por Juan Scuro (antropólogo uruguayo)
“Nuestro país es una República laica”; “¿Cómo podría ofender la presencia de la Virgen María en Montevideo?”; “Si de laicidad se trata sobran las razones para aprobar su instalación”; “Hace décadas que la laicidad está mal comprendida en nuestro país”; “Nos preocupa esa nueva teoría de la laicidad positiva”; “Creo completamente en esa Virgen y creo en Dios”; “No es conveniente ni oportuno pero tampoco se puede decir que no”; “Oponerse a la instalación de una imagen de la Virgen María resulta un acto de intolerancia jacobina”; “El espacio público debe mantener la neutralidad. Debe ser como la escuela, laica, gratuita y obligatoria”.
Cada una de esas frases fue pronunciada por diferentes ediles en la sesión de la Junta Departamental de Montevideo (legislativo capitalino) del pasado 11 de mayo. En dicha sesión se deliberaría sobre la instalación o no de una estatua de la Virgen María en la Rambla de Montevideo. El tema venía siendo acompañado por la prensa y contaba con activa participación de los involucrados, tanto quienes estaban a favor como en contra de la instalación, en la Aduana de Oribe (Rambla del Buceo), de una imagen de María proveniente de México.
Un grupo de vecinos católicos custodia la imagen. Grupo que participa, en ese punto de la Rambla, del “Rosario de Bendiciones para la Familia”, un encuentro católico que se viene realizando hace algunos años cada último sábado del mes de enero, en la Rambla de Buceo. Los fieles católicos que se congregan en esa zona de la ciudad y que han traído la imagen de María desde México, apoyados por la avanzada católica que representa la nueva política del actual arzobispo Daniel Sturla, iniciaron un pedido ante los organismos competentes para la instalación definitiva de la estatua de la Virgen María en la Rambla. Según se desprende de sus afirmaciones, este grupo de vecinos propuso a la Intendencia de Montevideo hacerse cargo de los gastos de instalación y mantenimiento de la imagen. Y según menciona el hábil arzobispo Sturla, la propuesta contó con la autorización de la anterior intendenta de Montevideo, Ana Olivera, también del actual intendente Daniel Martínez y da la Comisión de Patrimonio Cultural de la Nación. La propuesta fue también llevada al órgano territorial de descentralización, llamados municipios, en este caso el denominado CH, de donde habrían surgido guiños positivos a la instalación de María en la Rambla.
Daniel Martínez y Ana Olivera pertenecen al Frente Amplio, partido de gobierno nacional desde el año 2005 y partido que gobierna el departamento de Montevideo desde 1990, cuando asumía como intendente el dos veces (y actual) presidente de la República, Tabaré Vázquez. Otro intendente frentista de Montevideo ha sido Mariano Arana, actualmente edil de la Junta Departamental de Montevideo, que en esta ocasión le tocó levantar la mano para manifestarse sobre la polémica imagen de María.
Fue durante el gobierno departamental de Tabaré Vázquez que se aprobó la instalación de una estatua a Iemanjá en la Rambla de la Playa Ramírez, en Parque Rodó. Las polémicas en torno a la presencia de símbolos religiosos en el espacio público es de larga data en el Uruguay. Algunos episodios, “jugadas de ajedrez en el tablero del espacio público” han sido narrados en otras ocasiones. Lo cierto es que los enfrentamientos de fuerzas políticas y religiosas han ido moviendo a sus alfiles y peones, caballos y reinas a lo largo de la ciudad. Estos pocos movimientos, por supuesto, no han sido simples y libres de negociaciones. Para dejar definitivamente la llamada “Cruz del Papa” en el cruce de dos importantes arterias de la ciudad a fines de la década de 1980 se llegó al parlamento nacional y desencadenó arduas discusiones y enfrentamientos. Ahora era el turno de la Virgen María, que a través de un grupo de católicos, pedía permiso para formar parte de la próxima jugada y avanzar un par de casilleros, mirando al mar desde la Rambla, como lo hace Iemanjá no muy lejos de donde pretende instalarse a María.
El intendente Daniel Martínez, quién habría simpatizado con la propuesta de los vecinos católicos, encaminó la solicitud a la Junta Departamental de Montevideo, órgano legislativo de ese departamento con potestades sobre estos asuntos. La Junta está integrada por 31 ediles, de los cuales, en este período legislativo, 18 fueron electos por el Frente Amplio y 13 por el Partido de la Concertación, una alianza de partidos tradicionales y opositores al Frente Amplio que buscan estrategias para derribarlo del gobierno capitalino, que detentan desde 1990, cuando Tabaré Vázquez (actual presidente de la república) asumía como intendente de Montevideo. Entre los integrantes de la Junta hay católicos, evangélicos, metodistas, ateos y quizá miembros de otras expresiones religiosas, espirituales o filosóficas. Para que la Junta aprobara la instalación de la estatua de la Virgen María necesitaba 21 votos positivos.
Las expectativas de los católicos eran grandes, contaban con diferentes apoyos y tenían fe en que sucedería un milagro que permitiría alcanzar los votos suficientes para que la Virgen María se instalara definitivamente en la Rambla de Montevideo. Las barras de la Junta se colmaron de gente. Estaban mayormente ocupadas por los católicos promotores de la iniciativa, que portaban banderas de Uruguay y de la Virgen María con leyendas de “Sí a la Virgen María”. Muchos concurrieron a la sede del legislativo departamental con rosarios, cruces y camisetas con imágenes de María. La mayoría de quienes se podían identificar detrás de estas imágenes eran mujeres, varias que quizá promediaban entre 50 y 60 años, aunque también había varias mayores a esas edades. No había muchos hombres entre los católicos, más que algún “veterano”. Todos eran blancos, excepto una mujer con la piel algo más oscura. También había entre ellos una monja y un par de chicas jóvenes. Los rosarios colgaban de las barras al igual que las banderas. Todos esperaban el milagro. Las barras también eran ocupadas por un puñado de personas que habían pegado sobre las barras unos carteles con la leyenda “NO”. No eran muchos y fueron todos juntos. Se trataba de miembros de la Asociación Uruguaya de Libre Pensadores, fervientes opositores a la presencia de símbolos religiosos y “defensores de la laicidad”.
La sesión transcurría y se podían oír citas y alusiones a José Enrique Rodó, a José Batlle y Ordoñez, a episodios anteriores sobre estos temas, como las instalaciones de la “Cruz del Papa” o de Iemanjá. También se mencionó la estatua de Confucio y surgieron confusiones respecto al carácter religioso o no de ese símbolo. Lo mismo sucedió con relación al monumento que existe sobre la rambla al holocausto del pueblo judío y algunas otras controversiales imágenes para las cuales no había acuerdo respecto al carácter religioso o no de las mismas y por lo tanto, del carácter violatorio o no de la laicidad. Se habló de laicidad, de laicidad positiva, de jacobinismo, de anticlericalismo, de batllismo. Se citaron diferentes autores, sociólogos, geógrafos, se habló de valores, de religión, de antropología, de respeto y tolerancia, de los peligrosos cruces entre religión y política, de la paradoja de poder ser colorado, católico y batllista el mismo tiempo. Católicos votaron en contra. Otros que estaban a favor de la instalación tuvieron que votar en contra de todos modos. Es que el Frente Amplio había mandatado a sus ediles a votar unánimemente en contra del proyecto. La discusión no tuvo desperdicio y mantuvo un relativo buen nivel y clima hasta que hubo que solicitar un cuarto intermedio cuando uno de los ediles favorables a la iniciativa comentó acerca de la incongruencia de la interna frentista de mandatar a sus ediles a votar unánimemente en contra. Se volvió a la calma y continuaron las argumentaciones. Otros entendieron que lo mejor hubiera sido someter el tema a plebiscito.
La prensa hacía su trabajo, tomaba fotos, emitía en directo desde la sesión de la Junta. El clima comenzaba a hacerse cada vez más tenso a medida que se acercaba la hora de la votación. De los 18 ediles electos originalmente por el Frente Amplio, uno es ahora independiente. Ese edil portaba una bandera de la Virgen María en su pupitre. Toda la performance había transcurrido. Todo el mito constructor de la nación había sido narrado. Cada episodio había sido épicamente dramatizado. A cada argumento de los ediles le seguían aplausos, comentarios, críticas y blasfemias desde las barras. Quienes estaban a favor y en contra compartían el mismo reducido espacio de las barras y los gestos de desaprobación de unos y otros eran contemplados por todos. Se vio a algunos en posturas de rezo, esperando el milagro de la Virgen María. Todo fue extraordinariamente bien conducido. Cada uno interpretó sus papeles de memoria, sin necesidad de recurrir al guión.
¿Tendría la posibilidad la Virgen María de mirar definitivamente al mar en la misma Rambla que Iemanjá? La propuesta encaminada por el intendente Daniel Martínez fue rechazada por unanimidad por su fuerza política (el Frente Amplio) y apoyada también por unanimidad por la ferviente oposición. Incluso fue apoyada por el edil votado por el Frente Amplio y ahora independiente, lo que hizo que la votación terminara con 17 votos en contra de la instalación de la Virgen María en la Rambla y 13 votos a favor de la misma.
Algunos argumentos de quienes votaron a favor apuntaban a la laicidad positiva, a los valores que representa la imagen de María, al anticlericalismo, jacobinismo y acción discriminatoria por parte del Frente Amplio. Quienes votaron en contra argumentaron a favor de la laicidad, entendida no en forma positiva sino como simple neutralidad. Algunos expresaron que votaron en contra, pero no en contra de la imagen o en contra de nadie sino “a favor de todos”. Era la crónica de una muerte anunciada.
“Viva la laicidad”; “Viva el Estado laico”; “Viva Batlle”; “Viva la Virgen María”; “Viva la Junta Departamental de Montevideo”.
Esos fueron los vivas, los gritos que se sucedieron inmediatamente después de conocer el resultado de la votación. Se hizo alusión a que las personas pasan pero las religiones siguen. Fue un rotundo jaque a la Virgen María y a la colectividad católica. Algunos insistieron en que continuarían dando batalla. Que la Virgen María se instalará en algún lugar de Montevideo. En próximas legislaturas seguirán dando batalla. Algún católico pasó a saludar a quienes defendían el NO en las barras, dándoles la mano y felicitándolos por la victoria. Alguno se negó a darle la mano. Los católicos se fueron sin poder tragar muy bien todo lo sucedido. Algunos decepcionados, otros con fuerzas redobladas para continuar lo que ellos entienden como una batalla. Sea como sea, la Junta Departamental de Montevideo jaqueó a la Virgen María. Lo que no sabemos es si el jaque es mate o no.
Con su permiso, Juan, me gustaría añadir que monseñor Sturla dice una verdad a medias. El expediente fue revisado varias veces y nunca se hicieron las correcciones al plano indicadas por la comuna. Inclusive se plantea hoy una ubicación diferente aunque en el mismo predio original, señalada por los asesores de la municipalidad como peligrosa, pues en ese lugar se arman partidos de fútbol y la estatua correría peligro de ser descabezada por un pelotazo. Monseñor se escuda en una supuesta «escalada contra la iglesia» que representa simplemente por no aceptar las discrepancias de la IM que nunca negó la erección del monumento sino recomendó algunas medidas para precisamente protegerlo del usual vandalismo montevideano, porque nadie imagina a su alrededor a un grupo de viejitas beatas haciéndole de sereno, o un grupo de miembros de TFP -tan empeñados ellos en instalarla en medio, bien a la vista- en guardia permanente las veinticuatro horas. Personalmente me resulta simpática una estatua más en el paisaje urbano, y más que nada una que representa parte de la herencia cultural hispano-latina del país. El inclasificable saludador coreano resulta un buen ejemplo de la amplitud de los asesores urbanísticos de la comuna a la hora de decorar el paisaje, y ni siquiera tiene mucha relación con nuestras identidades culturales… El cardenal seguramente ha sido muy mal informado, o tal vez esté haciendo méritos -comenzó con la balconera navideña- para ser observado desde la Sede como una especie de apóstol misionero digno de ser considerado «papabile» cuando el papa Francisco suba a dar cuentas al Gran Jefe. Mis saludos cordiales.