por Erick Adrián Paz (Universidad Nacional Autónoma de México)
Si pudiéramos nombrar a una de las disputas de las ideas más duraderas en el tiempo, muchos hablaríamos de aquella consolidada con la Ilustración en el Siglo XVIII: la batalla de la ciencia contra la religión, del conocimiento contra la superstición, de la razón contra la fe.
Tres siglos después sabemos que esta disputa no es radical, sino que presenta cruces y matices tan variados tanto para buscar su diálogo como para alimentar la polarización. Y, como hemos estado revisando en los últimos meses[i], uno de los fenómenos donde esta disputa ha comenzado a reavivarse involucra el uso del discurso biomédico.
“Los hombres tienen pene, las mujeres tienen vagina”, “es biología no ideología” y consignas similares comenzaron a presentarse en autobuses, marchas y, cada vez con mayor fuerza, en redes sociodigitales como Facebook, Instagram y Twitter. Los grupos reconocidos como conservadores y diferentes grupos religiosos e iglesias han empezado a usar ciertos elementos del polo de la ciencia y la razón para presentar sus argumentos en el espacio público. ¿Por qué esto resulta atractivo? Porque sus argumentos, al menos los centrales, se relacionan con fuentes religiosas como la Biblia, el catecismo, las encíclicas o los líderes religiosos. Hablamos de un uso de la ciencia en favor de la fe, o al menos de una interpretación de ella.
En pocas palabras, el discurso biomédico deriva de las ciencias naturales para entender al cuerpo humano, especialmente la biología y la medicina (bio-médico). Es, como sucede en cualquier disciplina, un lenguaje especializado. Pero éste tiene un aura que en otros discursos resulta más complicado encontrar: la ilusión de la objetividad, lo que en ocasiones se equipara con lo verdadero[ii].
Es así que los grupos conservadores lo utilizan para hablar de LA verdad, esa que sólo puede ser dada por la objetividad de la ciencia y sus métodos y que se contrapone a lo subjetivo, a lo relativo, a lo cambiante. Es así que LA verdad de la ciencia se suma a aquella verdad dada por la Biblia, la complementa y fortalece.
Aunque este fenómeno da un giro a las disputas entre ciencia y religión, el uso que se le ha dado en los últimos años presenta nuevos retos. Para ilustrarlo bastan cuatro ejemplos frecuentemente encontrados en la etnografía digital levantada a líderes y organizaciones provida y de raíz conservadora.
Hablemos del aborto. Para la mayoría de los discursos religiosos cristianos en América Latina el aborto es un pecado porque se trata de un asesinato. Esto ha quedado claro por consensos de sus líderes a lo largo del siglo XX, aunque diferentes (y pocas) voces han rebatido ese planteamiento. Cuando entra el discurso biomédico, esta doctrina se complementa con el reconocimiento de la vida humana desde la concepción gracias a la unión de óvulo con espermatozoide, es decir, se utiliza un elemento de la biología para reconocer la condición de “humanidad” y con ella apoyar la idea del asesinato. Esto se fortalece a tal grado que el movimiento provida, principal opositor al aborto, moviliza discursos que hablan de asesinato antes que de pecado; hablan de fecundación, del inicio de la vida humana, del ADN del “no nacido” antes que del alma.
Cuando el movimiento provida se opone al aborto con el uso del discurso biomédico recurre principalmente a dos líneas: el respaldo de autoridad y lo que reconocen como evidencia científica. En la Ilustración 1 se observa un respaldo de autoridad al mostrar una referencia al libro Embriología clínica de Keith L. Moore donde se resalta el fragmento que hace referencia a la fecundación como “inicio de cada persona como individuo único”. De igual forma, diferentes páginas utilizan citas de médicos, biólogos y “científicos” en abstracto para defender el sentido de humanidad desde lo biomédico. Y, como se observa en el copy [iii]que acompaña a la foto, se acusa a la “ideología de género” de ser anticientífica. En otras ocasiones, también se utilizan las declaraciones de obispos y sacerdotes, o si presencia en marchas provida, como respaldos de autoridad.
Por otra parte, también se hace uso de un discurso emocional para destacar esa condición de “humanidad”. Un caso que se popularizó a inicios del 2010 fue el video “Carta de un bebé a su madre” donde se narra un legrado desde la perspectiva del embrión: animado en 3D, describe el procedimiento con el uso de una voz que imita berridos de niño ante la inmersión del tubo de drenado, la separación de miembros y la aspiración. El video mostraba un embrión con estado de formación mayor a las 12 semanas que establecen la mayoría de las Leyes para permitir el aborto. Otro caso, de 2018, fue la imagen de un cartel donde se mostraba un embrión en desarrollo con la frase “yo quiero ser ingeniero” en referencia a al futuro profesional que se habría abortado. Ya de forma reciente, se vuelven recurrentes las pancartas o frases o post donde se le dan diferentes características al embrión: voces o actividades infantiles, profesiones, deseos o sueños.
También, se traslada la parte emocional a otras personas, principalmente a la embarazada. Frases como “no es tu cuerpo, es tu hijo” o “el aborto te hace madre de un bebé muerto” apelan a la culpa no sólo por ejercer el aborto, sino por las consecuencias morales y espirituales derivadas del asesinato como pecado. Es decir, el discurso biomédico impulsa la idea de humanidad que está unida a la vida iniciada desde la concepción y el uso de emociones la amplifica. En la imagen 2 se observa la mezcla de ambas dimensiones: el uso de una ecografía como parte del discurso biomédico y el elemento emocional que aglutina a las abuelas en una manifestación provida gracias al uso de la figura del nieto.
Esto ha sido reconocido con un concepto: el pánico moral. Quien lo impulsa utiliza datos exagerados o falsos, en este caso biomédicos, para mover emociones y generar pánico; al mismo tiempo, crea diferentes mensajes que repliquen ese pánico y se posiciona como la única persona o el único grupo en poner solución a ello (ver el trabajo de Karina Bárcenas). El discurso biomédico, por tanto, se utiliza como una base científica que, en ocasiones como con los ejemplos de este artículo, resuenan como pánicos morales.
El segundo ejemplo es el caso del matrimonio entre personas del mismo sexo. En él se ha construido un discurso que lo considera pecado. Aquí lo biomédico se manifiesta en dos formas, principalmente: el desafió a la naturaleza y la incompatibilidad para la vida. El primero pretende mostrar que la homosexualidad[iv] no existe en otras especies porque, unido a la segunda forma, no sería posible la reproducción y esto llevaría a su extinción. Cuando se habla de matrimonio, el discurso religioso que se replica (“el matrimonio es una institución entre hombre y mujer”) se ve fortalecido por la idea de la procreación, por la supervivencia de la especie. El discurso biomédico ya no habla de pecado, sino de una ausencia de procreación que vuelve al matrimonio homoparental algo “antinatural”.
Estos discursos basados en la procreación se conjuntan con aquellos que legitiman cierto orden social. En la imagen 3 se muestra uno de tantos ejemplos de ello, pero elijo este por la interpretación que realiza. Primero, habla de un origen etimológico de la palabra asociada a la matriz, lo que es respaldado por diccionarios; sin embargo, cuando se habla de pater/patrimonio, estos diccionarios concuerdan en relacionarlo con los bienes heredados, así que cuando el post habla de protección a la prole, primero, comienza a utilizar información cuestionable, lo que se liga con el pánico moral, para después puntualizar en el rol del padre de cuidar a la matriz (no a la mujer). Se habla de una dimensión de cuidado que, en otros ejemplos, se le atribuye por “naturaleza” al varón principalmente por su fuerza.
Este segundo ejemplo sobre el matrimonio se complementa con la maternidad. El discurso religioso de estos grupos encuentra un consenso en el rol de la mujer como madre, lo que se ve como una bendición, un regalo de Dios e incluso como una misión. Al unirse al discurso biomédico surge una figura de diferentes aristas: la mujer es la única capaz de dar vida (lo que va contra la diversidad sexual), lo que sucede gracias a que dar vida es parte de su naturaleza. La naturaleza de la mujer, por tanto, incluye las labores de la maternidad como amamantar, pero también se extiende al cuidado de los hijos y busca legitimar los roles domésticos: la mujer administradora y quien cuida del hogar y el padre que provee. Y, como puede suponerse, aquellas personas y grupos que se opongan a esta figura “tradicional” de la madre se opone a lo natural y a lo biológico, no solamente a lo sagrado.
Entonces, el hombre, el padre, es identificado como protector de la mujer y de la madre, con lo que se usa el concepto de masculinidad, también con cierto origen “natural” y como esencia. Así, la masculinidad se asocia a la ya mencionada fuerza, a la caballerosidad, al trabajo y al peligro. En la imagen 4 se observa cómo estos grupos y movimientos conservadores se oponen a la propuestas que cuestionan esto, como a la deconstrucción, entendida como propuesta desde las teorías de género para repensar la forma hegemónica de concebir al hombre. Es así que existen características sociales que se atribuyen al hombre y se defienden gracias al uso del discurso biomédico.
Pero es sin duda en la cuestión transexual donde el discurso religioso y biomédico se entrelazan de forma más directa, aunque reciente. A diferencia del aborto, la discusión religiosa no se remonta al siglo anterior ni ha generado documentos rectores, pero al enlazarse con la lucha contra la diversidad sexual y sus implicaciones, también la considera pecado. Al observar los discursos religiosos se suman palabras como “aberrante”, “enfermo”, “destructivo”. Aquí ingresan los discursos biomédicos desde dos grandes aristas. La primera refiere al cambio de sexo biológico que, como no existe en la naturaleza, es antinatural e incorrecto, además de profundizar en discursos con base en la genética: se nace hombre o se nace mujer al estar determinado por los cromosomas, argumentan. La segunda arista cae en el ámbito de lo psicológico al considerar que lo trans es una enfermedad mental que debe ser tratada por la ciencia, lo que se nombra como “disforia de género” para dotarle de ese carácter biomédico.
Ejemplos como el post anterior abundan. Se trata de una nota de un medio digital autorreconocido como conservador y con sede en España, La Gaceta de la Iberósfera (Gaceta.es). En él convergen plumas de diferentes políticos y pensadores Iberoamericanos que reportan noticias que consideran de interés, pero siempre con sesgos de opinión que polarizan entre su postura y la de sus opositores.
En este caso, la página de Facebook de la organización Con Mis Hijos No Te Metas retoma una noticia acontecida en Suiza con el encabezado “Suiza dictamina que el sexo es binario (hombre o mujer)”. Así, insiste en una posición desde el determinismo biológico de dos géneros y rechaza toda aquella propuesta que sugiera algo distinto, pero ahora lo hace gracias a un respaldo de autoridad. Pero no termina ahí. Podemos observar el uso de término “ideología de género”, un juego discursivo que ha permitido apuntalar en la nebulosa diferencia entre biología e ideología: la ciencia, LA Verdad, es la que cuenta y lo demás es ideología[1], en este caso, ideología de género. Aunque no es tema de este artículo, es necesario apuntar que la existencia de algo como la “ideología de género” se pone en duda en el mundo académico ya que cambia de significado de forma constante de acuerdo al enemigo discursivo que se construya, aunque siempre se refiere a alguna vertiente del género, por ejemplo, el papel de la mujer en la sociedad, la diversidad sexual o la cuestión trans.
La imagen 6 usa el discurso biomédico para realizar críticas que apelan al humor, aunque de forma imprecisa. La intención es minimizar la diversidad sexogenérica a través del binarismo biológico, pero con uso de las profesiones médica para ello: el urólogo, que atiende al hombre, y el ginecólogo, que atiende a las mujeres. Esta idea simple se viralizó rápidamente en páginas conservadoras; en los comentarios era frecuente encontrar respaldos en frases como “la biología supera a la ideología”, “no pueden ir contra la naturaleza” o “Dios hizo a Adán y Eva”. ¿Por qué esta imagen resulta imprecisa?, porque el urólogo atiende a hombre y mujeres, situación que era ampliamente señalada en los comentarios, y eso no pareció no afectar la viralidad.
Existe un elemento religioso que se mezcla con el discurso biomédico, pero no resulta ni simple ni directo. Como se ha visto, discursos como la oposición a una “ideología de género”, la construcción de pánicos morales o el uso del humor hacen que lo religioso y lo biomédico se tejan y potencialicen. Incluso se ha observado cómo algunos liderazgos, aunque sea sumen como católicos o cristianos. explícitamente toman distancia de lo religioso para posicionarse en el terreno biomédico y así impulsar sus causas.
La disputa entre ciencia y religión aún existe. Las imágenes de científicos quemados en la hoguera por la Inquisición[v] han tomado un vuelco radical en el Siglo XXI y es ahora que diferentes grupos conservadores utilizan el discurso biomédico para fortalecer algunos de sus postulados religiosos. En los ejemplos presentados, esto les ha dotado de cierta ilusión de objetividad y de verdad, lo que fortalece una posición que esconde el elemento religioso y les permite presentarse en espacio público para difundir sus ideas. Ya no se pelea contra el pecado, se pelea contra lo antinatural.
[1] Cabe apuntar que el uso del término “ideología” que se da en estos grupos es siempre en términos negativos, cuando la cuestión ideológica se ha estudiado desde diferentes perspectivas para entenderla como parte de gran cantidad de discursos.
[i] En el marco del proyecto de investigación “Biomedical narratives around gender and sexuality in religious contexts: the case of digital activisms in Mexico and Spain”, financiado por la International Network for the Study of Science and Religion in Society; en el que participamos Cecilia Delgado-Molina (UAB, Investigadora Principal), Rosario Ramírez Morales (UDG), Rafael Cazarin (UAB), Erick Adrián Paz (UNAM) y Núria Semís (UAB).
[ii] Aunque no es tema de este artículo, es importante dejar en claro que las discusiones contemporáneas sobre la objetividad llegan a abrumadores consensos de que la objetividad no existe, o al menos no de forma absoluta.
[iii] En Comunicación, el copy es el texto que acompaña a las imágenes y orienta su sentido de interpretación.
[iv] En estos grupos se habla de homosexualidad antes que de diversidad sexual, con lo que la mayoría de sus discursos se dirigen a parejas hombre-hombre y, en ocasiones, mujer-mujer.
[v] Aunque es una imagen sumamente popular, no sobra decir que las interpretaciones históricas sobre lo acontecido en la Inquisición aún son debatidas.
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