por Amy Whitehead (Massey University, Nueva Zelanda)
Me encontré por primera vez con la Virgen de Alcalá en un viaje de un día a su Santuario en Andalucía, España, en el verano de 2007, cuando visitaba a la familia de mi esposo. Son del pueblo de Alcalá, y mi suegra es una devota de toda la vida. Habiendo iniciado recientemente mi investigación doctoral sobre objetos religiosos y exhibición de museos, mis receptores estaban preparados para fructíferos encuentros con la Virgen y todas las cosas maravillosas que la rodean (colores, sonidos, olores, ofrendas, olivares, arquitectura). Caminé, sin saberlo, hacia un santuario fresco y tenuemente iluminado donde la Virgen, hecha de cedro, con los ojos oscuros muy abiertos, estaba sentada en una posición elevada, con el niño Jesús en un brazo, mirando y cortejando a aquellos que ingresaban. Yo estaba, lo admito, afectada, e incluso, como podría argumentar David Morgan (2018), encantada.
Al estilo típico andaluz, el complejo del santuario está pintado a cal, con un jardín en el atrio y azulejos pintados de colores; mientras que el santuario en sí, accesible a través de grandes y pesadas puertas de madera, es de estilo barroco con un techo abovedado, pintado, pero descolorido, que representa a querubines y santos. Exvotos que muestran casos en los que la Virgen intervino y salvó vidas se alinean en las paredes. La Virgen de Alcalá es sólo una de las miles de estatuas marianas que hay en España, de hecho, en el mundo. La popularidad de María prospera tanto en países predominantemente católicos como no católicos. Sin embargo, es a través de investigaciones a pequeña escala como esta, donde la idea “universal” de María entra en tensión con sus formas y costumbres locales (indicadas a través de la forma en que es cuidada, venerada, en la que se la invoca y es vestida, bañada, exhibida, mantenida, en la que se la lleva en procesión y en la que es protegida), de forma que se pueden lograr avances metodológicos relacionados con el abordaje adecuado de las culturas materiales religiosas en el campo. Esta es la devoción mariana popular y vernácula, algo para lo que los investigadores no pueden estar preparados solo a través del estudio de bibliografía.
Realicé una investigación cualitativa, dialógica, en forma de observación participante, en español. Esto tuvo lugar en y alrededor del santuario y el pueblo de Alcalá, con mayor intensidad entre 2007 y 2011. Posteriormente a mi investigación he mantenido relaciones con los participantes del proyecto, que hasta el día de hoy son mis amigos. Es cierto que una nunca deja de investigar una situación particular, pero mi tiempo como “la investigadora” que realizaba entrevistas y tomaba notas llegó a su fin formal en 2011. Mis principales informantes consistían en un cuidador del santuario llamado el Santero (literalmente, uno que cuida de/trata con los santos de diferentes maneras) y un selecto grupo de mujeres llamadas camaristas (literalmente, “criadas de cámara” de la Virgen) que son las encargadas de bañar y vestir ritualmente a la imagen. El Santero amablemente me llevó al complejo del santuario y sus actividades, me presentó a “ella” (la Virgen) y a otros miembros de la comunidad, no solo tolerando mi presencia, sino acogiéndome. Me había convertido en una huésped. Reconozco que esta hospitalidad fue posible por una serie de factores, como el estatus de devota de mi suegra, y mi conocimiento de español. Sin embargo, ninguno de estos factores cuenta tanto como el simple hecho de que el Santero y yo “hicimos clic”. A través de largas conversaciones mientras comíamos y bebíamos, desarrollé una mejor comprensión de la naturaleza, no solo de su relación cotidiana con la Virgen, sino también de las relaciones que otros tienen con ella: locales, devotos y, a menudo, turistas, muchos de los cuales no son católicos, o ni siquiera cristianos. El Santero me dijo que algunos de los devotos de la Virgen eran ateos. Esto fue sorprendente al principio, pero con el paso del tiempo se hizo evidente que los compromisos con la materialidad religiosa a menudo «van contra la corriente» de lo que se podría esperar de las personas que actúan en relación con las estatuas religiosas (y otras formas de religión material). De hecho, descarté pronto cualquier expectativa sobre la devoción católica mariana que tenía antes de realizar este trabajo de campo. Las realidades vividas de las religiones son mucho más matizadas y complejas que lo que se presenta en los libros de texto y los cánones teológicos.
Durante la fase de investigación, participé y observé tres procesiones anuales (romerías) y me senté en el santuario para observar cómo los devotos interactuaban o se relacionaban con la estatua de la Virgen. También recibí relatos personales de devotos sobre el papel que jugó la Virgen en la vida de las personas y por qué (así como “qué”) se le hacía ofrendas. Si el Santero le permite a uno visitar a la Virgen en su cámara, al observar de cerca se revela que en los dedos de la Virgen hay anillos de oro (usualmente reliquias familiares y objetos de valor sentimental) y gemas preciosas. Ella también usa pulseras.
El santuario consta de un complejo del que la Virgen es propietaria. Las escrituras están a “su” nombre, “ella” es poderosa. La Virgen no solo es poderosa porque es terrateniente y genera ingresos para el pueblo, sino también porque tiene la capacidad de conceder milagros, favores y deseos. Este poder también se ve a través del testimonio visible de la cultura material que se encuentra en el santuario. En cualquier época del año se realizan exvotos y ofrendas en las paredes del santuario. Estos incluyen vendas de hospital manchadas de sangre seca, mechones de cabello, medallas militares y fotografías. Las flores también ocupan lugares especiales en el santuario y, de entre ellas, la Virgen tiene sus predilectas. Todos estos objetos se dan en devoción, ya sea por oraciones/peticiones solicitadas o en agradecimiento por las concedidas. En cualquier caso, es de conocimiento común en Alcalá y sus alrededores que esta estatua “trabaja” con y para su gente.
Por relatos supe que se dice que la Virgen de Alcalá tiene alrededor de 600 años. Algunos locales dicen que es mucho mayor; todos están de acuerdo en que fue sacada de su santuario y escondida (incluso enterrada) durante los períodos de invasión, revolución y disturbios civiles de España a lo largo de los siglos. Se dice que la Virgen de Alcalá es particularmente poderosa en cuanto a la curación y a menudo se le pide esto. Además, se dice que se aparece a las personas en los momentos posteriores a los accidentes, especialmente los que ocurren en los caminos alrededor o cerca del santuario. Varias imágenes exvoto representan tales escenarios, cuyos testimonios se encuentran en las paredes del santuario. La Virgen también es particularmente útil para curar problemas de infertilidad. Por eso viene gente de toda España, así como de muchas partes de Europa, a pedir un hijo. Los resultados exitosos de estas peticiones están visiblemente presentes en todo el santuario en forma de exvotos y otros objetos relacionados con bebés. Predominan las ofrendas como escarpines, chupetes y joyería para bebés, que pueden verse expuestas en puntos significativos del santuario o colocadas bajo los pies de la Virgen. Sin embargo, hay relatos de casos en los que la Virgen “no quería que algo sucediera”, donde su “voluntad” generalmente se discute aparte, o además, de su papel teológico como intercesora. La Virgen se supone que es una representación de Theotokos, la madre de Jesús, pero a menudo se interactúa con ella de maneras que indican un fuerte sentido de presencia y personalidad por derecho propio.
Las entrevistas con tres camaristas en enero de 2008 (en forma de entrevistas grupales conversacionales) ampliaron mi comprensión de los tabúes que rodean a la estatua de la Virgen, así como las jerarquías sociales y la naturaleza política de las organizaciones formadas dentro y alrededor del contexto del santuario. Las camaristas son elegidas para sus deberes porque ejemplifican ciertas cualidades virtuosas dentro de la comunidad (a menudo relacionadas con una buena reputación). El papel de camarista es “no oficialmente católico”, pero sin embargo localmente poderoso (una de las formas en que las mujeres tienen roles de poder en el catolicismo es a través de sus designaciones comunitarias vernáculas). El Santero me dijo desde un principio que había cosas que hacer con “ella” (la Virgen) que eran secretas y no se podían revelar. Sin embargo, me dijeron que durante el baño ritual y el cambio de túnica/manto, se cantaban canciones tradicionales. Esto se demostró durante el proceso de entrevista. También me dijeron que las experiencias de cambiar, bañar y vestir a la Virgen eran íntimas y femeninas y que las mujeres hablan con la Virgen y el niño Jesús durante los baños rituales y cambios de ropa.
Como investigadora de las culturas materiales y de actuación de las religiones, he aprendido que cada contexto religioso tiene sus propias reglas, etiqueta y protocolos. Algunos de estos tienen más matices que otros, y seguramente hay muchas cosas que me debo haber perdido porque no soy local de Alcalá. Sin embargo, la etiqueta requerida de una observadora participante en el contexto de la Virgen de Alcalá implica interactuar con la estatua de maneras para las que no estaba preparada. Cuando llegué al santuario en diferentes ocasiones, el Santero me preguntó: “¿Ya subiste a ver a la Virgen?”. Era esperado. Los dos primeros encuentros con la estatua fueron tensos. Habiendo sido educada como protestante con cruces desnudas y escenas pastorales cristianas como fuentes materiales de compromiso visual, descubrí que acercarme a una estatua vestida con rasgos humanos era a la vez familiar, pero desconocido, y algo desconcertante. Sin embargo, el tiempo y la familiaridad cambiaron mi perspectiva.
A medida que mis relaciones con Alcalá, la Virgen, las personas locales y el santuario se profundizaron, comencé a notar que surgía naturalmente una especie de metodología relacional. Sin pensarlo, me familiaricé con los contornos del rostro de la Virgen, las pequeñas astillas y muescas en sus dedos de madera, y la ligera asimetría de sus ojos. Empecé, naturalmente, a pasar tiempo con “ella” cuando contemplaba mi posicionamiento. También noté la naturaleza cambiante de mi relación con ella. Algunos días me sentía más distante (más como investigadora), algunos días me sentía extrañamente conmovida por ella. A medida que observaba los matices de estos cambios, comencé a comprender que la relación investigador-investigado es compleja. En este punto me di cuenta de que estaba bastante comprometida. A medida que la relación comenzó a crecer, la naturaleza exacta de estos encuentros se hizo cada vez más difícil de precisar. Mientras hablaba con más y más personas que venían al santuario, supe que la Virgen tenía muchas personas devotas que se identifican a sí mismas como ateas o como personas que no quieren tener nada que ver con la Iglesia. Un día el Santero me dijo que me había estado observando y que ahora yo era devota de la Virgen. Cuando discutí, diciendo “No, no es así. Ni siquiera soy católica. ¿Por qué piensa eso?”, él respondió: “Sigues viniendo”.
Las cosas se confundieron aún más cuando mi suegra insistió en colocar a mi hija pequeña debajo del manto de la Virgen para “presentársela” y que ella también formara parte del linaje familiar de devotos.
En esta ocasión me comparé incómodamente con un cochero que lleva las riendas de dos caballos que insisten en ir en direcciones diferentes. Cuando vi como pasaban a mi hija bajo el manto de la Virgen, sentí un repentino revuelo de emociones. Cuando escuché las palabras de protección, me encontré comenzando a consentir: “Sí, por favor protege a mi hija a lo largo de su vida; de hecho, mantenla a salvo y feliz.” Lo que finalmente quedó claro fue que luchar era inútil. Me había conquistado no sólo el entramado de cosas, lugares y relaciones que rodean a la Virgen, sino también el corazón mismo del pueblo: la Virgen. Entonces entendí que necesitaba dejar ir mi miedo, así como mis nociones preconcebidas de lo que significa ser una investigadora, y dejar que la investigación se convierta en un proceso creativo que tome vida propia. Este conflicto interno modernista destacó la necesidad de reconfigurar las nociones dualistas de interno y externo, investigador e investigado, particularmente sujeto y objeto, y permitir que se desarrolle un enfoque más holístico e inclusivo. Una metodología relacional en desarrollo no requería menos. Lo que siguió fue alivio. Había surgido una investigadora-devota; desde esta posición era más fácil conocer, comprender y relacionarse con la personalidad de la Virgen. Al finalizar mi trabajo de campo en Alcalá deposité flores a los pies de la Virgen, y le di gracias por permitirme realizar una fructífera investigación con ella, su santuario y sus devotos.
Fragmento de: Amy Whitehead (2020) A method of ‘things’: a relational theory of objects as persons in lived religious practice, Journal of Contemporary Religion, 35:2, 231-250, disponible por un tiempo limitado aquí. Traducción: María Pilar García Bossio.
Fotos (salvo indicación contraria): Hermandad de Nuestra Señora De los Santos Coronada, Alcalá de los Gazules
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