por Olivia Bandeira (Laboratório da Antropologia da Religião. Unicamp, Brasil), Mari-Sol García Somoza (Centre D’Anthropologie Culturelle. Université de Paris, Francia) y Sandra Mazo (Católicas por el Derecho a Decidir, Colombia)
Es conocido el clivaje existente entre los estudios de género/feministas y los trabajos en ciencias sociales de la religión. Las reticencias que se construían entre ambos campos disciplinares impedían, de un lado, incorporar la complejidad y los matices de las prácticas, las creencias y el rol de instituciones religiosas en los estudios de género/feministas -soliendo adoptar una perspectiva de análisis en donde la dominación patriarcal tomaba el plano preponderante. Mientras que, del otro lado, dentro del campo de las ciencias sociales de la religión se esquivaba la incorporación de una perspectiva de género por temor a caer en sesgos y “discursos militantes”. Así, durante mucho tiempo, la perspectiva de género quedaba marginalizada a algunas investigadoras, o bien se restringía en un problema poco atendido, que se reducía a contados grupos de trabajo en reuniones científicas (Valcarcel y García Somoza, 2019).
Romper la frontera entre estas perspectivas disciplinarias fue la tarea que emprendieron académicas europeas y norteamericanas con el objetivo de superar la “doble ceguera”(King y Beattie, 2004). Desde 1973, en la universidad de Harvard, por primera vez, se comenzó a desarrollar un programa especializado en el estudio de las mujeres en la religión (Women’s Studies in Religion). En Suiza, se crea en 1986 la primera asociación que reúne a estudiosas de teología y ciencias sociales en la European Society of Women in Theological Research (ESWTR) y, hacia 2015, con un carácter más específicamente universitario se funda la International Association for the study of Religion and Gender (IARG) en la Universidad de Utrecht. De igual modo, para este período, fruto de los encuentros generados por aquellas asociaciones y programas, aparecen las primeras revistas universitarias especializadas en el cruce de género y religión que se centralizan en el estudio de la religión con perspectiva de género. Así, se crean The Journal of Feminist Studies in Religion (1985), The Annual Review of Women in World Religions (1991), Journal of the European Society of Women in Theological Research (1993) y, más recientemente, Gender and Religion (2011).
En América Latina, se trazan dos grandes líneas de encuentro entre los estudios sobre la religión y la perspectiva de género. Una primera línea, se inscribe en la declaración en favor de una teología con perspectiva de género que se publicó durante la conferencia latinoamericana celebrada en Buenos Aires en el año 1985. En esta declaración se asientan las bases de la conformación de un grupo de mujeres teólogas feministas cuyos trabajos serán publicados en Through Her Eyes. Women’s Theology from Latin America (1989). Dicha compilación dirigida por Elsa Tamez reúne a académicas y teólogas feministas como Ana María Bidegain, Ivonne Gebara, Alida Verhoeven, María Clara Bingemer, Nelly Ritchie, Aracely de Rocchietti, Tereza Cacalcanti y Consuelo del Prado.
En paralelo, se desarrolla una segunda línea que se sienta en investigaciones realizadas dentro del terreno de las ciencias sociales propiamente dicho. Se puede mencionar el trabajo de Maria José Rosado Nunes (1985, 2006), una de las primeras investigadoras en Brasil que se interesó en el estudio de las mujeres católicas consagradas y su “opción por los pobres” y cuyos análisis han revelado el complejo entramado interno de las comunidades católicas al son de las transformaciones de la sociedad brasileña y el rol que cumplieron las mujeres comprometidas con el movimiento de la Teología de la Liberación. En similar sintonía, los trabajos de Ana María Bidegain (1989, 2003, 2009) se concentraron en el estudio de la participación femenina dentro de las acciones pastorales en el espacio público impulsadas por las iglesias de América Latina y el Caribe.
Dentro del universo de las comunidades cristianas pentecostales, los primeros trabajos que se realizaron encuentran a investigadoras como Elizabeth Brusco (1986, 1995), Marion Aubrée (1988), María das Dores do Campos Machado (1995, 2005), Cecilia Mariz y María das Dores do Campos Machado (1996, 2008) y Mónica Tarducci (1999, 2002) que se interesaron en estudiar las formas de participación y empoderamiento femenino en Colombia, Brasil y Argentina.
Otra línea de estudios, aunque su presencia es minoritaria en el terreno latinoamericano -frente a una preponderancia de los estudios sobre catolicismos y cristianismos-, son los análisis sobre las religiosidades afroamericanas con perspectiva de género que han encontrado voz en la pluma de Marion Aubrée (1985), Rita Segato (1986), Patricia Birman (1991), Véronique Boyer-Araujo (1993) y Clara Luz Ajo (2008). Estudios que desde la antropología desentrañaron la dimensión de las sexualidades, la complementariedad del género y las transgresiones del sexo dentro de los cultos africanos en Cuba y Brasil.
Ampliando el espectro de las minorías religiosas, otros estudios hacen focos en las sociabilidades, sensibilidades y las subjetividades de mujeres judías (Jacobson 2006; Cababié-Schindler 2011a, 2011b; Salmún Smeke 2013) y musulmanas (Caña Cuevas, 2006; Ferreira, 2010, 2013; Voig Epinola, 2013; García Somoza y Valcarcel, 2018, 2020).
Dentro de los trabajos más recientes, se destacan publicaciones como las de Juan Marco Vaggione (2005a, 2005b, 2009, 2017), María Candelaria Sgró Ruata (2012), Karina Felitti (2009, 2015), Juan Manuel Morán Faundes y María Angélica Peñas Defalgó (2016), y Hugo Rabbia (2017), Gustavo Morello SJ y Hugo Rabbia (2019), que orientan su mirada al estudio de los vínculos entre la Iglesia y el Estado en lo relativo al control y gestión de la política sexual y los derechos sexuales y reproductivos.
Por fuera de las grandes tradiciones religiosas, Felitti abre otros horizontes de análisis explorando el terreno de las nuevas espiritualidades (Felitti y Rohatsch 2018; Felitti 2019a, 2019b; Felitti y Ramírez 2019) en donde se acentúa la presencia femenina en espacios por los cuales circula lo sagrado, las experiencias espirituales y otras formas del creer que se hallan por fuera de las normatividades y las hegemonías monoteístas. Finalmente, en esta segunda línea se pueden señalar publicaciones colectivas que tienen como objetivo ampliar el diálogo entre las y los investigadores En este sentido se encuentran los dosieres “Géneros, sexualidades y religiones: relaciones, intersecciones y confrontaciones” (García Somoza e Irrazábal, 2014), que propone una revitalización de la perspectiva de género en el estudio de lo religioso, y “Religiones, subalteridades y poder: entre agencia y normatividad” (Tapia Adler, Irrazábal y García Somoza, 2019), que hace foco en las formas de agenciamiento de las subjetividades subalternas femeninas que conviven con las formas de dominación masculina de las instituciones religiosas. Por último, la vitrina se completa con la publicación de algunos libros colectivos, tales como Diversidad sexual y sistemas religiosos. Diálogos transnacionales en el mundo contemporáneo (Jaime, 2017) junto con Genero y religiosidades Sentidos y experiencias femeninas de lo sagrado (Valcarcel y García Somoza, 2019) que amasan colaboraciones de jóvenes investigadores para abrir nuevas vetas y trascender ciertas dicotomías histórico sociales que si bien configuran nuestro pensamiento también nos permiten profundizar en sus impactos y connotaciones.
Desafíos de la agenda feminista frente a la trama política religión y Estado
En este escenario, cobra especial relevancia el debate sobre género. Esta contienda aglutina a un amplio abanico de agentes religiosos en su labor en las iglesias -muchos de ellos presentes y activos en los medios de comunicación y en el espacio público- que se reclaman en la defensa de moralidades y cosmovisiones articulando ideas como la “defensa de la familia”, los patrones heteronormativos y políticas “pro-vida” (Vaggione, J.M y Peñas Dafagó, 2011; Rabbia y Sgró Ruata, 2014; Morán Faundes, 2015; Irrazábal, 2015).
Además, se evidencian novedosas formas de conservadurismo orientadas a mantener el poder político y económico. Se trata de grupos y líderes religiosos, especialmente cristianos, que buscan, en su trabajo en el espacio público, subordinar las políticas públicas y la legislación de los países a los principios doctrinales religiosos, apuntando especialmente a la regulación de las políticas de sexualidad y reproducción, con especial atención al aborto -como se observa en Argentina, Brasil, Chile, México y Colombia-, y al mantenimiento de familias heteronormativas y patriarcales. También están creciendo las acciones contra la educación sexual integral en las escuelas y los proyectos de ley que apuntan a prohibir lo que estos grupos denominan “ideología”, como una forma de descalificar estudios y debates sobre cuestiones de género.
Esta acción constituye un obstáculo para las políticas que promueven la equidad de género y el reconocimiento de los derechos de la población LGBTQIA+. También, representa un cuestionamiento y un ataque a las teorías feministas y a los agentes que lideran estas luchas por el reconocimiento y la inclusión que han ganado protagonismo en el continente en las últimas décadas (Bárcenas, 2014), asegurando logros que hoy se ven amenazados. Investigadores latinoamericanos han entendido que la acción de grupos religiosos conservadores o neoconservadores en el espacio público se configura como una reacción a estos derechos conquistados. En este proceso, también se observa la unión entre agentes religiosos conservadores de diferentes vertientes, como la ocurrida entre evangélicos y católicos frente a lo que estos mismos grupos calificaron como “ideología de género”(Biroli, Campos Machado y Vaggione, 2020).
Otro punto a destacar es que las estrategias de estos agentes incluyen cada vez más la acción no sólo en los ámbitos ejecutivo y legislativo, sino también en el ámbito del poder judicial, lo que Vaggione (2020) denominó “juridificación reactiva”. Así, se sirven de gramáticas y estrategias que históricamente han sido utilizadas por los movimientos de mujeres y LGBTQIA+ para garantizar derechos. La juridificación también está cada vez más vinculada a las estrategias mediáticas y coloca en el espacio público a agentes que no necesariamente representan jerarquías religiosas, lo que promueve tensiones dentro de las propias religiones (Rosado Nunes, Bandeira y Pereira, 2021). En los enfrentamientos colocados en la esfera pública, no sólo se desencadenan argumentos religiosos, sino que los agentes religiosos utilizan cada vez más explicaciones tomadas del campo científico, como las concepciones biologizantes de la naturaleza humana y el orden social, y también del lenguaje de los derechos, reivindicando el derecho a participar en la esfera pública como legítimos representantes comprometidos con su fe.
Por otro lado, si bien se mantienen viejas perspectivas también surgen nuevas concepciones religiosas que defienden a las minorías y el respeto sobre las cuestiones de género. Tales ejemplos son las iglesias inclusivas, las teologías feministas, la teología queer y las teologías negras, entre otras, que se suman a las teologías tradicionales en América Latina, como la teología de la liberación. Todas estas transformaciones desafían a los investigadores a imaginar nuevas y distintas preguntas de investigación y a construir conceptos teórico- metodológicos innovadores para el análisis de cuestiones en torno al género y la religión en América Latina, que también tengan en cuenta perspectivas interseccionales.
Este texto forma parte de uno más largo («Religión y género en América Latina: perspectivas teóricas y metodológicas para la investigación«), que es la introducción al dossier «Género y Religión» organizado por las autoras para la revista Descentrada – Revista interdisciplinaria de feminismos y género, de la Universidad Nacional de La Plata, septiembre de 2021 a febrero de 2022.
Ver también, en este blog, las reflexiones de Mónica Tarducci sobre su experiencia en Argentina, y análisis de otrxs colegas.
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