Como próximamente subiremos al blog las exposiciones presentadas en nuestro panel «Pentecostalismo(s) y ciencias sociales: el estado de la cuestión» (realizado el 16 de mayo pasado, con la participación de Joaquín Algranti, Marcos Carbonelli, César Ceriani, Mariela Mosqueira, Pablo Semán e Hilario Wynarczyk) creemos interesante y necesario rescatar, con propósitos comparativos, estas reflexiones realizadas hace casi veinte años atrás por Daniel Míguez y el propio Pablo Semán. Fueron publicadas originalmente en el Newsletter de la Asociación de Cientistas de la Religión en el Mercosur (número 6, 1998), como parte de un debate que incluyó trabajos de colegas de otros países (que se pueden ver aquí).
Qué Puede Agregarse a los Clásicos?: Buscando Nuevos Horizontes a los Estudios Sobre el Pentecostalismo Latinoamericano
por Daniel Míguez (Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires/CONICET)
Hasta hace relativamente poco tiempo atrás podría haberse afirmado que los estudios sobre el pentecostalismo estaban subdesarrollados en relación a la repercusión del fenómeno en las sociedades latinoamericanas. Hoy, una afirmación como esta, no es fácilmente sustentable. Desde comienzos de los años noventa, década inaugurada en lo que aquí respecta por los trabajos de David Martin (1990) y David Stoll (1990), se publicaron sobre el tema, al menos, unos 13 libros de circulación internacional sólo en el ámbito de la sociología y la antropología. Esto contrasta fuertemente con la situación en la década anterior, en donde, salvo dos textos publicados por Rolim (1980, 1985), y las publicaciones de Regina Reyes Novaes (1985) no existieron títulos de la misma o similar repercusión. Un poco antes, desde fines del sesenta y durante los años setenta, la situación no era tan distinta. Se publicaron casi solamente los trabajos, por otra parte muy relevantes, de Emilio Willems (1967) y Cristian Lalive d’Epinay (1968) — a los que podrían sumarse algunos artículos sobre Centroamérica de cierta repercusión y algunas tesis doctorales no publicadas.
De este breve raconto sobre estudios del pentecostalismo latinoamericano puede establecerse, entonces, que estos llevan unos treinta años en total y que, después de un cierto letargo, han sido bastante prolíficos en los diez últimos años. Pese a la lentitud e irregularidad de sus comienzos, y la velocidad reciente, llama la atención la consistencia que han tenido los trabajos sobre el pentecostalismo latinoamericano. Consistencia que es en parte su virtud, y en parte su debilidad.
Del lado de la virtud, la sistematicidad de los estudios sobre el Pentecostalismo Latinoamericano ha permitido una discusión rica y exhaustiva sobre algunas temáticas: la vinculación entre pentecostalismo y modernización, o las consecuencias de la conversión pentecostal en la conciencia socio-política y en el comportamiento económico. Del lado de la debilidad, esa misma consistencia ha llevado a aceptar, o por lo menos no analizar acabadamente, algunas de las suposiciones implícitas en las discusiones anteriores, y también a sobrevalorar ciertas temáticas en desmedro de otras cuya discusión hubiera sido, tal vez, más provechosa.
Lo indebidamente aceptado
Es bastante claro que hasta mediados de los noventa los estudios sobre el Pentecostalismo han estado dominados por cinco autores: Willems, d’Epinay, Martin, Stoll y, en menor medida, Bastian.
Estos autores -cabe notarse que todos de origen nor-europeo o norteamericano- instalaron como ejes centrales de discusión las temáticas mencionadas anteriormente, y junto con ellas algunas prenociones que, siendo dignas de profundos cuestionamientos, no han sido suficientemente rebatidas.
Una primer prenoción es la idea de una «cultura latinoamericana» – homogeneización ya de por si insostenible – caracterizada además en base a una serie de ideas que rozan, o a veces directamente se sumergen, en los prejuicios más clásicos de la cultura sajona sobre la latina. Martin por ejemplo identifica, casi sin resquicios, a la cultura sajona con un protestantismo pacifista promotor del crecimiento cultural y personal; y a la cultura hispánica (i.e. latina) con «ideales militaristas y el machismo» (1990:12). Posteriormente quedará claro en su texto que el machismo latino contiene como principales características la violencia de género, el alcoholismo, la irracionalidad en la economía hogareña, etc.
Es evidente que esta caracterización de la cultura latina pertenece más al mundo de los prejuicios que al del análisis sociológico. Sin embargo, esto no ha sido suficientemente señalado. No es que todos los trabajos que siguieron a los de Martin participaran de la visión de la cultura latina que este autor representa tan claramente. Durante la segunda mitad de esta década han existido una serie de trabajos, como, por ejemplo, el de Cecilia Mariz (1994), que difieren en muchos sentidos con los de los cinco clásicos mencionados. El problema reside en que afirmaciones como la de Martin no han recibido una respuesta tan contundente e inhabilitadora como merecen. Así , hay investigadores que siguieron (y seguirán) sintiéndose habilitados para recurrir a este tipo de percepción sobre la ‘cultura latina’. Sin ir más lejos, algo de estas nociones aparecen en la caracterización del ‘machismo latino’ que hace Brusco (1995); e incluso recientemente Bastian (1997) no parece ver ningún problema en seguir usando este tipo de miradas, audazmente generalizadoras y estigmatizantes, sobre la «cultura latina».
Además de este problema, los clásicos estudios sobre el pentecostalismo han instalado subrepticiamente otra prenoción aún menos cuestionada y más imperceptible. Esto es que el crecimiento del pentecostalismo efectivamente tendrá algún tipo de impacto relevante sobre la vida política y económica de las sociedades en las que se desarrolla. Casi nadie ha escapado hasta aquí – y en esto me incluyo – a, de alguna manera, discutir las potenciales y encubiertas (porque nunca presentes ni evidentes) repercusiones del pentecostalismo sobre la vida económica y política de los países sudamericanos. Pero incluso después de treinta años de discusión, no se hace evidente que los destinos políticos y económicos de los países en que el pentecostalismo ha sido más influyente hubieran sido sustancialmente distintos sin su presencia. Legítimamente, cabe entonces la pregunta de por qué es tan relevante discutir la influencia del pentecostalismo en la política y en la economía si, de hecho, su incidencia en las mismas tiende a cero.
Lo que se descuidó
La impunidad con que se instalaron las prenociones mencionadas en los estudios sobre el pentecostalismo latinoamericano ha tenido sus consecuencias.
La visión de una cultura latinoamericana fácilmente definible y abordable ha desviado la atención sobre el hecho de que existen, en realidad, una pluralidad de culturas en América Latina y, más aún, una pluralidad de pentecostalismos que se amoldan y acomodan a esas culturas. Esto ha pospuesto como proyecto de investigación lo que ahora se hace cada vez más evidente: es necesario mayor rigor empírico a la hora de decidir cuáles son las tradiciones culturales con las que el pentecostalismo se emparenta en las distintas sociedades latinoamericanas en las que se expande, y cómo incide sobre ellas. Este tipo de investigaciones naturalmente inducirá a percibir los clivajes existentes entre las distintas sociedades y entre los distintos pentecostalismos, lo que, a su vez conducirá a establecer estudios comparativos de mayor rigor de los que se han hecho hasta aquí .
En este sentido, creo que el trabajo de Semán y Moreira (1998) para el caso argentino-brasileño marca un rumbo prometedor que debería ser seguido. Este rumbo de investigación no debería prevenirnos, sin embargo, de intentar en algún momento proponer generalizaciones sobre el crecimiento del pentecostalismo en América Latina. Lo que sí sería deseable es que estas estén construidas sobre bases más sólidas que el prejuicio.
Además de los mencionados, otros temas han quedado ocultos y deberán ser descubiertos.
Creo que la concentración en los potenciales impactos políticos y económicos del pentecostalismo ha llevado a descuidar sus posibles repercusiones en el ámbito de lo religioso en sí mismo. Cómo se modifica el campo religioso dado el crecimiento del pentecostalismo? Cómo reaccionan otros actores religiosos frente a él? Cómo se vincula el pentecostalismo con la forma en que los conversos tienen de interpretar sus relaciones con lo sagrado, y en esto con sus maneras de construir sus identidades religiosas?
Salvo un trabajo reciente de Arí Oro (1996) que se refiere, sobre todo, a la segunda pregunta aquí planteada, no existen trabajos que nos digan mucho acerca de estos interrogantes. Y, la verdad, creo que sobre todo el último de los planteados abre un campo significativo, no sólo en relación a los estudios del pentecostalismo, sino que parece un campo empírico desde donde se podría aportar a los estudios sobre religión en general; y; más ambicioso aún, al campo de los estudios sobre identidades sociales.
Bibliografía citada
Bastian, Jean-Pierre (1997). La Mutación Religiosa de América Latina . México D.F.: Fondo de Cultura Económica.
Brusco, Elisabeth (1995). The Reformation of Machismo. Evangelical Conversion and Gender in Colombia. Austin: University of Texas Press.
d’Epinay, Cristian Lalive (1968). El Refugio de las Masas . Santiago de Chile: Ed. del Pacífico.
Mariz, Cecilia (1994). Religion and Coping With Poverty in Brazil . Philadelphia: Temple University Press.
Martin, David (1990). Tongues of Fire. The Explosion of Protestantism in Latin America . Oxford : Blackwell.
Novaes, Regina Reyes (1985). Os Escolhidos de Deus . Rio de Janeiro: Cuadernos del ISER.
Oro, Arí (1996). Avanco Pentecostal e Reação Católica . Petrópolis: Voces.
Rolim, Francisco (1980). Religião e Clases Populares . Petrópolis: Voces.
——————– (1985). Pentecostalismo no Brasil, Uma Interpretação Socioreligiosa . Petrópolis:Voces.
Semán, Pablo y Patricia Moreira (1998). La Iglesia Universal del Reino de Dios en Buenos Aires y la recreación del diablo a traves del realineamiento de marcos interpretativos. Sociedad y Religión No. 16.
Stoll, David (1990). Is Latin America Turning Protestant?. Berkeley: University of California Press.
Willems, Emilio (1967) Followers of the New Faith . Nashville: Vanderbilt University.
Para nuevas perspectivas en los estudios sobre el pentecostalismo
por Pablo Semán (Universidad Nacional de General San Martín/CONICET) (entonces doctorando en la Universidade Federal do Rio Grande do Sul)
Los estudios sobre el pentecostalismo en Latinoamérica conforman un corpus cada vez mas denso e importante dentro de las disciplinas dedicadas al conocimiento empírico de los fenómenos religiosos. En el contexto de este desarrollo creo conveniente plantear dos cuestiones que al permanecer acalladas inhiben la comprensión de la complejidad y riqueza del fenómeno.
La primera refiere al papel que cumple actualmente la discusión de los trabajos de Martin (1990) y Stoll (1990, 1993) y a la necesidad de dejar el centro a otras polémicas diferentes de las planteadas por estos autores. La segunda señala un horizonte posible para ese desplazamiento: relativizando la supuesta univocidad de la definición confesional del pentecostalismo, destacaré la necesidad de estudiar a esta expresión religiosa en sus efectos de irrradiación en campos más amplios asi como en la diferenciación de expresiones que tiene lugar en su interior
I-Más allá de Stoll y Martin
El estudio del pentecostalismo latinoamericano, desde sus inicios, ha estado vinculado al problema de las relaciones entre el devenir de la modernidad en la región y la dinámica de su esfera religiosa – «reactivada», para quienes creian en la profecía secularista o «diversificada», para quienes dieron crédito a las pretensiones monopólicas del catolicismo . El predominio de esta problemática -que implicaba el de la pregunta por cuánto el pentecostalismo bloqueaba o favorecía trazos propios de la modernización en las sociedades latinoamericanas- dependió de la extensión de dos supuestos que, haciendo parte del sentido común de las ciencias sociales, pre-trazaban los caminos del análisis: la diferencia de la configuración social en los paises latinoamericanos respecto de los paises europeos y los EEUU, por un lado, y la concepción del pentecostalismo como elemento portador de propiedades «modernizantes», por el otro [1].
Prolongando, afinando, y cerrando las opciones analíticas contenidas en estos supuestos, Stoll y Martín construyen una versión del problema que, entre los 80 y los 90, dominó el debate académico. El sentido de la expansión pentecostal, así, oscila entre dos puntos: o bien éste se estaba latinoamericanizando (mimetizándose con las formas de la religiosidad popular local, reforzando la tradición autoritaria, patriarcalista), o bien inducía un fenómeno paralelo al que acarreó la irrupción protestante en la transición europea hacia el capitalismo -promoviendo la autonomización y adaptación de los sujetos a las formas individualistas, mercantiles y democráticas propias de la modernidad.
Esa presentación sirvió para motorizar el interés por la expansión pentecostal en términos de problemas sociológicos relevantes para las ciencias sociales en su conjunto. Ese dinamismo también ayudó a hacer visibles los aspectos sociológicos que permitian revertir la visión escatológica que los presentaba como una secta peligrosa al servicio de intereses económicos y políticos inconfesables [2]. Pero es justo preguntarse si esta problematización y su debate siguen cumpliendo hoy la misma función o si, por lo contrario, ha agotado su capacidad de impulsar el conocimiento del tema.
Al poner en la relación la producción empirica y teórica mas reciente y el carácter todavía dominante de aquella discusión llegamos a una conclusión: la centralidad que todavía tiene esta polémica traba el desarrollo de perspectivas novedosas y enriquecedoras.
Los estudios empíricos realizados contemporáneamente a la época del debate generado por Stoll y Martin (e incluso algunos de los que habían sido realizados antes), trajeron resultados y posibilidades interpretativas que sobrepasan el encuadramiento propuesto por estos dos autores. Mariz y Machado (1996), al describir el individualismo emergente de la transformación pentecostal, señalan su diferencia con las formas individualistas modernas. Miguez (1997) demuestra que el pentecostalismo liga de varias formas los momentos modernos y tradicionales de la configuración social al tiempo que redefine lo que se entiende por moderno y tradicional , así como también el carácter de sus fronteras. A partir de ello establece que el espacio religioso abierto por el pentecostalismo constituye un camino que puede recorrerse en varios sentidos. Actores situados en el caracter múltiple y fragmentado de la configuración social son, al mismo tiempo, modernos y tradicionales, en planos tan diversos que su trayectoría es imposible de asir en los terminos propuestos por la dicotomía que los piensa protestantes (modernos) o latinoamericanos (tradicionales). Marostica (1994) muestra al mismo tiempo que la argentinización del pentecostalismo no significa la adopción de un patrón de actuación tradicional. Podrian señalarse varios estudios más para los cuales la disyunción emergente de Martin y Stoll resulta estrecha. Pero es más importante señalar la existencia de una argumentación teórica que hace visibles las bases de esa inconsistencia. Según Miguez (1997), la presunción de una Latinoamérica homogénea y arcaica junto a una presentación extrema de las diferencias entre esta región y los paises anglo protestantes es la base de una percepción que acaba sobredimensionando el papel modernizador del pentecostalismo [3].
Ahora bien: si empíricamente el dilema protestantilización-latinoamericanización resulta desbordado y si teóricamente es posible desmontar el esquema en que se sostiene, es posible superar su centralidad en actuales y futuras discusiones. Si se lo sigue haciendo es en virtud de la actitud acrítica frente a los presupuestos dilucidados por Miguez, y porque criticar esos presupuestos llevaría a una cierta orfandad: el pentecostalismo no estaría siendo estudiado en función de una problemática crucial de las ciencias sociales. Pero esta pregnancia tambien se debe al rendimiento del efecto de prestigio que conlleva la elección de rivales de nombre en las contraposiciones académicas. Y el estímulo de ese rendimiento hace pervivir el debate mas allá de su fertilidad de manera tal que, como efecto no deseado, los estudios posteriores (más ricos en sus hipotesis teóricas, mas circunstanciados en sus datos empíricos), pierden visibilidad y posibilidades de reorientar la discusión. Así la continuidad del debate Martin-Stoll desempeña en la actualidad mas funciones de obstaculización que de desarrollo del conocimiento. Inversamente: la apreciación del valor del caudal de investigaciones recientemente producidas, incluso aquellas que sobrepasan el marco análitico de la protestantilización, requiere de la superación de esa discusión, de la extensión de la crítica de sus presupuestos teóricos.
II-PentecostalismoS
En el marco de lo antes señalado y de la producción mas reciente pueden encontrarse indicios de los problemas que pueden generar nuevas discusiones y aportes. Si las iglesias pentecostales se han expandido en las más diversas áreas sociales y culturales de Latinoamérica es de esperar que el fenómeno se desarrolle en un doble sentido: impactando la cultura de las sociedades mayores en las que se inscribe y, en contrapunto, diferenciándose internamente.
En primer lugar es preciso profundizar el conocimiento de todos los procesos que, producto de la autonomía de los agentes, como de la aplicación de visiones menos institucionalistas, conducen a verificar la porosidad de las fronteras denominacionales y a constatar patrones comunes entre pentecostales y otras categorías religiosas. La pentecostalización de los grupos evangélicos; la aproximación entre católicos y pentecostales (de la que la ambigua relación entre carismáticos y pentecostales conforma la punta de un iceberg); los intercambios en el seno de familias plurirreligiosas, son fenómenos que hablan de la densidad de un campo de síntesis al que el pentecostalismo se agrega. Estos fenómenos forman parte de la aceleración de procesos de difusión, contagio y similarización que hablan de la formación de nuevas sensibilidades, que funcionan en radios mas amplios que el de la denominación religiosa ( y aún del propio «campo religioso» en sentido estricto) y que los analisis en terminos de denominaciones no pueden detectar. Así, Velho (1997) entiende que los énfasis propios de los pentecostales tienden a romper patrones culturales preexistentes, creando nuevas articulaciones que son parte de una «perspectiva dialógica global».
Pero al mismo tiempo debe tenerse en cuenta que el pentecostalismo, en la amplitud de su implantación, se proyecta en sentidos que lo especifican y singularizan. No sólo se trata de la diferenciación de tipos institucionales surgidos a lo largo de la evolución pentecostal sino, sobre todo, de las formas de ser pentecostal que se desarrollan según el tipo de trayectoria de sus nuevos fieles.
Para el desarrollo de esta visión, en la que colaboran el desarrollo de un giro etnográfico en la investigación sociológica y el mayor conocimiento del campo religioso de los diversos países latinoamericanos, debe comenzar a estudiarse el contenido diferencial de la experiencia pentecostal en diversas situaciones sociales y culturales: el caso de los jovenes urbanos que llegan al pentecostalismo por la vía de la reelaboración y crítica de las culturas juveniles -como el rock o el rap- no es ecuacionable al de los trabajadores urbanos que llegan a convertirse atravesando la experiencia de «liberación» del alcoholismo, ni a la de los sujetos que arriban al pentecostalismo en una carrera en la que un pastor aparece, en principio, como uno más de los agentes autónomos de cura.
Es en este plano donde pueden aplicarse las hipótesis que refieren a modos diferenciales de construcción de la persona para reconocer el contenido de esas experiencias que, en virtud de la superposición de temporalidades sociales y culturales de las sociedades latinoamericanas, se multiplican y se confunden bajo un mismo nombre.
Es a partir de esto que podremos elaborar con mejores bases lo que ha sido afirmado acerca del carácter paradojal del pentecostalismo (Droogers, 1991). Este no sólo sería un derivado de las múltiples posibilidades del pentecostalismo como unidad. Tambien se debe a la dirección diferenciada en la que se resuelven sus apropiaciones en contextos cada vez mas diversos.
Así como nadie hablaría del catolicismo sino a partir de la síntesis siempre imperfecta de las diversas formas de ser católico, es preciso comprender que la unidad del fenomeno pentecostal debe ser reconstruida a partir del reconocimiento y exploración de su diversidad.
Bibliografía Citada
Bastian, Jean (1992). Les protestantismes latino-americains: un objet a interroger et á construire. Social Compass 39 (3).
Droogers, André (1991). Visiones paradójicas sobre una religión paradójica: modelos explicativos del crecimento del pentecostalismo en Brasil e Chile. In Algo mas que opio: Una lectura antropológica del pentecostalismo latinoamericano y caribeño. Barbara Boudewijnse, André Droogers, Frans Kamsteeg (editores). Departamento Ecuménico de Investigacoes, San José de Costa Rica.
Mariz, C. y Machado M. (1996). Pentecostalismo e a redefinição do feminino. Religião e Sociedade 17 (1-2): 140-159. ISER , Rio de Janeiro.
Marostica, M. (1994). La Iglesia Evangélica en la Argentina Como Nuevo Movimento Social. Sociedad y Religión 12. Buenos Aires.
Martin, D. (1990). Tongues of Fire: The explosion of protestantism in Latin America . Cambridge, MA: Blackwell.
Miguez, D. (1997). To help you find god: The making of a pentecostal identity in a Buenos Aires suburb . Tesis doctoral. Vrije Universitat, Amsterdan.
Stoll, D. (1990) Is Latin American turning Protestant? The politics of Evangelical Growth . Berkeley, University of California Press.
Stoll D. (1993) Introduction Rethinking Protestantism in Latin America. In Stoll D.; Garrard-Burnett, V. (eds) Rethinking Protestantism in Latin America. Philadelphia: Temple University Press, pp.1-20.
Velho, O. (1997) Globalização: Antropología e Religião. In Globalizacao e Religiao . Oro, A. y C. Steil (Orgs), pags. 43-62.
[1] Ya antes de Stoll y Martin este era el clima que inspiraba las preguntas y anállisis de D´epinay, Willems o Rolim. Las preocupaciones revolucionarias que emergían en algunos de estos autores no estaban desfamiliarizadas del cuadro de pensamiento más general que, apoyado en la perspectiva de una sociología del cambio social, visualizaba los procesos revolucionarios como alternativas de modernización de una región aún marcada por el tradicionalismo.
[2] Aunque es justo reconocer, como lo enuncia Bastian (1992), que la problematización de D´Epinay resulta al mismo tiempo que pionera portadora de una profundidad y pertinencia teórica que, en varios aspectos, no ha encontrado superación.
[3] Debe agregarse a este mismo nivel de argumentación el hecho de que es absoutamente discutible el que las estructuras teológicas y las posibilidades de desplazamiento del protestantismo y el pentecostalismo sean las mismas.
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