por Belén Citlalli Hermosillo Jaramillo (CIESAS Occidente, México)
La actual pandemia por coronavirus ha trastocado la vida de todos los habitantes del planeta. Es un hecho que las medidas sanitarias de aislamiento y sana distancia han cambiado toda la dinámica social. Dada la afectación de los fenómenos sociales a raíz de la pandemia, la labor antropológica debe adaptarse a fin de continuar con el seguimiento de su objeto. Este ensayo se enmarca en un proyecto más amplio de investigación doctoral que busca comprender las formas de practicar la Wicca en México. Fue debido a la situación de contingencia y el riesgo que representa la enfermedad por coronavirus que viré hacia una observación más detallada y compleja de la dinámica neopagana en Internet, tomando a la red de redes como herramienta de investigación y como campo de estudio (Estalella & Ardévol, 2010).
Para la exploración de las formas en la que los practicantes de Wicca –y otras espiritualidades alternativas– experimentan, significan y enfrentan la crisis sanitaria diseñé y apliqué la “Encuesta sobre COVID-19 y espiritualidades alternativas”,[1] creada con Google Forms y puesta a circular gracias a la colaboración de informantes que compartieron el formulario vía publicaciones en sus perfiles personales y grupos de Facebook, así como por mensajes privados de WhatsApp. Es importante mencionar que dicha encuesta fue elaborada con fines exploratorios. Si bien los datos arrojados no son tomados como muestra representativa considero que permiten elaborar un bosquejo sobre la manera en la que las brujas modernas mexicanas enfrentan la pandemia.
Antes de abordar algunos de los hallazgos derivados de la encuesta cabe hacer una presentación somera sobre el fenómeno religioso que se explora. La Wicca, también llamada brujería moderna, es una espiritualidad neopagana fuertemente inspirada en las tradiciones celtas que se remontan a la era precristiana. Se caracteriza por el culto a la naturaleza cuyo principio divino es tanto masculino como femenino, es decir, se venera a un Dios y a una Diosa que pueden adoptar múltiples facetas. Una parte capital de la práctica es la brujería a la que podemos definir como el uso de rituales o trabajos mágicos para lograr cambios con plena consciencia y a voluntad. Sus practicantes se autodenominan “brujas/brujos”, resignificando esta palabra tradicionalmente imbuida de carga negativa apelando al imaginario de la bruja como depositaria de un saber ancestral derivado de la naturaleza. En la actualidad es una espiritualidad transnacionalizada que se organiza en una red de redes. Su práctica en México es relativamente reciente y podríamos ubicar temporalmente su boom en el país a finales de la década de los 90 y principios de los 2000.
De manera general sus practicantes son mayoritariamente mujeres adultas, residentes de zonas urbanas y que poseen un alto nivel de preparación académica (Berger et al., 2003; Hermosillo Jaramillo, 2016; Zeraoui Sánchez, 2014). Lo anterior es corroborado por los datos arrojados por nuestra encuesta, cuya muestra, como ya se mencionó líneas arriba, se conforma a partir de la colaboración de sujetos ya identificados durante el trabajo de campo llevado a cabo antes del inicio de la pandemia quienes compartieron el formulario en sus redes sociales dando lugar a un muestreo tipo bola de nieve.
La muestra, a la fecha, consta de 139 encuestados, cuyos datos arrojados permiten hacer estimaciones interesantes y situar de manera tentativa a los miembros de la comunidad wicca mexicana: 82.7% son mujeres cuyo rango de edad oscila entre los 28 y los 47 años (dato que revela la identificación femenina de este movimiento).
Poco más de la mitad de la muestra (51.8%) cuenta con estudios de licenciatura, mientras que 26.6% tiene una preparación académica a nivel posgrado, lo que confirma la identidad de clase media y media alta. Geográficamente podemos ubicar a la mayoría de los encuestados en la zona centro del país, siendo la Ciudad de México el lugar con mayor concentración (27.34%), seguido del Estado de México (14.84%) y Jalisco (13.28%), lo que empata con el carácter urbano del movimiento. No obstante, aunque sus ocupaciones son bastante heterogéneas, me parece importante mencionar que la práctica de terapias alternativas/complementarias, así como la profesionalización de la brujería e incluso el sacerdocio y el acompañamiento espiritual conforman parte del amplio abanico laboral de los practicantes de esta espiritualidad. Un elemento muy importante que muestra que la trayectoria espiritual va de la mano con una preparación cuasi profesional y comercial que habilita la oferta de servicios y bienes culturales en el circuito terapéutico alternativo.
La práctica de la Wicca en México se realiza predominantemente de manera individual, aunque algunos practicantes forman parte de círculos de estudio y covens.[2] Esto se refuerza con los datos arrojados por la encuesta: la celebración de rituales, meditaciones, otras prácticas devocionales e incluso el estudio de la tradición suelen hacerse de manera solitaria en el espacio personal del hogar. La encuesta arroja que 59.7% de los respondientes practica de manera solitaria, por lo que las medidas de aislamiento social parecen haber repercutido muy poco en la práctica religiosa: tan solo 15.5 % de la muestra considera que ésta se ha visto fuertemente afectada durante la pandemia.
Otro elemento abordado en la encuesta fue la experiencia subjetiva de la intensidad con la que se viven emociones y sentimientos de soledad, indiferencia/apatía, aburrimiento, tristeza, enojo, miedo, ansiedad, incertidumbre, tranquilidad, solidaridad y esperanza. De entre los resultados arrojados por estos reactivos se destaca que la pandemia es vivida más desde una actitud optimista que desde la soledad y el miedo. La esperanza, la solidaridad y la tranquilidad se experimentan más intensamente que las emociones y sentimientos de cariz más negativo, siendo la soledad y la apatía los menos vivenciados. Sin embargo, la incertidumbre, la ansiedad y el miedo no pasan desapercibidas durante la vida en pandemia. Esto coincide, hasta cierto punto, con lo arrojado por la Encuesta sobre Coronavirus, Bienestar y Religiosidad (COBIRE 2020) en cuyos resultados se observa que en los primeros puestos de sentimientos experimentados con mayor intensidad se encuentra la esperanza siguiendo de cerca a la incertidumbre y la preocupación. La diferencia entre los datos obtenidos entre nuestra muestra y la los datos arrojados por COBIRE 2020 –cuya muestra es más densa y mayormente respondida por practicantes católicos y de otras denominaciones cristianas– es que pareciera que las brujas y demás practicantes de neopaganismo viven de manera más positiva la pandemia.
Esto podría explicarse o al menos relacionarse con la manera en que se interpreta la crisis desde el marco de referencia del neopaganismo que la considera una oportunidad de crecimiento personal y cambio social que responde al llamado de una Madre Naturaleza cansada del abuso de la humanidad. Para una gran parte de los encuestados (alrededor del 55%) el virus es una realidad tangible que trae consigo una importante lección que deben aprender los humanos. El cambio de consciencia, la necesidad de asumir que todos somos uno con la naturaleza y el universo, es la respuesta ante la crisis que asola al mundo, idea que coincide con las compartidas por investigadores sociales como Bruno Latour (2020) quien considera que la crisis sanitaria es un derivado de la crisis ecológica promovida por el régimen económico global(Latour, 2020). Para el neopaganismo:
“Los problemas del mundo moderno, particularmente la crisis ecológica, son considerados como resultado directo de la pérdida de la sabiduría pagana sobre la relación del hombre con el mundo natural y la recuperación de esa sabiduría es considerada no solo como deseable sino como urgentemente necesaria” (Hanegraaff, 1996, p. 77, traducción propia).
Este discurso armoniza con un milenarismo de tipo posmoderno que caracteriza a las espiritualidades Nueva Era en las que la transformación del individuo permitirá el cambio de consciencia necesario y el retorno a la armonía con la naturaleza sagrada (De la Torre, 2000; Campechano Moreno, 2015; De la Torre y Campechano, 2018). El fin de los tiempos no se vislumbra como un desastre apocalíptico sino como un momento de crisis que afecta tanto a la humanidad como a la Madre Tierra como organismo vivo que se transforma. Es el momento del despertar de consciencia, de crecimiento espiritual, de la caída de viejos sistemas centrados en lo material, de la transformación del mundo hacia uno donde los individuos se den cuenta de que pertenecen a un todo armónico (Vane Agyu, 2020).
Para los paganos contemporáneos, es importante el hacerse consciente de las emociones que las crisis desatan en el individuo dado que se cree influyen en la vibración energética, por lo que el trabajo emocional es capital para transformar las emociones negativas, reconociéndolas y aceptándolas, y así lograr una vibración más alta que permita una mayor protección del sujeto y sus seres queridos. Esto puede lograrse mediante la meditación, por lo que las ofertas online de este tipo de práctica espiritual están a la orden del día.
El miedo juega un rol importante dentro de las concepciones que se tienen de la pandemia ya que se plantea como uno de los instrumentos de control que limitan la autonomía del ser humano, por tanto, es la emoción a transformar más referida en los discursos que permean la crisis sanitaria actual. Si bien tan solo 3.6% de los encuestados considera que el virus es una mentira, más de la mitad de la muestra comparte una explicación conspiracionista de la crisis sanitaria, al considerar que el SARS-CoV-2 fue creado en un laboratorio con el fin de desencadenar una guerra económica que pretende la instauración de un nuevo orden mundial. Las medidas de aislamiento social son percibidas como un instrumento de privación de la libertad que incluso se ha relacionado con el control ejercido por organizaciones de élite clandestinas, discurso ampliamente expandido en la sociedad en general. Es interesante observar en algunas publicaciones de Facebook la manera en la que se evidencia una supuesta correlación entre el logo del “quédate en casa” con el símbolo masónico del compás y la escuadra.
Siguiendo con los datos arrojados por la encuesta, se observa que los practicantes de Wicca y otras espiritualidades alternativas comparten otras explicaciones respecto a la pandemia además de las de cariz ecológico, de transformación de consciencia y conspiracionista ya referidas. La idea judeocristiana sobre la pandemia como un castigo por parte de la divinidad tiene poco eco: tan solo dos encuestados consideran que la pandemia sea una lección moral que proviene del látigo divino. Por otro lado, la idea de que la crisis sanitaria es una señal del advenimiento del fin de los tiempos tiene mucho menos eco pues tan sólo un respondiente otorgó dicha explicación.
Otra idea que permea las explicaciones que de la crisis se hacen estos practicantes es la opinión de que la aparición de nuevos virus es un fenómeno totalmente natural, sin intenciones políticas y por tanto la humanidad debe adaptarse a la nueva enfermedad. Tan sólo un encuestado considera que el nuevo coronavirus es un enorme efecto del capitalismo que se está colapsando.
Los resultados anteriores también se empatan hasta cierto punto con lo obtenido en la encuesta COBIRE 2020 que coloca a las explicaciones de tipo científica, naturalista y conspiracionista en los primeros lugares, siendo las de tipo religiosas, particularmente las relacionadas al castigo divino las menos compartidas por los respondientes que conforman su muestra. En el caso de los practicantes de Wicca y otras espiritualidades alternativas la explicación naturalista tiene una mayor aceptación, aunque las de tipo conspiracionista no se quedan atrás. Sin embargo, respecto a las últimas es necesario considerar que aunque ampliamente compartidas no son totalmente aceptadas por los miembros de la comunidad neopagana lo que ha derivado en el llamado respecto a la desinformación que se acumula en las redes o en relación a los contenidos que crean pánico en la población. Desde esta perspectiva terminar con el miedo también es clave para lidiar con la pandemia desde la responsabilidad colectiva y la tranquilidad espiritual.
[1] La “Encuesta sobre COVID-19 y espiritualidades alternativas” fue elaborada en marzo del presente año de la mano de mi asesora de tesis, la Dra. Renée de la Torre. Algunos reactivos fueron retomados de la encuesta Creencias, prácticas y valores en México (RIFREM, 2016) y otros de la Encuesta sobre Coronavirus, bienestar y religiosidad (COBIRE 2020) diseñada por Nahayaeilli Juárez Huet, Rosario Ramírez Morales, Olga Odgers Ortiz y Olga Olivas (Juárez Huet et al., 2020). Además, se diseñaron preguntas específicas para los practicantes de espiritualidades neopaganas con el propósito de conocer un poco más acerca de la afectación que la comunidad de espiritualidades alternativas vive dada la actual contingencia sanitaria por COVID-19.
[2] Un coven, también llamado aquelarre, es una agrupación de practicantes iniciados que comparten la tradición. Idealmente es dirigido por un sacerdote y una sacerdotisa, aunque no es raro observar covens dirigidos por uno u otro. De acuerdo a algunos de mis informantes, los miembros de un coven conforman una especie de familia dado que los lazos entre las personas que lo componen son vínculos emocionalmente potentes que inspiran confianza y lealtad.
Referencias:
Berger, H., Leach, E. A., & Shaffer, L. S. (2003). Voices from the Pagan Census: A National Survey of Witches and Neo-Pagans. University of South Carolina Press.
Campechano Moreno, L. Y. (2015). El milenarismo posmoderno y su globalización. El caso del fenómeno de la profecía maya 2012 en las industrias culturales.: Vol. Vol. 3. Universidad de Guadalajara.
De la Torre, R. (2000). Los nuevos milenarismos de fin de milenio. Estudios del hombre, 11, 57-77.
De la Torre, R., & Campechano, L. (2018). La profecía Maya del 2012: El desplazamiento del cambio de conciencia al fin del mundo. Aguanaz.
Estalella, A., & Ardévol, E. (2010). Internet: Instrumento de investigación y campo de estudio para la antropología visual. Revista Chilena de Antropología Visual, 15, 1-21.
Hanegraaff, W. J. (1996). New Age religion and Western culture: Esotericism in the mirror of secular thought. E.J. Brill.
Hermosillo Jaramillo, B. C. (2016). La Wicca como religión emergente en México: Círculo Wicca de México. Universidad Autónoma de Aguascalientes.
Juárez Huet, N., Ramírez Morales, R., Olivas Hernández, O., & Odgers Ortiz, O. (2020). Encuesta sobre Coronavirus, Bienestar y Religiosidad (COBIRE 2020) (Documentos de la contingencia, p. 39). CONACYT; El Colegio de la Frontera Norte. https://www.colef.mx/wp-content/uploads/2020/07/13_Cobire-2.pdf
Latour, B. (2020). ¿QUÉ MEDIDAS DE PROTECCIÓN PARA EVITAR EL REGRESO DEL MODELO DE PRODUCCIÓN DE LA PRECRISIS? (J. Leyva Santoyo, Trad.). 5.
RIFREM. (2016). Encuesta Nacional sobre Creencias y Prácticas Religiosas en México ENCREER/RIFREM 2016. Informe de Resultados. El Colegio de la Frontera; Colegio de Jalisco; CIESAS Occidente; RIFREM; CONACyT. http://www.rifrem.mx/wp-content/uploads/2017/10/INFORME-DE-RESULTADOS-EncuestaNacionalMexicoCreenciasyPracticasReligiosas-2017-05.pdf
Vane Agyu. (2020, junio 25). El fin de los tiempos [Radio online]. En El Uroboros Radio. Vive Radio. https://www.facebook.com/eluroborosradio/videos/1973870112757760
Zeraoui Sánchez, L. (2014). El impacto social de Wicca en la Ciudad de México Zona Sur [Tesina de Maestría en Ciencias Antropológicas]. Universidad Autónoma Metropolitana.
Gracias por la investigación, muy particular las conclusiones de nuestra comunidad y la forma en la afrontamos esta realidad.