Reproducimos el comunicado que emitió ACIERA sobre la serie «El Reino» – y luego retiró de circulación. Lo disponibilizamos porque nos parece que tiene valor sociológico, aunque nos parezca sumamente desafortunada la manera en que se centra en la figura de la (co)guionista y las acusaciones que le realizan.
Como se puede ver en las cuatro publicaciones que hicimos sobre el tema, creemos que la serie efectivamente caricaturiza y estigmatiza a los evangélicos (y los criminaliza, como se aprecia claramente en esta foto publicitaria que muestra a los protagonistas evangélicos sobre un gran charco de sangre) pero tampoco concordamos con el tenor del comunicado de la entidad.
Comunicado de ACIERA (Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la Argentina)
Sobre la ficción “El Reino”
Nadie puede dudar de la calidad de los actores argentinos que participan de la serie de Netflix “El Reino”, que se estrenó este viernes 13 de agosto. Apenas viendo las imágenes del trailer y de los primeros capítulos se puede apreciar que la actuación de la mayoría de ellos es brillante. Sin embargo, no podemos decir lo mismo del contenido, y mucho menos del mensaje que se busca transmitir en esta obra que han desarrollado la guionista Claudia Piñeiro junto al realizador Marcelo Piñeyro y ha producido el empresario farmacéutico -Grupo Insud- Hugo Sigman.
Los productos culturales como lo son aquellos que surgen del séptimo arte, han marcado las distintas épocas de nuestra historia reciente y a la vez han influenciado en nuestra conciencia y percepción de los acontecimientos históricos, de tal manera que los recordamos más por las imágenes representadas en el cine que por la realidad de los hechos. Un mero ejemplo son las películas de Hollywood sobre la Segunda Guerra Mundial o sobre la Guerra de Vietnam, y la forma en que ellas describen a los Estados Unidos y su participación en aquellas. La utilización de las industrias culturales con fines ideológicos no es en absoluto algo nuevo o novedoso. De hecho, se ha usado en distintas épocas y con distintos objetivos. Fue el filósofo marxista italiano, Antonio Gramsci -citado al inicio de la serie- quien ya proponía a principios del siglo pasado usar la cultura para introducir pensamientos y conceptos para alcanzar la hegemonía cultural en la sociedad. Es decir, con el objetivo de imponer un conjunto de significados ideológicos, utilizar los medios de comunicación, los sistemas educativos y los productos culturales, para lograrlo. El fin es que la sociedad conciba esa forma de ver el mundo como natural, estableciendo una construcción social de la realidad y neutralizando cualquier visión contraria a dicha cosmovisión ideológica.
Utilizar un guion televisivo o cinematográfico para crear prejuicios o estereotipar a quienes representan un pensamiento contrario, no sería una expresión artística genuina o pura, sino que estaría contaminada por aquellos condicionamientos ideológicos que no tienen otro fin que dinamitar la misma esencia del arte. Crear un producto cultural, como es una ficción de cine o una serie, desde la base del odio, para generar rechazo social a un colectivo religioso, es un acto que no realza la belleza de una profesión que se debería caracterizar por la transparencia y pureza intelectual y creativa, y no por usar la actuación para denostar y fogonear el rechazo social a quienes piensan distinto a quien produce esa obra.
Es sabido el encono que ha expresado la escritora y guionista de esta obra desde su militancia feminista durante el debate de la ley del aborto hacia el colectivo evangélico de la Argentina, representado por millones de ciudadanos que no coincidían en su posición respecto del tema. Usar el arte para inventar una ficción con el fin de crear en el imaginario popular la percepción de que quienes lideran esas comunidades religiosas solo tienen ambiciones de poder o de dinero, contrariamente a lo que demuestran los hechos en miles de iglesias que desarrollan una misión social trascendente en todo el país, es reprochable desde todo punto de vista. No es que la narradora lo hace por mero desconocimiento de dichas comunidades; pareciera ser que el objetivo sería buscar destruir la trayectoria y el testimonio que con mucho esfuerzo han logrado alcanzar socialmente dichas iglesias a través de tantos años, a pesar de haber sido sistemáticamente discriminadas, y sus fieles, menospreciados y burlados. No sólo por ser invisibilizadas desde lo jurídico y legal, sino también siendo ignoradas desde posiciones políticas dominantes y contrarias a ese pensamiento religioso. Sería otra muestra más de la discriminación a la que esta comunidad religiosa ha sido sometida.
El pastor que representa el talentoso actor Diego Peretti no existe, es una ficción. Sin embargo, el mensaje que se quiere transmitir desde la obra, es que “todos” los pastores y líderes religiosos buscan lo mismo. Serían en la realidad algo así como los que personifica la serie. Se busca una representación simbólica en la percepción popular que estereotipe a los de una religión en particular, “la evangelista”. A los que antes se los atacaba diciendo que eran sectas, ahora se los trata de encasillar en “seguidores de Bolsonaro”, “reaccionarios de derecha”, agentes del mal contra los ideales que promueve el colectivo que la guionista representa. Se busca desde ese pensamiento ideológico tratar de segregarlos, marcarlos en listas, señalarlos como peligrosos, fundamentalistas, separarlos del resto para que, aislados, se debiliten y desaparezcan. En fin, un comportamiento de tipo fascista.
Nos complacería invitar a los realizadores de la serie, sin intención alguna de censurar su obra de ficción, a que vengan a ver la obra real que hacen esos “reaccionarios de derecha” en las villas, en las cárceles, en los hospitales y entre la gente necesitada. Nos gustaría que puedan conocer y comprender cómo la mayoría de las miles de iglesias que hay en el país son básicamente pequeñas (menos de 100 personas), y la mayoría de los pastores son bi-vocacionales y se autosostienen muchas veces con sus propios trabajos, ya que los practicantes de esta fe no reciben subsidios ni sostén del Estado, ni tampoco los quieren recibir.
Desde ACIERA, la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina, refrendamos estos conceptos y reafirmamos la honorable y generosa profesión de servir al prójimo que llevan adelante miles de pastores, hombres y mujeres en Argentina, quienes de manera esforzada y constante siguen contribuyendo en favor de los más débiles en medio de una pandemia, desde una atención integral llevando un mensaje de esperanza a través de las buenas noticias del Evangelio. De la misma manera también es cierto lo que dijo nuestro Señor Jesucristo: “Dichosos serán ustedes cuando por mi causa la gente los insulte, los persiga y levante contra ustedes toda clase de calumnias. Alégrense y llénense de júbilo porque les espera una gran recompensa”. Mt.5:11-12
ACIERA
Buenos Aires, 18 de agosto de 2021
[…] la temida “ideología de género”. La serie da lugar a varias referencias en esta línea, pero la reacción de ACIERA trasciende este hecho puntual para jugar la carta de la victimización-exposición dentro de este […]
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