Las asignaturas pendientes en el legado de Francisco: las mujeres y los abusos clericales
por Ana Lourdes Suárez (UNSAM/CONICET)
El Papa Francisco, en tanto líder mundial dejó un legado que el tiempo ayudará a valorar. Su constante énfasis en principios de solidaridad, compasión y apertura hacia todos los seres humanos; su constante acento en que ninguna ni persona es descartable; su especial atención en los sectores que más sufren: los pobres, los migrantes, las minorías étnicas y aquellos que enfrentan la marginación, quedarán como parámetros desde los cuales medir las bases de las sociedades. Además su enfoque en el cuidado del planeta, considerado como la «casa común», y su incansable critica al capitalismo financiero y a la especulación desafían las bases de enfoques políticos que parecen afianzarse. Estas ideas, repetidas insistentemente y reforzadas con gestos concretos y una actitud de vida coherente, plantean un camino que invita a construir una sociedad más justa e inclusiva.
El legado de Francisco al interior de la Iglesia Católica, tuvo en cambio, aciertos y algunas asignaturas pendientes. Los aciertos, en los que no voy a ahondar, refieren, entre otros, a lo que él mismo denominó como una “Iglesia en salida ”, una “Iglesia de puertas abiertas”, que no descarta a nadie. Entre las asignaturas pendientes voy a profundizar en dos temas cruciales: el rol de la mujer en la institución y la forma de afrontar los abusos eclesiales. En ambos temas el pontificado de Francisco logró algunos avances, pero queda aún mucho por hacer, y dependerá del próximo pontificado el curso que finalmente tomen.
El legado de Francisco sobre el papel de las mujeres en la Iglesia. Avances con sabor a poco
Francisco logró algunos pocos avances en relación al acceso de mujeres a roles de gobierno de la Iglesia, sin embargo mantuvo la prohibición a su ordenación tanto al diaconado como al sacerdocio. También criticó frecuentemente la «ideología de género» y recurrió en diversas oportunidades a un lenguaje anticuado sobre las mujeres.
Para la prohibición de la ordenación sacerdotal de mujeres, Francisco sostuvo las palabras de Juan Pablo II, quien en la carta apostólica Ordenatio Sacerdotalis (1994) no sólo negó el acceso de la mujer al sacerdocio, sino que cerró el tema a toda discusión. En Evangelii Gaudium Francisco ratificó que “el sacerdocio reservado a los varones (…) es una cuestión que no se pone en discusión…” . Entendía, y así lo expresó con claridad, que el magisterio de Juan Pablo II “fue claro al respecto… fue un asunto tratado con seriedad y no un capricho”.
Respecto al diaconado, estadío que permite la administración de algunos sacramentos, pero no la asunción de puestos de gobierno en la Iglesia, las esperanzas de que las mujeres pudieran acceder parecían mayores. Francisco convocó en 2016 por primera vez una comisión para estudiar la ordenación de diáconas, tras una solicitud de un grupo de religiosas. La comisión, dijo el Papa en 2019, «no pudo llegar a un acuerdo sobre el papel de las diáconas en los primeros siglos del cristianismo», argumentando así que no podía instaurar un ministerio que no hiciera parte de la tradición. Francisco nunca publicó el informe de esa comisión, ni el de la segunda comisión creada en 2020.
La cuestión del liderazgo de las mujeres se planteó en todos los informes continentales durante el sínodo de tres años sobre la sinodalidad y fue un tema de conversación en las dos cumbres sinodales en Roma en 2023 y 2024. El sínodo, que supuestamente buscaba instancias de horizontalidad en una Iglesia esencialmente jerárquica y clerical, recogía así una fuerte inquietud de varios sectores que entendían que había llegado el momento de dar un paso decisivo. Sin embargo, en línea con la posición de Francisco, el documento final del sínodo esquivó el tema; como afirma J.M Vidal: “El documento les dora la píldora -a las mujeres-, les reconoce que son parte fundamental de la institución y del seguimiento del Maestro, pero no saca conclusiones ”. Primó la posición patriarcal de la Iglesia. En mayo de 2024, el Papa que en un acto de sinceramiento, le dijo a la periodista Norah O’Donnell que se oponía a la ordenación de mujeres como diáconas, sin embargo, afirmó que «este discernimiento debe continuar».
El acceso de las mujeres al orden diaconal/sacerdotal, en síntesis, sigue siendo una asignatura pendiente. Francisco no creía necesario el acceso, aunque, fiel a su actitud pastoral, dejó la puerta semiabierta. La prohibición al orden sagrado de las mujeres evidencia el sesgo patriarcal de la Iglesia, y la incapacidad de reconocer la igualdad entre varones y mujeres ¿Cómo afrontará este tema el próximo pontífice? Se requiere para ello un pontífice deconstruido en términos de género, abierto a las inquietudes de la Iglesia y sobro todo de la sociedad moderna. En el caso de Francisco cuando se trataba del tema de las mujeres en el ministerio, parecía que estaba atrapado no solo en una teología restringida, sino en clichés misóginos. Varias veces sus comentarios informales sobre las mujeres destacaban la maternidad y la familia por encima de los roles fuera del hogar. Recordemos por ejemplo que durante la visita a la Universidad de Lovaina, Francisco dijo: «La mujer es más importante que el hombre, pero es malo cuando la mujer quiere ser hombre», añadiendo que «una mujer dentro del Pueblo de Dios es una hija, una hermana, una madre». Los comentarios llevaron a que la universidad católica en Bélgica emitiera un comunicado en el que expresaban que no estaban de acuerdo con las declaraciones del papa sobre las mujeres.
Si desde la cúpula de la Iglesia no se cambia la actitud hacia las mujeres, y no se las pone en un plano de igualdad a los varones, así como una universidad de Lovaina desafío al papa, seguirá pasando con otras instituciones de la Iglesia. Peor, seguirá la fuerte caída en el número de religiosas (mucho más acentuada que la de los sacerdotes), que ya no le encuentran sentido a estar relegadas a un segundo plano en los ministerios eclesiales.
Mucho se ha ponderado el nombramiento que realizó Francisco de mujeres en roles de algo nivel en el Vaticano. Enhorabuena!! En pleno siglo XXI un Estado conducido enteramente por varones, es muy anacrónico. Durante sus doce años de pontificado Francisco nombró a unas doce mujeres para estos roles, y en los últimos meses de su vida pareció intensificar ese compromiso, designando a la primera mujer para dirigir una oficina importante del Vaticano y eligiendo a una mujer como presidenta del Estado de la Ciudad del Vaticano. Claro que por las oficinas y los pasillos del Vaticano circulan muchas más mujeres que las recién nombradas; muchas de ellas son religiosas dedicadas a tareas de servicio domestico o a tareas administrativas de segundo rango. O sea mujeres al servicio del clero.
Para uno de estos nombramientos de alto rango, el de la Hermana Simona Brambilla como prefecta del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, Francisco tuvo que reformar la burocracia del Vaticano con una nueva constitución apostólica que permitiera que los laicos, incluidas las mujeres, pudieran convertirse en prefectos. Esta importante reforma redundó en que Brambilla recibiera una invitación en tanto prefecta para participar en las congregaciones generales de los cardenales que comenzaron al día siguiente del fallecimiento de Francisco. No votará al nuevo papa, pero participa en las discusiones previas. Un hecho destacable que sienta un importante precedente! Ojalá en el cónclave posterior al que está por comenzar, haya un número importante de mujeres que voten, y mejor aun, si una de ellas pudiera ser votada para estar al frente del pontificado.
Los abusos en la Iglesia. Avances, pero…
El Papa Francisco asumió el pontificado en un momento en que la Iglesia ya enfrentaba el problema de los abusos eclesiales. Su predecesor, Benedicto XVI, había comenzado a dar señales de querer abordarlo con seriedad. Francisco se encontró con un tema que no pudo esquivar, que lo llevaba a admitir prácticas de silenciamiento, de encubrimiento, típicas del accionar eclesial ante estos temas, de las cuales él también hizo parte cuando estaba al frente de la arquidiócesis de Buenos Aires, en las que salvar la imagen de la Iglesia importaba más que mirar a las víctimas.
Durante su pontificado Francisco implementó una serie de decretos y motus proprio que buscan fortalecer los mecanismos de denuncia, responsabilizar a todos los niveles del clero, y proteger a las víctimas, en un esfuerzo por afrontar de manera más efectiva la crisis de abusos en la Iglesia Católica. El más relevante es el Motu Proprio «Vos Estis Lux Mundi» (2019) que establece un nuevo procedimiento para denunciar abusos y delitos sexuales cometidos por miembros del clero, incluyendo a obispos y superiores religiosos. Impone obligaciones de reporte tanto a las víctimas como a los responsables de la Iglesia, y crea una estructura para la supervisión de las denuncias.
Elaboró el escrito luego de su “fallida” visita a Chile en enero 2018, en la que sus desafortunadas palabras hacia víctimas del sacerdote Karadima, generaron fuerte rechazo e indignación. Esa experiencia lo afectó; Francisco comenzó a darles mayor crédito a las víctimas y dar señales de cercanía.
En estos últimos años, siguiendo las directrices del Vaticano, las parroquias, los colegios católicos, las congregaciones religiosas (o sea todas las instancias locales) tuvieron que elaborar protocolos para prevenir abusos. La Iglesia da así la impresión que el tema es abordado y que se avanza. El énfasis en la prevención, sin embargo, es muy poco proporcional al énfasis puesto en la revisión de los discursos y las prácticas eclesiales que están a la base de los abusos. Eso es lo que más les duele a las víctimas. No hay claridad sobre cómo afrontar los casos de abusos de poder, de conciencia, que al igual de los abusos sexuales, han producido enormes daños. El entendimiento sobre la problemática del abuso revela la dimensión institucional del problema; a los abusadores se suma la importante trama de facilitadores y encubridores de víctimas que no son solo niños, sino adultos, muchas de las cuales son mujeres, particularmente religiosas. El derecho canónico debería reformularse para encarar estas diversas facetas de la problemática. En síntesis: afrontar los múltiples frentes que la problemática de los abusos abrió, es uno de los grandes desafíos del nuevo pontífice.
El resarcimiento, la restauración del daño infligido a las víctimas es también un área en la que hubo avances, pero sin directrices claras. El acompañamiento que encuentran los sobrevivientes varía según las instancias locales, lo que desalienta a que otras víctimas confíen que narrar sus abusos no sea más que otra instancia de revictimización. Se tiene la percepción de que los cambios además de insuficientes, se implementan en forma muy lenta. Las víctimas, en síntesis, quedan muy expuestas, revictimizadas o simplemente desalentadas a confiar en la Iglesia.
Creo que uno de los avances más relevantes del pontificado de Francisco en el tema de abusos tuvo lugar pocos días antes de su fallecimiento, cuando se hizo efectiva la disolución de las Siervas del Plan de Dios. Estas habían sido fundadas en 1998 por Luis Fernando Figari, quien en 1971 diera origen al Soladicio de Vida Cristiana que tuvo una rápida difusión en Perú.
La firma del Papa lleva aparejada la fórmula “Approvo in forma especifica”, que quiere decir que Francisco hace suyo el decreto, contra el que no cabe recurso alguno. La consecuencia es clara y el decreto promulga “la supresión del Sodalicio y de todas sus sucursales, que, desde la notificación del presente decreto, se convierten en “entes canónicamente suprimidos”. El decreto establece que “No hay carisma de origen divino. Ni nunca lo hubo. Ni en el tronco central de la organización ni en sus tres ramas”. El decreto del Vaticano establece que la venta de los inmuebles de la organización y todo el dinero de su trama financiera debe utilizarse para resarcir los daños sufridos por las víctimas.
Este decreto, y su enunciado “no hay carisma de origen divino” sienta un importante precedente. Con los legionarios, por ejemplo, no se logró llegar tan lejos pese a que el modus operandi de su fundador, Marcial Maciel, era similar al de Figari.
El próximo pontífice tiene el camino allanado para continuar con esta misma política de supresión. El Soladicio era uno de los varios movimientos nacidos al calor de la supuesta primavera de la Iglesia de los tiempos de Juan Pablo II. Varios de ellos desarrollaron una cultura institucional dañina, que marcó a la organización desde las instancias fundacionales. Ojalá asimismo, que desde el Vaticano, la fórmula “no hay carisma de origen divino” prevenga la creación de nuevas organizaciones, que lamentablemente siguen fundándose, moldeadas con estructuras rígidas proclives al abuso.
Deja una respuesta