por Juan Scuro (antropólogo uruguayo)
En algún momento, nuestro querido Renzo Pi Hugarte, pionero local de la antropología de la religión, había pronosticado que el cada vez más notorio crecimiento de las religiones de matriz africana en el Uruguay, alcanzaría rápidamente un máximo de simpatizantes y quedaría en una especie de meseta. Recuerdo, incluso, haber ido con él a la playa Ramírez algún 2 de febrero y observar juntos la multitud de religiosos y curiosos dejando su rastro en las arenas de lo que se ha convertido en emblemático espacio público-religioso de Montevideo, la playa Ramírez. Allí, mirando al mar, fue instalada una estatua que homenajea a Iemanjá.
Antes, la polémica instalación de la llamada “cruz del papa” en pleno Montevideo, luego de la visita de Juan Pablo II al Uruguay, en 1987, había dado inicio a una vigente disputa por la presencia de símbolos religiosos en el espacio público -algo inédito en el Uruguay luego de su radical proceso de secularización y su característico laicismo, forjado a fines del siglo XIX y principios del XX. La cruz había sido erguida para la misa que celebró el papa en aquella ocasión, y luego, surgió la propuesta, por parte de la Iglesia Católica, de que allí quedara de forma permanente la controvertida cruz. Lo lograron, luego de largos y calurosos debates que alcanzaron al parlamento.
Pocos años después sería el turno de la imagen de Iemanjá, que con mucho menos desgaste y debate, consiguió tener su lugar en el espacio público. Un lugar muy cercano a donde miles de personas se reúnen cada 2 de febrero para homenajearla y celebrarla y cerca también de donde (la estatua de) Confucio mira, incólume desde 1985, al mar de la Ramírez.
El anticlericalismo que caracteriza al Uruguay ha hecho de este país el menos católico de América Latina y el que presenta mayor cantidad de (autodenominados) ateos, agnósticos o sin religión. Alguna vez se ha dicho que cuando llegara el fin del mundo habría que irse al Uruguay -pues allí, “todo llega 20 veinte años después”. Esto es cierto en algunos campos, aunque quizá no lo sea (o lo haya sido) en otros. ¿Y en relación a los asuntos religiosos, se aplica la afirmación? Las últimas décadas en el Uruguay han sido el escenario también del declino del catolicismo y el crecimiento de los neopentecostales, de la Nueva Era y de los “sin religión”, como sucede en otros países de la región. El rezagado catolicismo, sin embargo, tras más de tres lustros de criticada conducción por parte del anterior arzobispo Nicolás Cotugno, ha dado, en los últimos años y luego de la designación del actual arzobispo Daniel Sturla, claras intenciones de no querer quedarse atrás en la disputa por el espacio público. Las primeras señales fueron dadas al reunirse, el nuevo arzobispo y cardenal (nombrado como tal en 2014 y 2015 respectivamente), con representantes de colectividades LGBT del Uruguay, donde aquel pidió disculpas a estos por posibles acciones de la Iglesia Católica que pudieran haber herido a esta comunidad. Era el inicio de una nueva estrategia de comunicación y presentación pública de la Iglesia Católica en Uruguay. Una campaña de “recristianización”, como fue expresado por autoridades católicas en diferentes oportunidades.
Muy poco tiempo después de la asunción de Daniel Sturla al frente de la Iglesia Católica, otra destacada figura del ámbito religioso y político daba un importante paso en su carrera, al convertirse en la primera mujer umbandista diputada del Uruguay -por el partido gobernante, Frente Amplio. La mãe Susana Andrade, de larga trayectoria en el campo religioso, conseguía, en 2015, lo que Renzo Pi, que no llegó a verla diputada (falleció en 2012), estimaba quizá como máxima relevancia política para su segmento religioso. Una mujer, negra y umbandista, como muchas veces a Andrade le gusta recordar (y recordemos, ahora también diputada) es una figura de indiscutible liderazgo para el segmento afroreligioso.
Pero la diputada umbandista no fue la única religiosa en asumir esa posición. Para su mismo período legislativo fue también electo (por Montevideo) el pastor evangélico Alvaro Dastugue (Partido Nacional), convirtiéndose en el primer pastor evangélico en asumir ese cargo. Dastugue se sumaba a la “bancada evangélica” en el Uruguay, que había sido inaugurada en el período legislativo anterior (2010-2015), cuando Gerardo Amarilla (Partido Nacional – Iglesia Bautista) asumía como primer evangélico diputado (por el departamento de Rivera), reelecto en el actual período también. Dastugue, pastor de la iglesia Misión Vida Para las Naciones y yerno de su fundador, el argentino Jorge Márquez, y Benjamín Irazábal (también Partido Nacional), electo por el departamento de Durazno y ex intendente de ese departamento, conforman, junto con Amarilla, la “bancada evangélica”. Amarilla es el actual presidente de la cámara de diputados y su asunción como tal no estuvo ausente de importantes críticas por parte de sectores tradicionalmente laicistas (batllistas y socialistas), que argumentaban la dificultad de este para asumir sin reparos la presidencia de la cámara, dada su conocida filiación a una iglesia evangélica y sus dichos anteriores sobre la superioridad de la ley de Dios respecto a la de la República.
Por otra parte, las acciones recientes más notorias de la Iglesia Católica, con miras a alcanzar una relegitimación y recristianización en la población uruguaya, han sido diferentes estrategias de comunicación y difusión del “mensaje cristiano”. En diciembre del año pasado, cuando se acercaba la navidad, algunas fachadas de casas montevideanas comenzaron a lucir unas “balconeras” (banderas que se cuelgan en balcones), con los colores papales, una imagen del “nacimiento” en el medio y la frase “Navidad con Jesús”. La campaña tuvo bastante repercusión y la cantidad de fieles que se fueron animando a hacer pública su filiación religiosa católica fue en aumento. En los días próximos al 24 y 25 de diciembre llegó a ser incluso algo sorprendente la cantidad de “balconeras” que se podían observar por la ciudad. La más controversial, claro, una vez más, fue la que se pudo observar en la puerta de la casa del presidente de la República, Tabaré Vázquez (Frente Amplio). La conocida filiación católica de su esposa, María Auxiliadora, habría hecho que la fachada de la residencia de Vázquez luciera, al lado de la bandera de Uruguay que suele adornar el frente de su domicilio particular, la balconera de “Navidad con Jesús”. Esto, por supuesto, despertó, una vez más, las diferentes voces, contralores de la laicidad en nuestro país. ¿Podía, el presidente de la República, colgar la balconera en la puerta de su casa sin “violar la laicidad”? Hubo posiciones para todas las respuestas posibles.
Vázquez, enseguida de asumir su primer período como presidente, en 2005, se había visto desafiado por el entonces arzobispo Nicolás Cotugno, cuando el católico intimó al masón a trasladar una estatua de Juan Pablo II que se ubicaba en una pequeña iglesia a pocos metros de la “cruz del papa”. Se trató de un interesante cruce de guiñadas que resultó en el traslado de la imagen de bronce, por menos de 100 metros, desde la pequeña iglesia hasta los pies de la “cruz del papa”. No faltaron los sentimientos de varios de que se trataba de “favoritismo” de Vázquez por la Iglesia Católica.
Volvamos a las balconeras de la navidad pasada: otro lugar donde era posible observar varias de ellas era a lo largo de la Rambla de Montevideo, muy especialmente en las zonas de Pocitos y Buceo, como a lo largo y ancho de toda la ciudad. Los barrios Parque Rodó, Pocitos y Buceo, junto con otros que miran a la Rambla (Punta Carretas, Malvín, Carrasco) forman la franja sur de la ciudad, aquella donde se concentra la riqueza, el estatus social, la educación y claro, el privilegiado uso y disfrute de la Rambla (emblema y orgullo de los montevideanos) de forma cotidiana –habría que incluir a esa lista de barrios el Prado, donde vive Vázquez, que no está en la “franja sur” pero que comparte las características de los barrios mencionados.
La Rambla es un parque lineal de más de 20 quilómetros de extensión, límite sur de la ciudad de Montevideo, mostrador y lugar de contemplación del Río de la Plata. En esa franja sur, y del Centro hacia el este, se concentra la riqueza de los montevideanos. Por el contrario, hacia el norte y el oeste, aparecen las mayores vulnerabilidades sociales y la periferia. Siendo algo simplista y omitiendo necesarias excepciones, podemos afirmar que el norte-oeste trabaja en y/o para el sur-este. En consecuencia, estar presente en el espacio público del sur-este, tiene efectos diferentes a estar presente en el espacio público del norte-oeste.
Iemanjá hace más de dos décadas que contempla el mar cerca de Confucio, en la playa Ramírez del Parque Rodó, un barrio donde se ubica el parque de mismo nombre y donde cada 2 de febrero multitudes provenientes de toda la ciudad hacen suya la playa para expresar sus deseos a la orishá de los mares, o simplemente, para curiosear. La fiesta popular fue aumentando su concurrencia y con ella, también su introyección por parte de un importante segmento de la población, al mismo tiempo que su espectacularización. Pero el proceso de espectacularización, con su consecuente aumento de impacto y alcance de “mesetas” (como podría estar siendo el caso actualmente) es otro importante tema que podría ser abordado en otra ocasión, vinculado a la forma de relacionamiento con la alteridad étnico-racial que se da en Montevideo, semejante y diferente a las formas en que se establecen relaciones con la alteridad religiosa en ese lugar. Parecería ser que muchos importantes impulsores de la festividad pública del 2 de febrero en la playa Ramírez han ido optando por expresar su vínculo con su religiosidad en otros lugares o momentos del día que aquellos (Playa Ramírez a partir del momento previo a la puesta del sol) en los que lo hace la “mayoría” espectacularizante que elige concurrir a la playa Ramírez a partir de la puesta del sol.
¿Estamos viviendo la meseta a la que se refería Renzo Pi en relación al proceso de legitimación y masificación de las religiosidades de matriz africana en el Uruguay? Sea como sea, resulta difícil asociar la playa Ramírez a alguna otra expresión religiosa que no sea la del culto a Iemanjá.
En los días previos a la última celebración de Iemanjá, el pasado 2 de febrero, la Iglesia Católica convocó a un Rosario de Bendiciones para la Familia, en la Rambla del Buceo. Allí se llevó a cabo una misa a cielo abierto, frente al mar, en el horario de la puesta del sol. Concurrieron varios miles de católicos que se dispusieron (algunos) a confesarse con los varios sacerdotes que se habían dispuesto aquella tarde para ese fin. A los participantes se les entregaba una vela blanca protegida con una pequeña “cajita” de cartón con un Padre Nuestro y un Ave María inscriptos. Las velas fueron encendidas y un enorme rosario formado por globos fue lanzado al cielo. Un gigantesco rosario se pudo ver sobrevolando Montevideo. A la misa, un participante llevó un cartel que decía “Sí a la Virgen María en la Rambla”. Es que la Iglesia Católica, siguiendo estas nuevas estrategias de comunicación y recristianización impulsadas por su actual arzobispo, ha iniciado una solicitud para la instalación de una estatua de la Virgen María en la Rambla del Buceo. Una vez más, la discusión en el gobierno capitalino lleva algún tiempo de intrincado debate. ¿Se instalará una estatua de la Virgen María en la Rambla de Montevideo?
En simultáneo, el mencionado pastor Jorge Márquez, suegro del diputado Dastugue (fervientemente contrario al aborto) se ha expresado públicamente en contra de las políticas de educación sexual impulsadas por el gobierno, que incluye manuales desarrollados junto a la comunidad LGBT y que según Márquez “impulsan el sexo con menores y animales”. Estas afirmaciones le han costado recientes intimaciones por parte de sectores del Frente Amplio y el colectivo Ovejas Negras (con apoyo de varias otras organizaciones sociales, de estudiantes y profesionales) para que Márquez se retracte, o de lo contrario, llevar el caso a la justicia. La agenda de la “bancada evangélica” es clara en relación a temas de “género”, “aborto”, “drogas”, manifestándose contrarios a las reformas llevadas a cabo en el Uruguay en el gobierno del ex presidente José Mujica (Frente Amplio 2010-2015) cuando se legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo, se permitió la interrupción voluntaria del embarazo y se reguló el mercado de marihuana.
La mãe Susana Andrade había recalcado los días previos a Iemanjá que la consigna para este año era “pedir perdón a la naturaleza” y por eso invitó a los fieles a llevar ofrendas humildes y ecológicas a Iemanjá. Sturla comenzó su arzobispado “pidiendo perdón” a la comunidad LGBT, la misma que es fuertemente atacada por el sector evangélico, que lejos de tener al perdón en su discurso, arremete intempestivamente en la escena pública.
Iemanjá ya tiene su lugar en el espacio público. La Virgen María se apresta a tenerlo también, ¿o quizá no lo logre? La estrategia evangélica es claramente diferente.
¿Era verdad, entonces, que al Uruguay “todo llega 20 años después” y que esta película ya la vimos antes en otros países? Algo huele a que si, pero aquí las cosas se producen “a la uruguaya”, sin saber mucho que es lo que eso significa.
[…] transcurría y se podían oír citas y alusiones a José Enrique Rodó, a José Batlle y Ordoñez, a episodios anteriores sobre estos temas, como las instalaciones de la “Cruz del Papa” o de Iemanjá. También se mencionó la estatua […]