta otras que solo tienen los cimientos- y miniaturas que se relacionan con oficios que van desde la industria textil hasta la albañilería entre otros. Una vez que la gente adquiría la miniatura de aquello que anhela tener se dirigía hacia el yatiri para hacerlo chall’ar, circunstancia en la que intervienen sustancias como incienso, vino, alcohol, sal y semillas de quinoa.
El otro sector de los puestos estaba dedicado a la venta de comidas típicas como el plato paceño. Mientras las familias reunidas comían y challaban las miniaturas que habían comprado los chicos jugaban con la espuma del carnaval.
La experiencia fue muy interesante y además de llevarnos nuestras miniaturas reflexionamos en torno a las relaciones que las sociedades andinas proponen entre humanos y no-humanos. Desde tiempos precolombinos estos vínculos se han considerado de importancia central para la vida económica y política. La relevancia actual de esta fiesta para la comunidad boliviana es un ejemplo de la vigencia de estas ideas. Aunque a un observador desprevenido la venta de imágenes revestidas de billetes pueda parecerle una forma más de una universal mercantilización de todo, en realidad estamos ante un ejemplo de las profundas resignificaciones de la modernidad que se hacen cotidianamente en toda América. Aquí los sueños y promesas de una modernidad foránea se entroncan con las lógicas precolombinas dando origen a una forma propia de ser modernos, un modo particular de construir presente, atravesado por tensiones, jerarquías y contradicciones.
[…] Para el día 14 de agosto, llevó su imagen a la Iglesia del Pilar para terminar de comprar las alasitas (que venden afuera del templo diversos vendedores ambulantes) y recibir la bendición por parte de […]