¿Religión en las escuelas? por Nicolás Panotto (FLACSO/GEMRIP)
Las recientes declaraciones del actual Ministro de Educación argentino, Esteban Bullrich, sobre que “vendría muy bien que todas las religiones tengan su espacio” en las escuelas, ha despertado un fuerte debate y reacciones diversas en medios de comunicación, redes sociales, políticos y académicos. Más allá de la crítica sobre el sabido compromiso del ministro con ciertos grupos conservadores del catolicismo monopólico argentino –y los favores políticos que dicha relación ha alcanzado a nivel porteño y nacional-, todo esto despertó la alarma en torno al concepto de Estado laico y un posible retroceso en materia de adoctrinamiento religioso en ámbitos escolares (aunque debemos reconocer que en la actualidad, el panorama a nivel nacional es sumamente difuso ya que muchas jurisdicciones provinciales presentan un posicionamiento ambiguo al respecto)
Considero que en el tiempo que nos encontramos, estos elementos son indiscutibles. La necesaria laicidad de un régimen democrático juega su carta más importante en las escuelas, por lo que hoy día se hace impensable un adoctrinamiento en términos religiosos –especialmente desde sus voces monopólicas-, como así también en otras áreas del campo social. Ahora bien, estos debates siempre aviva una contracara que tampoco es muy saludable, como lo es un laicisimo extremo que tiende a estigmatizar lo religioso como fenómeno y sus expresiones como elementos pertenecientes al campo de lo irracional, medieval, anti-político, etc. De aquí, nos preguntamos si la relación entre lo religioso y lo educativo (así como lo religioso y lo social) pueden ser vistos desde otro punto de partida, para habilitar otras posibilidades en términos de formación social, sin caer en un adoctrinamiento orgánico, dando por sentado la completa laicidad de las currículas escolares y la necesaria separación entre iglesia/religión institucional y Estado.
Antes de avanzar, pongamos algunos puntos en perspectiva:
- Lo religioso como fenómeno es un elemento constitutivo de la sociedad argentina, así como de la mayoría de los países latinoamericanos. Los modos de creer son sumamente híbridos y variopintos, inclusive dentro del catolicismo como representación principal. La gran mayoría de la ciudadanía posee creencias religiosas, más allá de la variedad de vinculaciones institucionales.
- Lo religioso no representa un conjunto de elementos folklóricos y rituales, sino más bien un modo de ver la vida, la sociedad, la política y lo cultural. Por este motivo, hablar de religión no es tratar con un elemento enclaustrado en la “vida privada” sino con un marco de sentido personal, familiar y comunitario que tiene directa injerencia en los asuntos sociales y públicos.
- La ignorancia en términos religiosos ha llevado –tanto en la historia como en la actualidad- a prácticas de discriminación, violencia, intolerancia y estigmatización socio-cultural. Es decir que la falta de conocimiento sobre la diversidad de creencias y las implicancias personales y sociales de lo religioso abre la puerta a prácticas anti-democráticas, violentas y perjudiciales para la salud social.
- Por todo esto, podemos decir que reconocer la pluralidad de creencias, la inmensa diversidad de aprehender y vivir lo religioso, y su intrínseca relación con los procesos sociales, significa profundizar una cultura democrática que visibiliza, acepta e incluye la diversidad de expresiones religiosas dentro de una comunidad social, así como se reconocen otras voces.
A partir de estos elementos, nos preguntamos: ¿debe estar lo religioso completamente ausente de lo educativo? Reiteramos y enfatizamos que la “enseñanza religiosa” como tradicionalmente se la concibe no tiene lugar alguno dentro de una política educativa laica y un régimen democrático basado en el Estado laico. Ahora bien, dicha distinción no debe llevarnos necesariamente a descartar lo religioso como un tema que puede estar presente como una cosmovisión más dentro de los temas que se tratan en diversos campos de la educación, para ser abordado y estudiado en relación a diversos fenómenos sociales, culturales y políticos.
¿Podríamos, entonces, pensar en lo religioso como un elemento que debe estar presente dentro de las currículas escolares? No como una asignatura que pretenda el adoctrinamiento dogmático, sino más bien que posea una presencia dentro de debates mucho más amplios, como puede ser la composición plural de lo social, las definiciones de ciudadanía, la diversidad constitutiva de lo cultural, el sentido de pluralismo ligado a lo democrático, la necesidad de escuchar diversas voces dentro de los debates públicos, etc. ¿Está contemplado el lugar de lo religioso como una voz más, al igual que se promueve la presencia de grupos etarios, indígenas, representaciones de mayorías sociales, voces políticas, etc., tal como se enseña en educación cívica o ciudadana?
En resumen, creo que debemos resguardar la educación de las voces monopólicas –sean religiosas, políticas o culturales-, en pro de fomentar los valores democráticos del pluralismo, el diálogo, el consenso y la diversidad. Pero precisamente en ese marco debemos incluir y reconocer lo religioso como una voz más a la par de otras expresiones, para así mostrar la “foto completa” de lo variopinto de nuestras sociedades, como así también de otras concepciones sobre la incidencia social de lo propiamente religioso, que dista de ser un calendario de fechas litúrgicas o rituales, sino más bien un modo de asumir la vida social y comunitaria. Por supuesto que reconocemos los desfasajes dentro del propio campo religioso en materia política y pública. Ello no se diferencia de lo que sucede también en otros campos, como el político-institucional. Pero precisamente una concientización y formación más amplia sobre lo religioso nos ayudará a poder manejar a nivel social los conflictos que se gestan desde dicho campo, sin caer en estigmatizaciones o enclaustramientos sino más bien ubicando lo religioso –y con ello, abriendo su perspectiva y des-dogmatizando su propia presencia- dentro del enorme abanico de identidades que componen nuestras sociedades.
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