Por Alan Apperley, Stephen Jacobs y Mark Jones (introducción al número sobre «Culturas Terapéuticas» en la revista Culture Unbound)
Una publicidad de la «silla terapéutica para el bienestar» marca Miruji promete a sus usuarios no solo un masaje personalizado diseñado para -entre otras cosas- reducir el stress sino también para posibilitar la trasformación de una “mentalidad negativa” hacia una positiva y emprendedora. Esto se logra a través del uso simultáneo de audios “exclusivos” que emplean técnicas de Programación Neurolongüística (PNL). Un cliente satisfecho, citado en la web, atestigua la habilidad de la silla para producir un sentimiento de total relajación y también para alentar la motivación y la autoestima de los usuarios.
Si, después de la sesión de masajes Mijuri/sesión de coaching y PNL, tu autoestima todavía languidece en una depresión, puedes también inscribirte en las grandes reuniones motivacionales de fin de semana de Anthony ‘Tony’ Robbins, como su evento «Desata el Poder Interior» (Unleash the Power Within) que tuvo lugar en el Centro de Convenciones de San José (con una capacidad de 3900 personas) en junio de este año (2014). Las entradas oscilaban entre $995 (la general) y $2595 -el ticket “Diamante Premiere” que incluía la posibilidad de sentarse en las primeras filas (cerca de Tony!) y el acceso al programa «Ultimo Límite” –descripto en la página web de Robbins como el “Sistema #1 de desarrollo personal” y curiosamente disponible para no asistentes por la suma de $299 (+ $14.99 de envío postal).
Los productos motivacionales ofrecidos por Robbins –basados en una versión de la Programación Neurolinguistica- abarcan casi todos los aspectos de la vida, desde el crecimiento y el desarollo personal hasta el amor, la pasión, la salud, la energía, la vida saludable (la marca de Robbin incluye una gama de suplementos de salud para el “equilibrio interno”) y el manejo eficiente del tiempo, la propia vida y el ascenso profesional.
Claro que Robbins es simplemente un proveedor –aunque muy exitoso- de lo que se puede denominar como productos de “autoayuda”, “auto-superación” o “motivacionales”. Actualmente, el alcance de dichos productos es sorprendente, oscilando desde lo específico –como las publicidades de productos para el cabello de L’Oreal, que nos exhortan a comprar sus productos “porque nos los merecemos” – hasta lo más general –secciones enteras en librerías dedicadas a publicaciones (que incluyen, obviamente, CDs y DVDs) hoy integradas bajo la etiqueta ampliamente inclusiva: “Mente, Cuerpo y Espíritu”.
Por más desconcertante que esto pueda ser, una cosa parece totalmente clara: este campo amplio y diverso constituye una industria sumamente lucrativa. Habitualmente, los libros de “Autoayuda” aparecen en las listas de best-sellers de no ficción, y mientras los análisis estadísticos sobre el valor del género se dificultan por la masiva diversidad de textos que pueden ser incluidos, algunos comentaristas afirman que «la autoayuda continúa siendo el género más vendido del mundo» (Groskop 2013: online) con un ingreso total estimado en términos de billones de dólares.
Uno de los “clásicos” del género más recientes –Los siete hábitos de las personas altamente efectivas de Stephen R. Covey, primera edición de 1989- ha vendido hasta la fecha alrededor de 15 millones de copias en todo el mundo únicamente en su versión impresa (el audio libro vendió, además, alrededor de 1,5 millones de copias) y ha dado lugar a una verdadera industria de “hábitos”, con un octavo hábito (El Octavo hábito: de la efectividad a la grandeza) sumado al portfolio en 2004. Otros clásicos del género, como el libro de Dale Carnegie Cómo ganar amigos e influir sobre las personas (de 1936, con una versión revisada y actualizada en 1981) y el libro de Napoleon Hill Piense y hágase Rico (1937) han sido continuamente reeditados desde su primera publicación.
Sin embargo, este fenómeno no debe ser entendido solamente como una industria. Tal como lo demuestra la colección de artículos a la cual este texto sirve de introducción, un ethos terapéutico amplio permea todas las facetas de la cultura, desde la educación (Apperley) y la política social (Simpson & Murr), pasando por la moda (Pierce) y los trabajos de oficio (Morton) hasta el bienestar psicológico y espiritual (Vale; Wright; Jacobs) así como también los contenidos televisivos (El-Shall) y la publicidad (Collingsworth). Además, el ethos terapéutico es ahora un fenómeno completamente global, tal como lo atestigua el alcance internacional de este volumen. Lo que todos estos artículos comparten es el deseo de comprender el carácter de este giro terapéutico que sucede en nuestras culturas, así como también de identificar sus implicancias –para el si mismo (self) de los individuos y para la sociedad-.
Entonces ¿qué pensar de este ethos terapéutico (u “ontosfera” (onthosphere), término que Collingsworth sugiere para pensarlo)? Más allá de esta colección de artículos -aunque reconocido de diversas formas por los colaboradores- este giro terapéutico usualmente ha sido leído como una respuesta a algún tipo de crisis cultural, a pesar de que la naturaleza de esta crisis es en sí misma el objeto de disputa.
Uno de los primeros análisis de la emergencia de una cultura terapéutica – The Triumph of the Therapeutic (El triunfo de lo terapéutico de Rieff) (1966) – la concibió como una reacción ante el colapso de la autoridad religiosa. Otros análisis como el de Lasch en The Culture of Narcissism (La cultura del narcisimo) (1979) visualizaron la emergencia de una cultura terapéutica como respuesta al colapso de la estructura de autoridad a un nivel más general: la religión, pero también la familia, la escuela y la comunidad. Lo que ambos autores compartían era la creencia de que el giro terapéutico representó un giro introspectivo, enraizado en la psicología: “el ensimismamiento define el clima moral de la sociedad contemporánea” (Lasch 1979: 25).
Recientemente, los teóricos han buscado situar el giro terapéutico en relación a los debates sobre la modernidad. Autores como Beck, Giddens y Bauman, por ejemplo, ven en el giro terapéutico una respuesta a las ansiedades creadas por el colapso de certezas con las que la modernidad ha sido asociada. Este análisis también apunta a la dimensión introspectiva, psicológica – una preocupación prioritaria con el self. Tanto la idea de Bauman de modernidad “liquida” (2000), la de Beck de “sociedad del riesgo” (1992) y la noción de Giddens de “modernidad reciente o reflexiva” (1991) proponen desde distintos lugares que, privados de estructuras “solidas”, “estables” o “tradicionales”, por decir, nuestras identidades ya no nos son dadas pre-armadas, sino que deben ser constantemente reconstruídas a través de las elecciones que hacemos. La identidad humana ha sido transformada, en palabras de Bauman, de algo que estaba «dado» hacia una «tarea» por realizar (Bauman 2000: 31).
Además, esta labor –la reconstrucción de la propia identidad- es una de las cuales debemos ocuparnos constantemente. Como propone Giddens, la pregunta relativa a cómo debemos vivir la vida –de quien debemos ser- “debe ser respondida en el día a día en las decisiones que uno toma respecto de cómo actuar, qué vestir y qué comer y tantas otras cosas” (Giddens 1991: 14). En este “mundo en fuga” (Giddens 1999), la ansiedad es una respuesta comprensible a la luz de estas constantes elecciones. Al terminar otro arduo día de construcción de identidad, no es extraño que colapsemos exhaustos –física, psicológica y espiritualmente- en nuestras «sillas de masajes para el bienestar» de Miruji.
Podemos notar en este continuo proyecto de auto-transformación -o auto-conformación- una adecuación al menos parcial con la idea de una cultura terapéutica. Enfrentados a este sinfín de decisiones, ¿es sorprendente que busquemos consejos y orientación en “gurúes” de la autoayuda como Covey y Robbins, o en movimientos como el Arte de Vivir (discutido en este volumen por Jacobs)? En lugar de permitir, en nuestra ignorancia e ingenuidad, ser sacudidos por lo confuso, lo inestable y lo desconocido, preferimos “empoderarnos” con el consejo de un experto.
Pero aquí encontramos una de las tantas paradojas a las que nos enfrenta la cultura terapéutica: entregarnos a las manos de un experto conlleva sus propios riesgos. Parecería que con mucha frecuencia, los discursos sobre la autoayuda, movimiento que se dedica a la idea de empoderar al individuo, implican una especie de entrega al experto terapéutico. Robbins puede exhortarnos a Despertar el Gigante Interior (subtítulo: Cómo tomar el control inmediato de tu vida mental, emocional, física y financiera) pero es él quién nos ayudará a alcanzar este cometido.
La naturaleza casi religiosa de los eventos masivos motivacionales tales como los Fines de Semana «Desata el Poder Interior» que ofrece Robbins no ha pasado desapercibida para los comentaristas y, en algunos casos –como el Arte de Vivir– son explícitamente religiosos a pesar de hacerlo en una forma Nueva Era bastante difusa. Dejando la religión de lado, varios colaboradores de esta colección discuten la naturaleza de la “habilidad” (expertise) en contextos terapéuticos como el tratamiento de la salud mental (Vale), el encuentro psicoanalítico (Wright), y aún el estudio de TV (ver debajo, por ejemplo, la discusión de El-Shall sobre el programa The Dr. Phil Show de la cadena de televisión CBS).
La paradójica relación entre empoderamiento individual (o “autonomía”) y el rol potencialmente manipulador del experto terapéutico es uno de los focos de preocupación, pero también lo es el potencial de un ethos terapéutico para reclutar individuos supuestamente empoderados al orden social. Ya en 1979, Lasch nos alertaba que la personalidad narcisista, a pesar de todos sus deseos por alcanzar “autenticidad y autoconocimiento”, “depende de otros para validar dicha autoestima” (Lasch 1979: 5,10).
Varios de los colaboradores a este dossier (Wright; El-Shall; Vale) ven en la trayectoria introspectiva e individualizante de esta forma terapéutica de ver el mundo, un cambio en la relación entre el individuo (o el ciudadano) y el Estado, y en los tipos de políticas que han venido a caracterizar esta relación. El trabajo de Foucault sobre la “biopolítica”, “gobernabilidad” y el “poder disciplinario” problematiza las relaciones liberales-democrática contractuales o consensuadas entre el Estado y el ciudadano. Similarmente, en la insistencia terapéutica en la responsabilidad del individuo por sí mismo podemos identificar una forma de poder disciplinario que colapsa o socava el rol tradicional del Estado y el ciudadano.
Otros colaboradores a este volumen ven en el giro terapéutico un potencial para reclutar al individuo no solo al orden político, sino también al orden económico (Apperley; Simpson & Murr). Aquí, el giro terapéutico es leído principalmente en términos de un cambio en la naturaleza del capitalismo global – un pasaje de técnicas de producción masivas propias del “Fordismo” y de principios de producción “Tayloristas” hacia la “especialización flexible”, el marketing x “nichos de mercado” y la producción “cronometrada”. Este cambio no solo requiere una reorganización de la mano de obra global, sino también un cambio en su naturaleza, con la “autonomía individual” transformada en “flexibilidad” y “adaptabilidad”, y la “responsabilidad personal” como “aprendizaje de por vida” o “desarrollo continuo profesional”.
Sin embargo, la asociación entre ethos terapéutico y la trayectoria de la modernidad –o capitalismo- no es tan directa como parece. Tal como señala Morton en su estudio sobre los trabajos de oficio en Nueva Escocia a medidados del siglo XX, el proyecto terapéutico puede ser crítico del stress inducido por el ritmo frenético de la modernidad. Hasta podría ser descripto como “antimoderno” en esta romantización de las habilidades rurales tradicionales y sus respectivos estilos de vida.
Tampoco podemos subestimar los beneficios potenciales del giro terapéutico – como Pearce nos recuerda en su estudio sobre el uso de la vestimenta como un medio para forjar una identidad caribeña post colonial fuerte –o más fortalecida. De manera similar, Jacobs argumenta que las enseñanzas del movimiento del Arte de Vivir, a pesar de ser pasibles de lecturas críticas, también podrían llegar a tener el potencial de estimular a sus participantes a ayudar a los menos afortunados. Podríamos responder cínicamente frente al crecimiento de los “estudios de la felicidad” – cuya legitimidad en aumento es ejemplificada por el concepto de “Zar de la Alegría” asignado en 2007 al economista Richard Layard por el gobierno del Reino Unido- y dudar de las afirmaciones acerca de la “Psicología Positiva” que Layard propone (ver la discusión de Wright al respecto en este volumen). Pero, como varios de los autores aquí reconocen, hay recursos disponibles con los que resistir los peligros potenciales con que el giro terapéutico nos presenta. Seguramente, una lectura apropiadamente crítica de este complejo fenómeno admitirá tanto la potencialidad benéfica inherente en su discurso como los peligros que pueda presentar.
Alan Apperley y Stephen Jacobs son Senior Lecturers en Medios, Comunicación y Estudios Culturales en la Universidad de Wolverhampton, en el Reino Unido. Mark Jones es Senior Lecturer en Inglés y en Cultura Popular en la misma universidad.
Traducción al español de Maria Agustina Battaglia y revisión de Alejandro Frigerio.
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