por Alejandro Parra (Universidad Abierta Interamericana)
Primeras editoriales esotéricas
El pensamiento esotérico ha sido percibido como socialmente minoritario, encriptado en un lenguaje de señales, códigos, vocabulario y rituales accesibles sólo para “iniciados” o receptores fieles a la transmisión eficaz de las enseñanzas esotéricas. Además, esta imagen está estrechamente relacionada con una visión del esoterismo como contracultura y rebeldía contra el saber convencional. Sin embargo, la historia de sus editores –uno de sus principales promotores– es una historia rara vez analizada (c.f. Treitel, 2014). A causa del atributo hermético en la transmisión de sus enseñanzas, el esoterismo occidental ha tenido que sobrevivir por fuera de los sistemas educativos convencionales, y en consecuencia ha estado limitado a la tradición oral o a la conservación de manuscritos literalmente “ocultos.” Una consecuencia esperable es que tales enseñanzas –las cuales eran consideradas inviolables para sus agentes y prohibidas para neófitos por fuera de estos círculos– sean sin embargo perpetuadas a través de representantes quienes, antes de su muerte, debían confiarlas a un sucesor competente. Con el surgimiento de la imprenta, y sobre todo la alfabetización social, el impresor resultó el mejor instrumento para tal comunicación.
La publicación de literatura esotérica se remonta a los tiempos de Cornélius Agrippa de Nettesheim (1486-1533), quien recogió todo el conocimiento medieval sobre magia, astrología, alquimia, medicina y filosofía natural. Sin embargo, hasta mediados del siglo XVIII no existía ninguna editorial que explícitamente se ocupase de la publicación de tales obras. Por ejemplo, la mayoría de las primeras publicaciones en la Sociedad Teosófica eran in-home, es decir, los autores esotéricos publicaban sus propios libros o pagaban a las imprentas por publicar (Melzer, 2014). Hoy día, la característica más significativa del mundo esotérico contemporáneo es la enorme riqueza de la información disponible de modo que el surgimiento de la sociedad de la información y la adaptación del ocultismo a una sociedad de información emergente, que comenzó con el así llamado período del “ocultismo capitalista” (Partridge, 2015). Por un lado, la sociedad mostró más interés por las enseñanzas esotéricas que dejaron de ser censuradas por el dominio hegemónico de los intelectuales religiosos (sobre todo entre católicos y protestantes), y por otro, el apetito por estos nuevos saberes comenzó a ser cada vez más evidente por la población general.
A mediados del siglo XIX, la prosperidad de la industria editorial en Europa y en los Estados Unidos y la creciente especialización en las ciencias condujo a muchos editores a clasificar su producción editorial en temas tales como medicina, leyes, ciencias, tecnología, arte y literatura. El ocultismo, por supuesto, no fue la excepción. Por ejemplo, en Francia, Pierre-Gaétan Leymarie (1827-1901) fundó Leymarie Editions en 1871 cuando conoció a Allan Kardec, el codificador de la doctrina espírita de quien fue discípulo, e inició la publicación de Revue Spirite. Oswald Muzte, un reconocido editor en Leipzig y uno de los más importantes en materia de espiritismo, fundó en 1872 y publicó activamente hasta 1920, cientos de títulos (Leonard, 2005; Owen, 2004). Mutze no publicaba solamente libros de ocultismo, sino que era un editor de reconocimiento que abrió una “rama” de literatura ocultista que resultó muy rentable y exitosa. En Londres, John M. Watkins (1875-1947), amigo de Madame Blavatsky, creó la primera editorial ocultista en 1897, que actualmente continúa como editorial y librería. Aunque en Europa, las editoriales tuvieron interrupciones a causa de los períodos de entreguerras, en América, Llewellyn George (1876-1954), además de editor fue autor de una veintena de libros sobre astrología, por ejemplo The Planetary Hour Book en 1907. Finalmente, el más popular y famoso editor ocultista en New York, Samuel Weiser, en 1926, se convirtió en un anticuario de libros esotéricos hasta que en 1956, fundó The Samuel Weiser Publishing, la cual subsiste hasta hoy.
El surgimiento del mercado editorial argentino
Para comprender el contexto en que la literatura comenzó a expandirse, es importante tener presente que durante los años 1879 a 1887, la producción no sólo estaba limitada a la ciudad de Buenos Aires sino que quedó en manos de tres figuras principales: los impresores, los libreros y un tercer grupo menor, los editores, es decir, sin imprenta ni librería (Delgado & Espósito, 2014). Las imprentas ocupaban casi el 75% de la actividad librera, y la ciudad apenas tenía siete u ocho librerías y editoras, casi el 15% del total (Pastormerlo, 2014). Además, los editores podían funcionar como correctores de un manuscrito (una actividad que exigía poseer gran cultura del español y su gramática), traductores o prologuistas, o simplemente, simpatizantes o amigos del autor (De Diego, 2014; Buonocuore, 1974).
Los primeros títulos de esoterismo en Argentina se remontan a mediados del siglo XIX con el advenimiento de las primeras logias masónicas. El político y abogado Miguel Valencia (1799-1870) iniciado en la logia Independencia, fundó en 1857 la primera Obediencia Masónica llamada “Gran Oriente de la Confederación Argentina”. Si bien no fue el único de los primeros títulos, la Imprenta Americana, una de las primeras editoras, publicó el Manual de los Masones Libres del Rio de la Plata en 1856 de noventa páginas, que explicaba los principios éticos y la sabiduría espiritual contenida en la logia.
Respecto a los primeros títulos espiritualistas poco antes de la codificación kardeciana Lecciones Espirituales fue escrito en 1858 por el español Justo de Espada publicado en Imprenta Americana en Buenos Aires. Sin embargo, la Iglesia Católica, alarmada por el crecimiento de estas prácticas, publicó varios títulos condenándolas, entre ellos, un pequeño folleto titulado Discursos filosóficos sobre el magnetismo y espiritismo en 1872 del abad Miguel Angel Mossi (Vallejo, 2015). En 1878, el diputado provincial y uno de los fundadores de la Universidad de La Plata, Rafael Hernández (1840-1903) hermano de José Hernández, autor del Martin Fierro, incursionó en la masonería y adhirió luego al espiritismo (Quereilhac, 2012). La imprenta Félix Lajouane publicó Espiritismo y Locura: Sus relaciones recíprocas del médico Wilfrido Rodríguez de la Torre en 1886, prologado por el médico José María Ramos Mejía, como una fuerte crítica a las prácticas espiritistas como conducentes a la locura (Vallejo, 2016). Ese mismo año, la imprenta Stille & Laas publica Maravillas del Hipnotismo de George Borda, el primer manual médico de hipnosis rioplatense para la intervención terapéutica (Vallejo, 2015; Vallejo & Correa, 2019). Estos títulos son un ejemplo del incipiente interés por tales temas y las controversias generadas en el corazón de la élite culta que dominó la así llamada generación del ochenta en el siglo XIX.
Emilio de Mársico: El primer editor esoterista
Emilio de Mársico (1857-1917), un inmigrante italiano traído a Buenos Aires desde muy pequeño con su familia en el oficio de libreros en Milán, inició tempranamente su interés por la impresión de libros hacia fines de 1870. Fue miembro de varias logias, entre ellas, la masonería con firmes convicciones espiritualistas, el espiritismo kardeciano y luego la teosofía. En 1880, colocó un local en la esquina de la calle Perú 195-197 (esq. Venezuela) para encuadernar y luego para imprimir. A partir de 1880, de Mársico imprimió docenas de libros de derecho y algunas obras literarias. Entre 1880 y 1890, de Mársico adhirió explícitamente al movimiento espiritista y desde entonces entabló fuertes lazos con varios de sus líderes, como el hacendado Felipe Senillosa (1838-1906) y principalmente con Cosme Mariño (1847-1927), uno de los miembros más representativos del movimiento kardeciano en Argentina (Gimeno, Corbetta, & Savall, 2014).
En su “Librería de Los Estudiantes”, entre 1890 a 1905, exhibió docenas de títulos de varias sociedades espiritistas españolas y publicó folletos pequeños con un propósito más evangelizador que comercial. En un pie de página de su Catálogo escribió: “Advierto a los hermanos en creencia, que tengan algún trabajo inédito sobre Espiritismo, que consideran de interés general, y que quieran publicarlo, me lo remitan, pues siendo asi me encargo de imprimirlo por mi cuenta y riesgo.” (p. xix). En 1899, Emilio de Mársico creó la colección “Biblioteca Espiritista” para reproducir, no sólo los títulos de Kardec y otros autores pos-kardecianos, sino también “proporcionar lecturas gratis a los hermanos menesterosos que desean estudiar tan consoladora doctrina, y cobrará cincuenta centavos solo mensualmente a quien quiera pagarlos, para la adquisición de obras modernas.” (c.f. Navarro Viola, 1886, 1887, 1888).
De Mársico era representante exclusivo de tres editoriales españolas: Biblioteca Orientalista de R. Maynadé y Casa-Editorial Carbonell y Esteva ambas en Barcelona, y Biblioteca “La Irradiación” de Madrid, porque estaba claramente convencido de la doctrina espiritista por sobre cualquier otra práctica espiritualista. En forma simultánea, también instala una pequeña imprenta en la ciudad de La Plata, donde ya funcionaba como impresor y editor (de Mársico, 1905). Poco a poco, de Mársico abandonó su emprendimiento como impresor y editor, y desde 1905 adoptó la importación de libros desde España, lo cual obligó a nutrir su pequeña librería platense de muchos más títulos, más baratos y de mejor calidad en su Librería Orientalista.
Aunque otros autores se han ocupado de la historia de los grupos esotéricos (Bubello, 2010; Pelúas, 2014) y religiosos (Bianchi, 2004) argentinos, el movimiento teosófico porteño fue el punto de encuentro de docenas de intelectuales vanguardistas, entre ellos Emilio de Mársico. La Sociedad Teosófica en Buenos Aires surgió en 1875 (Olivares, 1945). Su primera “rama” o grupo se organizó bajo el nombre de “Luz”. Allí se encontraban escritores, políticos e intelectuales como Leopoldo Lugones, Alejandro Sorondo, Joaquín V. González y Alfredo L. Palacios (Quereilhac, 2012, 2013), y varios espiritistas y masones, como Manuel Frascara y Rafael Hernández, respectivamente. Todos ellos participaron de esta “coherencia esotérica occidental” que dominó el pensamiento positivista del período de entresiglos (Quereilhac, 2016), y sobretodo las representaciones intelectuales del orientalismo (Bergel, 2010; Gasquet, 2008) que moldearon el pensamiento occidental de la época.
Emilio de Mársico comenzó a importar más de cien títulos nuevos a su amplio catálogo, como las obras de H.P. Blavatsky, Henry Olcott, Charles Leadbeater, Annie Besant, Alfred Sinnett, entre otros. Rápidamente, el catálogo de Emilio de Mársico se convirtió en lo más “ecléctico,” con una variedad de títulos y temas, tales como religiones, misticismo, masonería, y rosacrucismo. Sin embargo, en Febrero de 1907, Emilio de Mársico sufrió un severo problema de salud que lo distanció de su actividad comercial. Comunicó sus problemas de salud a José Melián, por entonces Presidente de la rama Vi-Dharmah de Buenos Aires, y a consecuencia de ello, Melián encontró a un joven teósofo recién desembarcado que solía visitar a la rama, a quien le encomendó ocuparse de recuperar el patrimonio librero de Emilio de Mársico.
La labor editorial de Nicolás Kier
Sus comienzos (1907-1920)
En 1907, Niklæs [Nicolás] Berhard Kier, llegó a Buenos Aires con la esperanza de encontrar un mejor futuro en una nueva tierra con deseos de crecimiento y desarrollo. Era un ávido lector con buen dominio de español debido a que había pasado algún tiempo en España antes de visitar Buenos Aires. Dotado de un espíritu culto y una rectitud moral intachable, tal como lo recuerdan algunos testimonios, Kier nació en Copenhague el 6 de Marzo de 1865, era hijo de Niels B. Kier y Anne Marie Knud (MyHeritage.com). A los 42 años, recibió el pedido de Melián para hacerse del fondo editorial dejado por Emilio de Mársico y crear una librería dotada principalmente de títulos de teosofía en la ciudad de Buenos Aires, mucho más cerca que La Plata y también del centro de atención de la comunidad teosófica. El propósito era desarrollar un prometedor negocio hacia los principios de las prácticas esotéricas de todas las corrientes de la época y su principal foco de atención en la teosofía y el naturismo.
El apoyo y la influencia de Alejandro Sorondo Ramos (1855-1934), geógrafo y secretario de la Cámara de Diputados, junto a un núcleo de teósofos porteños, impulsó a Kier para abrir un pequeño local en la calle Suipacha 832 en la ciudad de Buenos Aires, llamado inicialmente “Librería Teosófica.” Kier comenzó una serie de tertulias (un equivalente funcional a pequeños grupos de estudio) para instruir en las enseñanzas teosóficas (Olivares, 1945). Kier también mostró interés en el catálogo de Emilio de Mársico y adoptó la iniciativa de la Biblioteca Orientalista de Ramón Maynadé Sallent (1888-1968), creada en 1901 (c.f. Maynadé, 1912, 1931), de modo que incorporó no sólo a la teosofía, sino también a otras doctrinas de incipiente surgimiento, como el rosacrucismo y la antroposofía. Además, como Emilio de Mársico, Kier también fue miembro de la Sociedad Teosófica de Barcelona.
En 1912, Kier inició la publicación de la revista La Estrella de Occidente, que sustituyó al periódico teosófico mensual La Verdad que editaba Vi-Dharmah entre 1901 a 1911. Esta revista resultó exitosa por dos razones: primero, alcanzó una amplia distribución al resto de países de América hispanoparlante y segundo, el “Extracto de Catálogo”[1] en sus primeras páginas ofrecía los libros bajo tres tipos de encuadernación (rústica, tela y pasta) siendo los de rústica más baratos (en promedio, un peso con cincuenta centavos) y pasta los más caros (en promedio, dos pesos con cincuenta), cuya diferencia en precio y calidad permitieron que fueran accesibles a las clases populares. Entre 1912 a 1920, Kier se ocupó a pleno en tareas de importación de los títulos que provenían del Catálogo de la Librería de España. Además, la revista-catálogo La Estrella de Occidente llegó a alcanzar los dos mil ejemplares de tiraje mensual en sus primeros años, y se publicó mensualmente en forma ininterrumpida, pero con un tiraje algo menor, hasta 1944. Los primeros libros más conocidos fueron Concepto Rosacruz del Cosmos de Max Heindel, Más Allá de la Muerte de Charles Leadbeater, Dogma y Ritual de la Alta Magia de Eliphas Levy, Magia Práctica de Papus, El Budhismo Esotérico de A. P. Sinnet, las primeras ediciones de Annie Besant, Mme. Blavatsky, Mabel Collins, y varios títulos en español del magnetizador francés Henri Durville, y espiritismo por los franceses Allan Kardec, Gabriel Delanne, Leon Denis y la española Amalia Domingo Soler.
Además, Kier comenzó una amplia política de expansión en América Latina y los Estados Unidos. Mantuvo un intercambio entre La Estrella de Occidente con revistas espiritistas, y también estrechó lazos con órdenes, hermandades, ramas teosóficas, fraternidades y grupos espiritualistas y espiritistas muy divergentes entre sí –incluso algunos de ellos en conflictos recíprocos. Pero para casi todos ellos, su “catálogo de títulos por importación” fue el único núcleo de interés en grupos de estudios, cursos y conferencias en Buenos Aires, Montevideo, Santiago y otras capitales. Nicolás Kier tuvo una “cintura” admirable para confraternizar con todos los grupos de la época lejos de toda mezquindad y arrogancia. Las sociedades espiritistas y teosóficas, donde también anunciaba su catálogo, eran las revistas Fraternidad, Constancia, y La Verdad publicadas por sociedades espiritistas de orientación kardeciana, y Ondas Buddhicas de la Sociedad Teosófica.[2]
En 1915, Nicolás Kier incorporó un rubro hasta entonces poco convencional: el naturismo. Las prácticas naturistas comenzaron como una forma de protesta contra la industrialización de los alimentos (Spencer, 1993) en los Estados Unidos. Kier era un firme practicante del naturismo, y según sus clientes y otros editores colegas, acostumbraba “desayunar todas las mañanas un caldo de varios tipos de verduras” lo cual mostraba su fidelidad a la militancia por la alimentación saludable en aquella época.[3] Además, su librería representaba a varias de las principales revistas, como Natura, una revista mensual de la Asociación Vegetarista (creada en 1894) e Higiene y Salud, ambas de Montevideo, entre otras entidades. No estaba casado ni tenía hijos. A pesar de llevar una vida reservada, algunos testimonios confiables lo describen como un hombre usualmente introvertido pero muy solidario, que vivía en la misma librería. Obsequiaba cuadernos y lápices, e incluso enseñaba a leer y a escribir a los hijos de las domésticas de las aristocráticas casas del vecindario (Pibernus [H.], 2019).
En Diciembre de 1918 se fundó la Biblioteca Teosófica Argentina (BTA), una entidad inicialmente dependiente de la Sociedad Teosófica, que exigía a sus miembros lecturas obligatorias de su literatura antes de formar parte de la Sociedad. La BTA comenzó su labor meses antes de su constitución definitiva a raíz de una iniciativa de Nicasio Bindayán, Eduardo Melgar y Alfredo N. Escardó en el seno de la rama Teosófica “Vi-Dharmah”, a la que Kier pertenecía y para la cual sus miembros compraban o donaban los títulos de su fondo. De este modo, poco a poco, entre 1920 a 1925, Kier adicionaba nuevos rubros a su librería hasta que en 1926, cambia a un nuevo y más amplio local en la calle Talcahuano 1075 de la ciudad de Buenos Aires, y lanza una modesta plataforma editorial bajo la denominación “Nicolás B. Kier Editor” y luego “Editorial Kier.”
En 1920, Kier ya había publicado algunos de sus primeros títulos con sello propio, ¿Qué es la Teosofía? de “Nemo” pseudónimo de Francisco de Montoliu y de Togores (1861-1892), un joven ingeniero agrónomo, abogado, y teósofo español, que Kier reprodujo de su versión original de 1890, entre otros títulos, como Jesús: El filósofo por excelencia en 1929 del anarquista y pacifista venezolano Carlos Brandt (1875-1964), y varios títulos de medicina natural, como El Diagnóstico por el Iris del “Doctor Vander” (pseudónimo del médico holando-español Adrian Van Der Put Vermuden, 1890-1973) que habían sido publicados en España entre 1914 a 1920 durante el gobierno de Primo de Rivera en España (1923-1930) y Mis Observaciones Clínicas Sobre el Limón, el Ajo y la Cebolla del médico naturista ítalo-catalán Nicolás Capo (1899-1977), que fue durante décadas un éxito editorial para Kier, con al menos 30 ediciones y reimpresiones desde su primera publicación en 1939.[4]
La emergencia del editor moderno (1920-1937)
El estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914, provocó una retirada transitoria de las principales casas editoras provenientes de las naciones en conflicto, lo que permitió la ganancia de un espacio vacante de un mercado en expansión que obligó a los libreros y editores argentinos a una excelente oportunidad para publicar, no sólo en Argentina, sino también distribuir sus obras a otros países de América Latina (Romero, 2007; Gasió, 2008). Sin embargo, la emergencia de la industria editorial argentina se alcanzó desde mediados de la década del treinta hasta 1956, la cual estuvo directamente ligada al nacimiento de casas editoriales en Argentina. En efecto, la Guerra Civil Española (1936-1939) generó un éxodo de editores y casas editoriales hacia América Latina, en especial a Argentina y México, lo cual produjo un impacto favorable de nuevos puestos de trabajo en la industria editorial de ambos países (Martínez Martín, 2002). En cualquier caso, fueron probablemente razones políticas las que produjeron el alejamiento de tantos editores que no simpatizaban con el régimen republicano y se exiliaron del franquismo (Espósito, 2010). Hacia fines de la década del cuarenta, los autores que publicaron sus obras son una abrumadora mayoría de extranjeros, especialmente españoles (ver Martínez Martín, 2002; Moret, 2002).[5]
Por su parte, Kier incrementó su fondo durante este período, y lo agrupó en seis secciones según su catálogo de 1931:[6] Teosofía (con casi 400 títulos), Rosacrucismo de Max Heindel (17 títulos), Gnosticismo (11 títulos), Espiritismo y Metapsíquica (casi 260 títulos), Magnetismo e Hipnosis (casi 100 títulos), y autores como Swami Vivekananda (18 títulos), Yogi Ramacharaka (20 títulos), y Swami Panchadasi (13 títulos), el hindú Rabindranath Tagore (23 títulos), que había visitado Argentina en 1924, entre otros. Incorporó otros rubros, tales como Astrología, y una línea de títulos que comenzaba a ser un éxito en el período de entreguerras, principalmente en los Estados Unidos: la Medicina Natural, la Cultura y Civismo (por ej. educación o “poder” de la voluntad, dominio de si mismo, entrenar la memoria, claves para tener éxito, etc.), y las prácticas de higiene mental y “ser buena esposa o buen hijo”. También importó libros en otros idiomas, principalmente, inglés, francés, alemán, italiano, y portugués. Su librería exhibía retratos y postales para decorar (Jesús, Mme. Blavatsky, Krishnamurti, Pancho Sierra, Amado Nervo, etc.), e incluso tenía un espacio para títulos usados y libros “averiados”. Además, los años treinta y cuarenta eran tiempos de gran cooperación entre librerías: casi todo el rubro editorial y librero por entonces reconocía a Kier como líder en “temas de ocultismo, espiritismo y astrología” y a menudo recomendaban a sus clientes visitar la librería en la calle Talcahuano para conseguir estos temas (García, 1965).
A sus sesenta años, Nicolás Kier recibe a un joven culto y prometedor que –a la postre– sería el heredero de su legado y con quien aprenderá el nuevo y singular rubro de la literatura “ocultista”: José Antonio Pibernus (1906-1976). Atraído por la teosofía y el orientalismo (Gasquet, 2008), Pibernus participaba regularmente en las tertulias organizadas por Nicolás Kier en 1926. Comenzó trabajando como vendedor cuando ingresó al nuevo local de la calle Talcahuano 1045 (Pibernus [H], 2019). La expansión de la Librería se produjo cuando Pibernus tomó la conducción de la empresa editorial, alentado por el interés popular del libro argentino.
En 1938, tuvo lugar el Primer Congreso de Editores e Impresores Argentinos (CEIA) que continuó como Sociedad de Editores Argentinos (SEA), y después, Cámara Argentina del Libro (CAL). Entre las 52 empresas editoriales nucleadas, se agrupaban por primera vez las “casas especializadas” en géneros editoriales, tanto libro educativo (entre ellas Kapelusz) como empresas de libro técnico, como Hobby —que además editaba la revista homónima. Valerio Abeledo especializado en el libro jurídico, Moly y Laserre representante del libro católico, y Kier como la editorial de “libros de filosofía hindú, religiones comparadas, obras de divulgación médica, astronomía, astrología, masonería y psicología” (Giuliani, 2016, p. 95).
La “Era de Oro” de Editorial Kier (1941-1955)
Entre 1941 a 1955, Pibernus controló prácticamente todo el fondo editorial y tomó definitivamente su nombre como “Editorial Kier” en 1944, en homenaje a su mentor (Olivares, 1945). En 1946, Kier se retira de la librería, ahora bajo el cuidado de Pibernus, hasta su muerte en Marzo de 1947. Como parte de su nueva política de expansión, Pibernus firmó acuerdos de derechos con un gran número de editores y autores españoles para reimprimir y distribuir títulos antiguos y los más recientes, con énfasis no sólo en teosofía sino también en espiritismo, y dominio de la voluntad (un antecedente a la posterior literatura de autoayuda), que intersectaba temas de psicología popular con técnicas hipnóticas (también conocidas como “magnetismo personal”).[7] Además, muchos títulos se comenzaron a publicar por recomendación de los propios lectores, o por “intuición editorial” (que podía o no ser exitosa), o porque funcionaban bien en otros países (Editorial Kier, 1954).
Debido a que un gran número de títulos ya habían sido publicados, muchos lectores, clientes y aficionados que visitaban la librería cooperaron en tareas de traducción voluntaria y revisión de traducciones, y así reimprimir las versiones corregidas de clásicos de la literatura hindú, el naturismo (originalmente introducido por el propio Kier), la masonería, el rosacrucismo, la antroposofía, el gnosticismo, y temas de medicina popular. Si bien Editorial Kier era única en ese aspecto, otros editores también crearon fondos más modestos para satisfacer la demanda de estos títulos.[8] Por entonces, debido a que no existían las traducciones profesionales, muchos lectores pudieron ocuparse de estas tareas como parte de un servicio a su propia pertenencia a la orden. Incluso la mayoría de los títulos de Kier, en el campo del cuidado de la salud, tenían como propósito principal aconsejar y divulgar prácticas higiénicas en línea con las ideas eugenésicas que continuaron hasta avanzada la década del sesenta (Miranda & Vallejo, 2005).
Algunos de los títulos más frecuentes entre 1941 a 1945 fueron de astrología, que hasta entonces estaba en manos de expertos españoles, particularmente el Tratado de Astrología de Alpherat (pseudónimo del astrólogo español Enrique Puga Sabaté, 1895-1959) en 1939, que estaba exiliado del franquismo, Astrología Racional en 1945 del médico alemán radicado en Argentina Adolfo Weiss (1888-1956), La Astrología como Ciencia Oculta del músico y astrólogo alemán Oskar Adler (1875-1955) en 1946, y las obras de numerología y astrología del español Jesús Iglesias Janeiro (1893-1968), entre 1944 y 1948, y con más de cincuenta ediciones y reimpresiones. También se publicaron las obras de naturismo, y las obras de antroposofía de Rudolf Steiner (pseudónimo de Rudolf Joseph Lorenz Steiner, 1861-1925) y las de Dion Fortune (pseudónimo de Violet M. Firth, 1891-1946) La preparación y el trabajo del iniciado en 1940, y La Cábala Mística en 1944. Estos fueron títulos de consulta y lectura obligada en varias ramas teosóficas de todo el país y en América Latina. Las obras de Swami Panchadasi (otro pseudónimo de William Walker Atkinson) y Swami Vivekananda (pseudónimo de Narendranātha Dātta, 1863-1902) resultaron de interés para muchos intelectuales algunos de los cuales ya los habían leído en inglés original, como la escritora y ensayista argentina Victoria Ocampo (1890-1979) entre muchos otros (Gasquet, 2008).
A principios de los años cuarenta, Pibernus creó colecciones o bibliotecas que sirvieron al propósito de nuclear y organizar mejor los títulos de su fondo editorial. La primera fue la colección “Orientalista” que inicialmente publicó doce autores pero que en su catálogo de 1954 había crecido a cincuenta. Luego se agregó la colección “Miscelánea”, “Biblioteca Científico Espiritual”, colección “Alpherat” (la primera con una docena de títulos sólo de astrología con este autor), colección “Hermes”, “Biblioteca Las Maravillas”, colección “Medicina Natural” y “Libros Masónicos”. Todas éstas dominaron el catálogo de libros con una producción hasta entonces insuperable en América Latina. A mediados de los años cincuenta, el fondo contó con más de 800 títulos en catálogo cuya distribución alcanzó varios países limítrofes, incluyendo México, Perú, Chile y Brasil.
También al inicio de los años cuarenta, los astrólogos Jose Elías Bucheli (1895-1950) y su esposa Elizabeth [Ely] de Bucheli suscribieron un contrato que se perpetuó hasta 1974 para la producción anual de una guía astrológica, conocida como Anuario Americano Kier. El Anuario se editaba pocos meses antes de cada año, anunciado con un “digesto anual de información astrológica, esotérica, americanista, orientalista, espiritualista y de otras materas afines, totalmente independiente” cuyo propósito era nuclear desde información útil para la composición de cartas astrológicas con tablas de los registros solares hasta artículos cortos escritos por varios de los autores que publicaban en Kier, entre otros temas. Atravesó varias etapas en su contenido, pero mantuvo su regularidad desde 1934 al 2000, cuando comenzó en Chile bajo el nombre de Almanaque Astrológico publicado por el Círculo Éxito Mental que dirigía Hagal o Hermano Hagal (pseudónimo de J.E. Bucheli y su esposa, con quien escribía). Ambos tenían una red de colaboradores y lectores en logias, fraternidades y hermandades de casi todos los grupos esótericos latinoamericanos, teósofos, espiritistas, rosacruces, martinistas, masones y sobre todo astrólogos locales en tiempos en que tales cálculos se hacían mediante las tablas que podían ser consultadas en su Anuario.
En 1948, Kier llevó a cabo uno de los desafíos editoriales más impresionantes de la década: el Diccionario Enciclopédico de la Masonería, una obra en tres tomos de 2700 páginas de la que se imprimieron no más de 200 copias porque se debía comprar en forma anticipada para sucesivas reimpresiones. La obra estaba encuadernada a mano con tapas en cuerina y grabado en oro, y contenía el análisis de los ritos masones, y una compilación de estatutos, reglamentos y convenciones de la observancia masónica, la historia de la orden hasta los últimos convenios internacionales, la célebre Carta de Colonia, las Regulaciones Generales de 1772, y las Constituciones de Federico el Grande. Este diccionario enciclopédico resultó una obra de consulta obligada para los masones argentinos y latinoamericanos. Originalmente fue escrito y ordenado por Lorenzo Frau Abrines, un maestro masón y grado 33 del Rito escocés, aunque parece que en la elaboración de la obra intervinieron varios otros autores bajo la dirección de Rosendo Arús y Arderiu, Gran Maestro de la Gran Logia Regional Catalana Balear. El Diccionario ha tenido varias ediciones en versiones abreviadas en 1960, y publicados por varias editoriales, en México en 1976, aunque la versión original se publicó en La Habana en 1883 por Editorial “La Propaganda Literaria.”
Después de La Estrella de Occidente, Pibernus decidió lanzar once números de una revista de corte similar que funcionó como difusora de las novedades editoriales entre sus lectores y otros editores, la Revista Kier, entre 1947 y 1949. Pibernus introdujo el concepto de “ciencias conjeturales” y publicó artículos sobre telepatía, proyección del cuerpo astral, y espiritismo y metapsíquica, así como cosmobiología (astrología y biología), grafología, quirología, y varios títulos del “Emersonismo” de Ralph Waldo Emerson (1803–1882), el escritor, filósofo y poeta americano y líder del movimiento trascendentalista cuyas enseñanzas contribuyeron al desarrollo del movimiento del “Nuevo Pensamiento” inspirado en la literatura hindú. Este movimiento produjo el género que inspiró la literatura sobre técnicas de autosuperación personal, vencer la timidez, fortalecimiento de la voluntad y la autoestima que se anticipó a la literatura de autoayuda moderna. También produjo varias obras en esa línea, como la Enciclopedia Utilidad de J. Iglesias Janeiro en 1943, de mil páginas y trescientos grabados, y Autosuperación Integral en 1946. Este “autor estrella” para Editorial Kier, proporcionaba consejos de economía doméstica, higiene, magnetismo, reglas sociales y urbanidad, construcción de dispositivos mecánicos (“inventos”), consejos de botánica y agricultura popular, y ciencia recreativa para escuelas y docentes.
El rosacrucismo ingresó a la editorial Kier en un período similar, reproduciendo algunos de los títulos de Max Heindel de 1930 publicados en España por Libreria Sintes (Librería Sintes, 1925). Por ejemplo, entre 1947 a 1955, Pibernus reimprimió con permisos once títulos del astrólogo danés-americano Max Heindel (pseudónimo de Carl Louis Fredrik Grasshoff, 1865-1919), el fundador del movimiento rosacruz, las obras del médico Reuben Swinburne Clymer (1878-1966) y de Henrich Arnold Krumm-Heller (1876-1949), médico militar y fundador de la Fraternidad Rosacruz, que actuó como agente de la inteligencia naval alemana durante la revolución mexicana y la Primera Guerra Mundial. Este modelo de expansión y el atractivo popular del “ocultismo” transformó radicalmente a la editorial al punto que la producción aumentó exponencialmente entre 1945 a 1955, sobre todo en línea con el crecimiento sostenido de la impresión argentina de libros y la capacidad de distribución y exportación. José Antonio Pibernus incorporó a sus hermanos Segundo (1904-1974), Alberto (1909-1996), y Alfonso (1916-1990, que era relojero de oficio), y a un amigo de la familia, José Grigna (conocido como “Don Pedro”, 1915-1994).
Hasta 1954, el catálogo había logrado exhibir más de 2000 títulos en su librería, y unas 300 ediciones de sello propio, que incluía la colección “Orientalista”, colección “Miscelánea”, “Biblioteca Científico-Espiritual”, la casi totalidad de obras de Jiddu Krishnamurti (1895-1986), colección “Luces Eternas”, colección “Libros Rosacruces”, colección “Ciencia Espiritual” (cuya lista contenía más de 200 títulos) con obras del escritor ruso Pedro Ouspensky (pseudónimo de Peter Demianovich Ouspensky, 1878–1947) basado en las enseñanzas del “Cuarto Camino”, y el más conocido Psicología de la Posible Evolución del Hombre junto a George Ivánovich Gurdjieff (1866–1949) en 1954. Las así llamadas “ciencias conjeturales” fueron ocupando un espacio cada vez mayor en el catálogo y la librería, incluyendo temas emergentes bajo la categoría “caracterología”: grafología, astrología, quirosofía o quirología, interpretación de sueños, radiestesia, medicina natural, puericultura (crianza del niño –esta denominación aún continúa en algunos países de América Latina), cultura física (defensa personal occidental, gimnasia, y atletismo), homeopatía, y sexualismo o cultura sexual (que se anticipó a la sexología contemporánea).
Otros temas que también formaron parte del catálogo de librería (no de la editorial) en aquellos años incluyeron la prestidigitación e ilusionismo, la astronomía, la psicología y el psicoanálisis (cuya lista incluía más de 300 títulos), ensayos de filosofía en línea con el existencialismo, la psiquiatría y la hipnosis (que estaba bajo el dominio médico), mnemotécnica y mentalismo, y orientación personal, por ejemplo, manuales para desempeñar tareas “eficientes” como secretaria, oratoria, taquigrafía, relaciones sociales, oficios varios, y consejos para el éxito en los negocios y las ventas. Estos temas también marcaron la identidad de la librería, incluyendo un gran número de títulos con el propósito de atraer a lectores sensibles a otras orientaciones literarias próximas al esoterismo y la espiritualidad, por ejemplo, Historia y Mitología, Biografías, Novelas clásicas, Diccionarios y Enciclopedias, Juegos (por ej. Ajedrez, Bridge, etc.), Música y Ballet, Poesía, Arte y Dibujo, Teatro, y algunos títulos escolares y literatura infantil. A principios de los años cincuenta, Pibernus dotó a la librería de títulos más cercanos a los intereses de los lectores en general, y de esta forma, evitar que la librería sólo sea reconocida como una “cueva de lectores de ocultismo” que podían ser vistos como raros y extravagantes. En 1954, Pibernus relanzó otra publicación en sustitución a la Revista Kier –que cesó por razones económicas: Boletín Kier bajo el slogan “Editorial Kier: Una organización al servicio de la literatura esotérica.” Era la primera vez que la expresión esoterismo sustituía a “ocultismo.”
(sigue en la próxima entrada del blog…)
Ilustraciones: tomadas de la versión larga de este artículo, publicada originalmente en el Boletín Electrónico de Parapsicología, septiembre de 2020.
[1] Ver La Estrella de Occidente: Revista Cosmosófica, Vol.3, No.32, Marzo 1915.
[2] Las revistas esotéricas/ocultistas argentinas merecen una revisión aparte. Aunque cumplieron un rol bastante inestable en comparación con los libros, su distribución y alcance usualmente estaba limitado a un grupo de miembros de órdenes y logias. Los espiritistas primero y los teósofos más tarde, fueron los primeros editores de publicaciones regulares, pero los espiritistas resultaron más exitosos y rigurosos a través de sus principales publicaciones, como las revistas Constancia y Fraternidad, entre otras, en comparación con La Verdad o Philadelphia de los grupos teosóficos, que tuvieron vidas cortas. Sin embargo, una revista que contribuyó a “horizontalizar” a las diversas agrupaciones fue la revista Sophia, fundada en 1937 por Francisco Brualla (1879-1951), un español radicado en Argentina, discípulo de la teósofa Alice Bailey (1880-1949) en la Arkana School. En 1964, la revista pasó a llamarse Conocimiento de la Nueva Era publicada mensualmente entre 1964 a 1984 a cargo de Clara A. Carteri, que contó con el apoyo de Editorial Kier para anunciar sus novedades editoriales. Continuó Adolfo Bruziks hasta 1988, con un total de 600 números a lo largo de 43 años de existencia continua.
[3] En 1847 nace la primera sociedad vegetariana en el Reino Unido, y en 1906 surge la Unión Vegetariana Internacional como unión de todas las sociedades. Algunos testimonios indican que Nicolás Kier además de naturista, practicaba el nudismo.
[4] Sin embargo, Kier no fue el primer editor “quijote” en este territorio. La popularidad de las enseñanzas teosóficas sedujeron a otros editores argentinos, como Juan B. Roldán, dueño de la Editorial y Librería “La Facultad”, quien publicó al menos siete títulos de Yogui Ramacharaka (pseudónimo de William Walker Atkinson, 1862-1932), entre otros.
[5] En este contexto, aunque el libro espiritual es un rubro singular, la espiritualidad argentina abarcó matices que van desde la “clásica”, construída generalmente por las religiones mayoritarias si nos remotamos a editores como Carlos Lohlé y los hermanos Luchía Puig (ambos editores católicos, ver Miranda, 2017), por ejemplo, el catolicismo representado por editoriales Agape, Bonum, Claretiana o San Pablo hasta tradiciones místicas o espiritualidades “alternativas” provenientes del judaísmo (Editorial Sigal del rabino Rubén Sigal), u otros grupos minoritarios.
[6] Ver La Estrella de Occidente: Revista Cosmosófica, Vol. 9, No.103, Diciembre 1931.
[7] Ver Entrevista a José A. Pibernus. Gaceta del Libro, N°15, mayo 1946, p. 35.
[8] En 1934 (quizá antes) el teósofo José Sosín Saborido instaló una pequeña “Librería Ocultista” en la calle Saénz Peña 142 de Buenos Aires. A mediados de los cuarenta, creó el fondo Editorial Via Lucis en otro local de la calle Rivadavia 1649 quien, hasta inicios de cincuenta, publicó varios títulos, todos en 1944.
Las referencias bibliográficas se encuentran al final de la parte 2 de este texto (próxima entrada del blog)
[…] la ciudad de Buenos Aires a través de los trabajos publicados por la editorial Kier, originada por Nicolás Berhard Kier cuya historia e influencia como promotor de la cultura ocultista, excede este […]