Alma, corazón y tinta: Los tatuajes en el cristianismo

por Gustavo Morello SJ (Boston University)

Cuando en Argentina pensamos en religión, pensamos en iglesias, mezquitas y sinagogas; en grutas del Gauchito Gil o la Difunta Correa; en celebraciones como la Navidad o el Rosh Hashaná; en prender velas, leer la Biblia, rezar oraciones; en voluntariados, y obras de caridad. Pensamos, en general, en cosas más o menos organizadas, que suceden en torno a una tradición religiosa.

Si en vez de usar la palabra “religión” hablamos de “espiritualidad”, se abre otro abanico de posibilidades. Podemos pensar en un aspecto más íntimo y personal de lo religioso, como cuando uno habla de espiritualidad sufí en la tradición musulmana, de lo maestros jasídicos judíos o, dentro del catolicismo, de espiritualidades ignaciana, teresiana o franciscana. Otros pensaran en prácticas espirituales menos convencionales, como el uso de cristales y sahumerios, retiros en el Cerro Uritorco o talleres de meditación oriental.

En todo caso, cuando pensamos en religión, no estamos pensando en tatuajes. Y en realidad, es muy probable que hayamos visto tatuajes religiosos. Sin ir más lejos, en diciembre de 2022, cuando los medios (masivos y sociales) nos inundaron con fotos de la selección masculina de fútbol, vimos como muchos de los jugadores tenían tatuajes religiosos: hay imágenes de Jesús en el hombro derecho de Leonel Messi, en la tibia izquierda de Rodrigo de Paul, y en la de Enzo Fernández; y en el muslo izquierdo de Nicolás Otamendi. Otamendi también tiene un Gaucho Gil en la cara interior del brazo derecho; y Ángel Di María una Virgen de Lujan. Sigue una larga lista de símbolos y jugadores, no sólo argentinos.

El astro brasileño Neymar da Silva Santos Jr tiene varios tatuajes que dan cuenta de su devoción pentecostal. Uno de ellos, en la cara interior de su muñeca izquierda, dice “Deus é fiel”; en la parte externa de ese antebrazo tiene unas manos juntas en posición de oración y la palabra “Fe” debajo de ellas. Otro, en el costado de su cuerpo dice “Por vontade de Deus, somos irmaos”.

Leonel Messi en Ibiza. En su hombro izquierdo vemos una imagen de Jesús coronado de espinas. Foto tomada del Instagram @antonelaroccuzzo

Aunque no le prestemos atención, aunque no lo contemos como “religión en serio”, el tatuaje es (y no solo en las dos selecciones de futbol más importantes de Sudamérica), una forma que las personas utilizan para comunicar sus creencias, conectar con su vida espiritual, y de expresar su interioridad.

Hay gente, y siempre la hubo, que se comunica con lo divino a través de tatuajes. Se tatúan (y se tatuaron) para mostrar su especial conexión que tienen con algún dios, pedir protección o dar gracias.

El tatuaje cristiano

En este libro me propongo mostrar como el tatuaje ha sido una forma legítima de practicar religión, que se empezó a usar antes del cristianismo, que fue adoptado por muchos cristianos, y que continúa hoy. No estoy diciendo que todo tatuaje es religioso (los mismos futbolistas antes mencionados tienen muchos que no lo son), ni estoy diciendo que a usted le tienen que gustar los tatuajes religiosos. Lo que digo es que muchas personas, a lo largo de la historia, han marcado sus cuerpos como una forma de expresar su fe. Y en este libro, le propongo estudiar el pasado y el presente de esa práctica.

Me enfoco en el cristianismo por varias razones. Una, la básica cuestión de espacio: no puedo abarcar todas las religiones en un libro. Afuera quedan los pueblos ancestrales de las Américas, tradiciones del Pacífico Sur (los Maoríes por ejemplo), religiones del sudeste Asiático (los tatuajes budistas de algunos monasterios de Tailandia), o japonesas (con la tradición del tatuaje Sintoísta). Haré algunas menciones a estos tatuajes, pero el foco estará puesto en las tradiciones cristianas.

Otra, porque el cristianismo, en sus diversas formas, sigue siendo importante en Argentina. Los números hablan de entre un 60 y un 70 porciento de católicos y entre un 10 y un 20 porciento de protestantes (principalmente pentecostales y evangélicos); es decir que entre un 70 y 90% de las y los argentinos se identifica como cristianos. Y más allá de las cifras, creo que en la sociedad argentina, cuando pensamos en religión, estamos marcados (para bien y para mal) por el cristianismo.

La última razón es que, erróneamente, se ha instalado la idea de que el cristianismo prohíbe el tatuaje. En el caso del catolicismo, no encontré en el Código de Derecho canónico (que es como el código civil y penal de la iglesia) ninguna prohibición. Consulte además con dos canonistas (abogados especializados en las leyes católicas), uno en Roma, el otro en Montevideo, y los dos me contestaron lo mismo: no hay prohibición en el derecho eclesiástico. Tampoco la hay en el “Denzinger” (si este nombre, el del teólogo alemán que compiló el material, le parece difícil, aquí va el nombre oficial: Enchiridion Symbolorum Definitionum et Declarationum de Rebus Fidei et Morum). El Denzinger, entonces, es el compendio de la doctrina católica, una especie de “fichero” en el que se conservan las enseñanzas de la iglesia. Por ejemplo, lo que dicen los concilios sobre la Trinidad, Jesús, la creación del mundo, la moral, etc. Pero allí no encontré ni una palabra sobre tatuajes; ni a favor ni en contra. Nada. Esto no quiere decir que, algunos sacerdotes y teólogos en distintos momentos de la historia, los hayan criticado, o afirmado que estaban prohibidos. Pero en la doctrina oficial, no encontré nada.

En el caso del protestantismo, a las iglesias históricas (luteranos, calvinistas, anglicanos), el tema no les preocupa. Es cierto que, en general, estas religiones rechazan el uso de imágenes religiosas en los templos, las casas y los cuerpos.

Según me explicaba la teóloga Lidia Rodríguez Fernández (de la cátedra de Teología Reformada de la Universidad de Deusto, en el País Vasco, España) la preocupación en torno a los tatuajes viene con los Pentecostales (en el siglo XX) que recuperando la teología de ciertos grupos evangélicos del siglo XIX prohíben el tatuaje. Para eso se basan en la afirmación de la Primera Carta a los Corintios (6,19) que “el cuerpo es templo del Espíritu Santo”; y concluyen que eso implica que el cuerpo no se debe arruinar con tatuajes. Pero, como en la tradición Protestante no hay magisterio o una autoridad central, la prohibición no está en ‘documentos’ oficiales, sino más bien en las homilías de algunos pastores, en circulares y panfletos de la denominación, o en libros dirigidos a jóvenes.

He encontrado en mis investigaciones personas que, por una profunda experiencia de conversión a la religión evangélica, rechazan los tatuajes que se hicieron antes de ese cambio radical en sus vidas. La religión los lleva a arrepentirse del tatuaje recibido. Sin embargo, no hay en los textos de teología reformada ninguna condena “institucional”.

Es importante notar que estas críticas y oposiciones, de católicos y protestantes, muestran también que la gente se tatuaba. No se regula lo que no se hace. Si está la oposición, ¡es porque había tatuajes!

En el libro «Alma, corazón y tinta: Los tatuajes en el cristianismo» exploro la historia y el presente de esa práctica en el mundo cristiano.

¿De dónde vienen los datos?

Para escribir ese libro he utilizado dos tipos de fuentes, que en la jerga académica se denominan (sin ninguna pretensión poética) “primarias” y “secundarias”. Las fuentes primarias son los datos recogidos “en el campo”: imágenes contemporáneas (en redes sociales, cuadros, medios de comunicación, documentales) y fotos de objetos antiguos (vasijas y momias, ya sea latinoamericanas, egipcias o griegas) que muestran imágenes de personas tatuadas. Y sobre todo entrevistas. Empecé con el tema de tatuajes en 2018, y llevo hechas más de 50 entrevistas a personas tatuadas, 24 a tatuadores, y 11 a investigadores de distintas disciplinas (sociología, historia, teología, medicina, antropología). Junto a distintos equipos de investigación con los que he trabajado en diferentes proyectos, hemos recolectado entrevistas en Argentina, Uruguay, Brasil, Perú, México, Estados Unidos, Canadá, España, Inglaterra, Italia, Suecia, Israel y Palestina. Como es información a la que accedí de “primera mano”, se denominan “fuentes primarias”.

Las fuentes secundarias son los textos (libros y artículos académicos) escritos por colegas que investigaron el tema. A veces, han escrito específicamente sobre religión y tatuajes. O, en otros casos, una colega está escribiendo sobre otro tema (el tatuaje en general), y dice algo sobre el tatuaje religioso que me interesó. Algunos usan documentos que no están a mi alcance: obras de teatro griegas del siglo V antes de la era común (en adelante AC), documentos del imperio Persa o Romano, escritos medievales. Hay textos escritos por dramaturgos, filósofos, médicos, misioneros, conquistadores y viajeros que están en archivos remotos, o en idiomas que no leo. Yo construyo mi trabajo sobre lo que estas personas ya han investigado. Porque la información me llega por otras manos, estas fuentes son “secundarias”.

Y con esto terminamos los preámbulos. Vamos pues a meternos en el tema que nos convoca ¿Qué muestran los tatuajes?

¿Qué dicen los tatuajes?

La gente se hace tatuajes, primero y principal, porque le gustan. Muchas personas se los hacen por el puro placer estético. Pero hay otro grupo de gente que, además, se tatúa algo que consideran importante.

Los tatuajes que tienen significado, sirven una doble función. Por un lado, fijan ciertas experiencias, las mantienen vivas en la memoria; por el otro, comunican esas experiencias a los demás. Son la imagen de un sentimiento que se quiere conservar y transmitir. Un sociólogo alemán, de principios del siglo XX, George Simmel, decía que los tatuajes son, a la vez, egoístas (hechos para uno) y altruistas (para otros).

El tatuaje, si bien es muy personal, se hace para comunicar algo. Y eso supone que el otro entiende de que se trata. Por ejemplo, si alguien se tatúa números en cierto orden, asumimos que es una fecha importante, aunque no sepamos el por qué. Los tatuajes son mensaje que se entienden en un contexto, tienen significado para una audiencia. Si uno se tatúa una imagen de la virgen María, comunica algo distinto a lo que dice el tatuaje de un delfín. El hombro de Leonel Messi no dice lo mismo que el de Diego Maradona.

El tatuaje es el símbolo de una experiencia, un recordatorio de los sentimientos y emociones experimentados. Muchos tatuados y tatuadores con quienes hablé, destacan que la imagen grabada en el cuerpo de una persona es una expresión artística de un momento vivido. El dibujo lleva el recuerdo de un tiempo pasado que fue importante en la vida. Zoey Taylor, una tatuadora en West Hollywood, California, afirma que “lo principal que la gente pone en su cuerpo es el recuerdo de algo que ama”.

Diego Maradona mostrando su tatuaje con una imagen del guerrillero argentino Ernesto ‘Che’ Guevara

Traducís una necesidad espiritual en un diseño (…) y ¡te metés en el cuerpo de otro y dejás una marca de por vida!”, me dijo Franco Mirabella, un tatuador cordobés que fue alumno mío hace ¡años! en la Universidad Católica de Córdoba. La memoria se hace carne en los tatuajes.

Jonatal Carducci, un tatuador italiano, afirma que “puedes marcar en tu piel un sentimiento, una emoción especial, un momento particular de tu vida”. Según él, muchos de sus clientes decidieron hacerse un tatuaje en particular porque el diseño “les recuerda a una persona particular […] o una historia especial”.

Los tatuajes, similar a la ropa, los peinados y las alhajas, son decoraciones que marcan la identidad del portador; una forma de comunicación no verbal, con una afirmación doble: nos dice quiénes somos, y cómo queremos que nos vean. “Como te ven te tratan. Si te ven mal te maltratan, si te ven bien te contratan” repite Mirtha Legrand, una conductora de la televisión argentina. El tatuaje es una forma de mostrar algo, de hacer que nos vean de una manera determinada.

El cuerpo es como una hoja en blanco; ropas, peinados, alhajas, tatuajes son formas que tenemos los humanos para comunicar a través del cuerpo. El interior de una persona, su alma, se expresa en su exterior, su cuerpo. Los tatuajes son una negociación entre lo público y lo privado.

El cuerpo no es infinito. Tiene una superficie determinada. Cada tatuaje ocupa un espacio que es único y limitado. Una vez que te tatuaste los brazos, ya está. No hay más brazo que tatuar. Por eso, el tamaño del tatuaje, el lugar del cuerpo en el que se coloca, y la dirección del mismo, son datos importantes.

Los tatuajes que miran hacia fuera, tienden a ser un mensaje dirigido a los otros; los que miran hacia adentro, un recordatorio para uno mismo. Los tatuajes religiosos suelen estar en brazos y torsos. Y, los que están en los antebrazos, suelen “mirar” al propietario.

Tamaño, ubicación y dirección están diferenciados por género: las mujeres suelen tener tatuajes más pequeños que se disimulan fácilmente, mientras que los varones tienen tatuajes más grandes y visibles. Cuando el tatuaje religioso es un texto bíblico, las mujeres suelen tatuarse citas bíblicas que hacen referencia a mujeres. Los tatuajes “de resistencia”, los veremos más adelante, son más comunes entre mujeres.

Las partes religiosas de los tatuajes

La mayoría de los tatuajes, religiosos o no, tienen elementos que son comunes con las religiones. Veamos.

La característica esencial de los tatuajes, de ser a la vez íntimos y abiertos a otros, los acerca a las prácticas religiosas. La religión es algo personal, pero que se comunica. Para la mayoría de las personas, ser alguien “religiosa” es “hacer el bien a otros”. La religión que se queda dentro de uno, que es puramente espiritual, no es tomada en serio. Los tatuajes también hablan de salir de uno mismo, de relaciones humanas. Son una forma de contar al mundo quienes somos, qué pensamos y sentimos.

Discernimiento. Contra la imagen popular de que el primer tatuaje es el impulsivo fruto de una borrachera, la mayoría de las fuentes muestran que la decisión suele pensarse por más de un año. La mayoría de las personas con las que hablé, evaluó pros y contras, variaciones de diseño, partes del cuerpo, seleccionó posibles tatuadoras… Un proceso similar al ‘discernimiento’ religioso.

Francisco, entrevistado en Lima, Perú, pensó su posible tatuaje por algunos meses. Él estaba trabajando activamente en un grupo juvenil franciscano, y quería hacerse la tau, una letra griega similar a la “t”, que identifica a esa congregación católica. Cuando fue a hacerse el tatuaje, el tatuador no lo vio seguro, y le sugirió que se lo hiciera con henna, que no es permanente. Fue una excelente sugerencia. A las pocas semanas, Francisco decidió no tatuarse. No le gustó como quedaba.

Zoe, también limeña, de tradición budista, piensa tatuarse dos flores de cerezo (una por cada hijo). Al momento de la entrevista, tenía el diseño en su cartera, pero no había hecho el tatuaje. Lo miraba cada tanto y lo iba modificando. Llevaba varios meses en este proceso.

Penitencia. La mayoría de las religiones tienen una dimensión “ascética”, esto es cierto control sobre los apetitos corporales. Y esto de dos formas: evitando gustos, y haciendo cosas exigentes. Similar a lo que sucede en la vida cotidiana cuando queremos mejorar la apariencia física: ¡comer menos y moverse más!

Distintos tipos de ayuno, esto es la abstinencia de consumir ciertos alimentos son comunes entre cristianos, judíos y musulmanes; lo mismo que evitar café o alcohol entre mormones, sijes y evangélicos. Por otro lado, están las penitencias, como las caminatas a la gruta de Lourdes. El dolor que implica tatuarse es similar a estas prácticas penitenciales.

Los tatuajes son el resultado de un proceso más o menos doloroso; el dolor es parte del tatuaje. Los tatuajes pueden ser un signo de penitencia, de experimentar con el dolor. Natasha, una tatuadora en formación, dice sobre su primer tatuaje: “Es un ícono de Jesús (…) Pensé “Me encantaría ver cómo se siente físicamente tener una imagen de Cristo en mi espalda”. Natasha dice que los tatuajes son recordatorios “de que puedes soportar ese tipo de dolor durante un largo período de tiempo” (algunos tatuajes demoran más de 8 horas). Debido a este padecimiento, los tatuajes indican fuerza interior y compromiso.

Compromiso. Un tatuaje es el resultado, entonces, de un proceso doloroso. Y además una marca permanente. A diferencia de los vestidos, peinados, alhajas y maquillaje, lo que transmitimos con los tatuajes es para siempre. La religión y los tatuajes son compromisos de largo aliento. Uno se ata a algo que es importante, que no quiere perder, no va a negociar. El tatuaje selecciona una experiencia, una idea, un sentimiento y lo hace permanente. Lo graba en el cuerpo. Esta adhesión a un ideal, que es parte del compromiso religioso, también es parte de los tatuajes importantes.

Narrativa. Los tatuajes importantes, son una forma de hacer que algo se transforme en sagrado. Hay ideas, afectos, convicciones que son más fuertes que otras, que nos dan sentido, orientan nuestra vida. Peter Berger, una estrella de la sociología norteamericana, decía que lo sagrado se opone al caos, que lo sagrado es aquello que ordena la vida, marca las prioridades, define lo importante. De todo lo que nos pasa en la vida, hay algo que es diferente al resto (el nacimiento de una hija, la decisión de un rumbo a seguir, una muerte). El tatuaje “selecciona” ese momento y lo transforma en un acontecimiento distinto al resto, con un significado especial, que sirve como clave de lectura, para mostrar quiénes somos y dónde estamos en la vida.

Religiones y tatuajes sirven para señalar eventos decisivos. El bar mitzvah, la decisión de recibir a Jesús, la primera comunión, marcan la vida de un creyente. Los tatuajes también sirven para contar esa historia: qué eventos han sido importantes, qué relaciones, cuáles lugares. Son símbolos, relatos visuales de experiencias, que marcaron la vida. Por ejemplo, Leonel Messi tiene tatuadas la cara de su madre, las fechas de su casamiento y las del nacimiento de sus hijos.

¿Por qué la gente se hace tatuajes religiosos hoy en día?

Los tatuajes religiosos son una forma de hacer memoria, recuerdan un vínculo establecido entre la persona y lo divino. Y también comunican, cuentan algo: son una declaración espiritual.

Las personas se hacen tatuajes religiosos por diferentes motivos. La mayoría de la gente con la que hablé, tiene tatuajes con algunas de estas características: a) Son “fundacionales”, cuentan una historia, una decisión que ha marcado la vida, un compromiso al que se sienten llamados. Pueden ser valores o ideas que guían a la persona, la elección de un camino. Otros son b) “devocionales”, muestran imágenes sagradas con las que la persona se siente cercana, o la pertenencia a un grupo religioso. Dentro de esos, hay unos que suceden en c) “peregrinaciones”, por eso son un tipo especial: muestran devoción, y también el haber hecho un viaje espiritual.

Para los que creen en algo, pero no se identifican con una religión, el tatuaje es una forma de expresar su vida interior, por eso otra categoría importante es la de los d) tatuajes de los “no afiliados”.

Desde el principio, los tatuajes han sido usados para reclamar el cuerpo: o porque el tatuaje fue la marca de un castigo impuesto, al que luego se le dio otro significado; o porque el tatuaje es la marca de una sanación. Estos son los tatuajes de e) “resistencia”, una forma de re- afirmación, de reclamar el cuerpo. Recuerdan procesos curación, física o psicológica de la persona. Finalmente, hay tatuajes f) “conmemorativos”, que se hacen para mantener presente a difuntos; a los que amamos y perdimos.

A lo largo del libro voy presentando “casos”, como para poner ejemplos actuales, de cada una de estos tipos de tatuajes religiosos, mientras contamos la historia.

El libro «Alma, corazón y tinta: Los tatuajes en el cristianismo» se puede adquirir online aquí.

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Gustavo Morello SJ

Gustavo Morello SJ

Gustavo Morello, SJ. es sacerdote Jesuita y Profesor de Sociología en el Boston College (EEUU). Es Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires.
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