por Juan Marco Vaggione, María Candelaria Sgró Ruata y María Angélica Peñas Defago (Universidad Nacional de Córdoba/CONICET)
Dentro de los cambios relacionados con la des-catolización de la cultura, la política y el derecho, uno de los más relevantes es la intensificación de la crítica a la moral católica como sustento hegemónico del orden social y legal. Sin dudas, un área en la cual el poder de lo religioso ha tendido a concentrarse es la regulación de la familia, la sexualidad y la reproducción. Las principales religiones parecen haber tenido siempre claro las conexiones entre la regulación del cuerpo sexual y el cuerpo social. Como lo señaló Foucault (1988), el poder pastoral, las formas de disciplinamiento cristianas, sirvieron de modelo para el Estado moderno.
La influencia religiosa sobre las formas morales y legales de regular la sexualidad y los cuerpos fue “naturalizada” durante décadas. Sin embargo, distintas discusiones comenzaron a visibilizar la legitimidad de esta influencia. Así como en el siglo XIX se discutió la relación entre Estado e Iglesia y entre derecho y moral católica en la consolidación del Estado, el fin del siglo XX retoma esta agenda y vuelve a debatir la insuficiente laicidad de los Estados.
En América Latina, la demanda por Estados laicos es para algunos sectores de los feminismos uno de los modos centrales de disputar sistemas legales más abarcativos del pluralismo y la diversidad en las prácticas e identidades sexo-afectivas (Dobrée y Bareiro, 2005; Blancarte, 2008; Arguedas Ramírez, 2011;Vassallo, 2005). Es válido mencionar, al menos brevemente, que al interior de los feminismos existe un importante debate sobre la demanda por la laicidad y las formas de vinculación entre la sexualidad y los Estados. Los feminismos son movimientos de crítica emancipatoria; de allí que las producciones, las discusiones teóricas y políticas son parte del movimiento. Por lo tanto, una de las maneras de politizar la sexualidad se produce mediante el sostenimiento de la demanda por Estados laicos (Güezmes, 2003), pero también existen perspectivas que se sustentan en diferentes visiones para comprender la relación sexualidad y religión. Así, otra de las maneras de politización y disputa desde los movimientos es sin dudas la teología feminista (Aquino y Tamez, 1998) que sostiene una conciliación entre las identidades religiosas y las posturas favorables a los DSyNRy/o a formas de entender la sexualidad de manera diversa y plural (Vaggione, 2008). Distintas corrientes de las teologías feministas deconstruyen políticamente las interpretaciones del orden sexual y moral de los discursos oficiales sostenidos por las jerarquías religiosas. Por ende, desde las identidades religiosas, la teología feminista construye otras formas de denunciar los órdenes heteronormativos y patriarcales sostenidos por las cúpulas religiosas (Gebara, 2009; Rosado Nunes, 2006).
Otro de los cambios importantes es el creciente impacto de los movimientos feministas y LGBTIQ+ sobre el Estado y, también, sobre lo religioso. La recuperación democrática en diferentes países de la región ofreció un escenario relevante para el avance de sus agendas —aun cuando la génesis de estos movimientos es bastante anterior—.
Estos avances se plasmaron, entre otras cuestiones, en diferentes hitos legales que cambiaron la conexión entre el Estado y la sexualidad: identidades que estaban en los márgenes del derecho, criminalizadas de formas diferentes, pasaron a ser portadoras de derechos. Las mujeres y personas con capacidad de gestar que interrumpen sus embarazos, las personas que se identifican con un género diferente al asignado al nacer, las que generan vínculos sexuales y afectivos con personas de su mismo sexo, quienes no se identifican con el binario hombre/mujer, salieron de la gestión de los ilegalismos a la demanda por derechos ciudadanos.
Estos cambios dieron lugar a múltiples reacciones de los poderes religiosos. Sin renunciar al papel de guardián moral de la sexualidad, sectores católicos y evangélicos neoconservadores rediseñaron sus formas de intervención pública en defensa de un orden familiar y sexual (Morán Faúndes, Peñas Defago, Sgró Ruata y Vaggione, 2019). En las últimas décadas, la defensa de la vida embrionaria y de la familia heterosexual y reproductiva han sido los principales motivos de politización del activismo neoconservador. Incluso, se han producido articulaciones más beligerantes con el objetivo de incidir en la política sexual contemporánea, llevando sus agendas a otros terrenos claves de la vida democrática.
Olas del activismo conservador: Preventiva, Reactiva y Ofensiva
Como afirmamos previamente, las religiones e iglesias, en especial la Iglesia católica, nunca dejaron de ser actores públicos.
Sin embargo, es posible identificar diferentes temporalidades, que reflejan formas más específicas y particulares de politización y movilización de lo religioso.
Por esta razón, en este apartado proponemos un acercamiento analítico para captar las mutaciones del accionar político de los sectores religiosos conservadores en las últimas décadas. Este acercamiento se propone a partir de una tipología basada en distintas olas que representan diferentes formas de politizar la defensa de un orden moral que se considera amenazado por los movimientos feministas y LGBTIQ+. En esta dirección, entonces, se presentan tres olas caracterizadas por el tipo de politización que predomina en cada una de ellas: la primera se caracteriza por el tipo preventivo, la segunda por el tipo reactivo y la tercera por el tipo ofensivo. Estas olas no son necesariamente secuenciales —pueden solaparse en múltiples ocasiones—, no obstante, permiten organizar una topografía de la movilización neoconservadora en relación con las características predominantes que adquieren en diferentes temporalidades.
La ola en la que predomina el carácter preventivo de acción implica una politización dirigida a evitar que debates como la despenalización del aborto o el reconocimiento de los derechos de las personas y comunidades LGBTIQ+ sean parte de la arena pública. El contexto internacional tuvo su efecto en esta ola preventiva en particular lo sucedido en Estados Unidos o en países europeos con el ingreso de los DSyNR en las agendas políticas. Estos sucesos provocaron que distintos actores católicos conservadores se movilizaran en contra de los DSyNR en América Latina, incluso antes de que estos derechos comenzaran a ser debatidos en el campo jurídico a nivel nacional.
En esta politización preventiva, los organismos internacionales, particularmente las Naciones Unidas, y el discurso de los derechos humanos eran considerados como los principales dispositivos para imponer un modelo ajeno a la realidad y la cultura de los países de la región. Ante un contexto internacional de avances en el reconocimiento de los DSyNR, diversos sectores conservadores comenzaron a movilizarse en diferentes países de América Latina para impedir no solo la sanción de políticas públicas, sino incluso el ingreso y circulación de métodos de anticoncepción moderna. Un caso paradigmático en este sentido remite a una serie de litigios judiciales impulsados en diversos países de la región desde fines de los años noventa con el objetivo de obturar la circulación de la anticoncepción hormonal de emergencia (Dides, 2006; Peñas Defago, 2018).
El argumento principal que caracteriza esta etapa radicaba en postular que los DSyNR así como sus defensorxs constituían el “afuera” de las tradiciones y culturas nacionales y encarnaban una agenda internacional que buscaba imponerse en los países de la región. De este modo, se politizaba la moral —o se moralizaba la política— en tanto influencias “extranjerizantes” con el objetivo primordial de defender un modelo de familia nacional —coincidente con la doctrina católica— que los movimientos feministas y LGBTIQ+ buscaban horadar.
Es dentro de este entramado argumentativo de denuncia extranjerizante de la agenda feminista y LGBTTIQ+ donde surge por primera vez de manera directa la oposición a la noción de “género” a finales de la década de los noventas (Franco, 1998; Paternotte, 2015). Años más tarde, esta oposición se profundizará. Luego de la Conferencia de la Mujer de Naciones Unidas celebrada en Beijing (1995), diversos líderes religiosos e intelectuales del norte y sur global, principalmente católicos, construyeron y pusieron en circulación las bases centrales de la noción de “ideología de género” como corriente que se opone a la noción de la familia conyugal, heterosexual, monogámica y reproductiva (Morán Faúndes, 2019; Viveros Vigoya, 2017). Esta noción, como se verá más adelante, se constituirá como uno de los elementos claves para la articulación de plataformas políticas que surgen en la tercera ola (tipo ofensivo).
La segunda ola se caracteriza por un tipo reactivo de politización de la agenda sexual. Esta se produce cuando los debates por los DSyNR logran ingresar a las agendas públicas de distintos países de Latinoamérica. La idea de politización reactiva (Vaggione, 2005) permite entender que las formas estratégicas escogidas para impactar sobre los debates públicos y legales son, al menos en parte, el resultado del antagonismo entre el neoconservadurismo y los movimientos a favor de los DSyNR.
Luego de los hitos que marcaron las Conferencias de Cairo y Beijing —en la década de los noventa— respecto a los avances y reconocimientos de DSyNR junto con el crecimiento y fortalecimiento de los movimientos de mujeres y LGBTTIQ+ y sus agendas al interior de los Estados , el neoconservadurismo moral se articuló y reaccionó en defensa de un orden sexual en “crisis” a través de formas renovadas. Como no se logró impedir que los DSyNR ingresaran a los canales institucionales, los sectores que defienden la vida desde la concepción y/o la familia héteronormativa, mutan sus modos de politización de forma reactiva para defender sus agendas. En este sentido, distintos trabajos dan cuenta de la emergencia y expansión de nuevos actores y argumentos (Morán Fundes, 2015; Morgan, 2014) con el principal objetivo de oponerse a las demandas de los movimientos feministas y LGBTTIQ+.
Esta politización y mutación, en algunos casos, implicó el uso de estrategias similares a las que utilizaban los movimientos feministas y LGBTTIQ+ para lograr sus conquistas. Así, una de las estrategias que comienza a posicionarse fuertemente en este marco remite al uso y a la reapropiación del lenguaje de derechos humanos por parte de los sectores neoconservadores. Desde mediados de los noventas, el uso estratégico de este lenguaje ocupa un lugar privilegiado en las iniciativas políticas del neoconservadurismo no sólo en América Latina sino también en Estados Unidos y Europa (Mancini y Stoeckl, 2018; Yamin, Datta y Andión, 2018; Peñas Defago, 2019; Sivori, 2019; Vega, 2019).
Si en los noventas, en el marco de la conferencias de Naciones Unidas antes mencionadas, los sectores religiosos conservadores denunciaban el uso del lenguaje de derechos humanos como artilugio de los feminismos para ingresar en las agendas políticas temas como aborto y uniones entre personas del mismo sexo, entrado el siglo XXI y con ello toda una serie de políticas sobre sexualidad estas retóricas fueron reapropiadas e intensamente articuladas en rechazo a los DSyNR (Morgan, 2014).
Con esto no estamos negando que, como señalan diversxs autorxs, la emergencia misma de los derechos humanos y de instituciones como Naciones Unidas están vinculadas con organizaciones religiosas y/o bien con una idea cristiana de los derechos humanos en tanto resguardo de la dignidad humana trascendental que con el avance de diversos movimientos y organizaciones se pusieron cada vez más en disputa (Moyn, 2015; Hunt, 2010). Lo que resaltamos aquí remite a un cambio en la gestión argumental y política del uso de los discursos y aparatos de derechos humanos a través de un progresivo proceso de secularización estratégica (Vaggione, 2005). Es justamente esta mutación argumentativa y política la que identificamos como una característica fundamental en esta ola.
Finalmente, identificamos una tercera ola donde predomina una politización de tipo ofensiva. Este tipo deviene de los avances en el reconocimiento de DSyNR, los cuales fueron provocando en los sectores neoconservadores una rearticulación que adquiere mayor beligerancia. Así, la idea de lo ofensivo se caracteriza por la constitución de una maquinaria política, en muchos casos de tipo partidaria, para revertir o incluso “eliminar” la influencia de los movimientos feministas y LGBTTIQ+.
La politización ofensiva construye las demandas de los movimientos feministas y LGBTTIQ+ como una amenaza contra la vida, la familia y la libertad, razón por la cual no solo están en juego una serie de derechos, sino una concepción sobre el mundo. Se busca una restauración de un orden moral, incluso social, que se considera en crisis debido al impacto de estos movimientos y sus agendas (Morán Faúndes, Peñas Defago, Sgró Ruata y Vaggione, 2019).
Un aspecto relevante del tipo de politización ofensiva es que los neoconservadurismos trascienden el tema de la política sexual en sus alianzas y estrategias e impactan, como puede observarse en distintos países, en las formas de la política contemporánea. De allí que en la ola de politización ofensiva se intensifican las campañas denominadas “anti-género” (Correa y Kalil, 2020). Estas campañas se extendieron en los últimos años en países europeos y latinoamericanos mediante alianzas y acciones que superan las articulaciones religiosas (Fassin, 2020; Paternotte, 2015; Graff, 2016; Morán Faúndes, 2019; Argüedas Ramírez, 2020) donde la “ideología de género” se convierte en una manera de encasillar las demandas feministas y LGBTTIQ+.
De este modo, “la lucha contra la ideología de género” es transformada en una plataforma de acción política que, si bien se aglutina desde una agenda moral y sexual también se amplía hacia la agenda de la política en general. El lugar central que ocupó la “ideología de género” en los acuerdos de paz entre el gobierno de Colombia y las FARC-EP en 2016 (Vigoya Viveros y Rondón, 2017), así como en el uso electoral y en la gestión misma del discurso de ideología de género en el gobierno de Jair Bolsonaro en Brasil (Correa y Kalil, 2020) son algunos de los tantos ejemplos que ponen de manifiesto esta nueva ola de politización.
En este sentido, la politización ofensiva representa, entre otros, uno de los desafíos fundamentales para la academia: cómo analizar las múltiples complejidades de los neoconservadurismos en un contexto en el cual las agendas feministas y LGBTTIQ+ han avanzado de forma notable. En países como Argentina el impacto de estas agendas sobre el Estado se evidencia en las reformas legales y en las políticas públicas que incluyen cuestiones de género y sexualidad como un eje cada vez más preponderante. Sin desconocer las limitaciones y fragilidades que estas reformas y políticas tienen, también señalan que los sectores neoconservadores no lograron impedirlas, ante lo cual rearticulan no solo sus plataformas estratégicas sino también sus alianzas históricas.
Desafíos
Retomando lo que mencionamos al inicio, la agenda académica ha dado en el último tiempo una creciente importancia a esta reactivación moral conservadora tanto en América Latina como en otras regiones. A partir de los distintos estudios realizados en nuestra región, uno de los aspectos que adquiere claridad es la heterogeneidad del neoconservadurismo en la actualidad.
Esta heterogeneidad acentúa la necesidad de pensar estrategias analíticas que aborden al menos algunas de las principales dimensiones que entran en juego, tales como: Actores (evangélicos-católicos), Identidades (religiosas-no religiosas), Arenas (civil- política), Acciones (democráticas-no democráticas) y Políticas (laicas-no laicas). Estas dimensiones presentan un desafío para los estudios orientados a comprender los neoconservadurismos en la política sexual contemporánea. En definitiva, consideramos que el reconocimiento de su heterogeneidad y su complejidad como fenómeno social, político y cultural debe ser tenido en cuenta por los modelos normativos de resistencia.
Este es un extracto del prólogo al libro «Neoconservadurismos y política sexual: Discursos, estrategias y cartografías de Argentina», compilado por María Angélica Peñas Defago , María Candelaria Sgró Ruata y María Cecilia Johnson, que se puede descargar gratuitamente aquí.
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