por Luis Andrés Bahamondes González (Universidad de Chile)
Analizar la visita del Papa Francisco a Chile no resulta tarea fácil por las aristas que implica. Si las expectativas de una buena parte de los fieles católicos y de los medios de comunicación se centraron en las reacción del Papa ante los casos de acoso y abuso sexual realizado por sacerdotes de la Iglesia Católica, en un primer momento esto pareció verse satisfecho con las palabras que pronunció en el Palacio de Gobierno, La Moneda, ante diversas autoridades del país encabezadas por la Presidenta de la República Michelle Bachelet, señalando “…es justo pedir perdón y apoyar con toda la fuerza a todas las víctimas, al mismo tiempo que hemos de empeñarnos para que no se vuelva a repetir”.” Sin embargo, al trascurrir los días de su visita, dichas palabras fueron opacadas por la presencia del Obispo Barros (identificado por las víctimas del sacerdote Karadima como encubridor de acoso y abuso sexual) en los actos oficiales realizados por Francisco en Santiago, Temuco e Iquique, siendo en esta última ciudad donde le otorgó un claro respaldo al Obispo cuestionado, esgrimiendo: «El día que me traigan una prueba contra el obispo Barros, ahí voy a hablar. No hay una sola prueba en contra. Todo es calumnia, ¿está claro?«. La violencia de las palabras de Francisco no solo significó un profundo dolor entre las víctimas de acoso y abuso sexual, sino también, profunda decepción entre todos aquellos que veían en su figura un Papa crítico del modelo de sociedad y empático con los que sufren.
En consecuencia, el impacto de la visita papal no hizo otra cosa que agudizar la crítica a la Iglesia en su conjunto, que se viene manifestando desde hace décadas con una caída sostenida de su feligresía alcanzando el año 2017, según el estudio de Latinobarómetro, solo un 45% y que en el plano mediático sirvió para explicar superficialmente la baja asistencia a las misas y recorrido por la vía pública realizado por el Papa.
A la luz de la visita de Juan Pablo II, el año 1987, se hicieron constantemente comparaciones equívocas, pues no es el carisma solamente lo que influía en las diferencias entre uno y otro, sino más bien es el país que visitaron donde radican las grandes diferencias. Juan Pablo II en un contexto de dictadura, y con un país que todavía gozaba de altas tasas de católicos, sumado a la escasa realización de eventos públicos restringidos por el régimen de Pinochet, significó para muchos una luz de esperanza ante las atrocidades llevadas a cabo por el Estado y sus agentes represivos. El rol desempeñado por una parte de la Iglesia, crítica de la dictadura y con un claro rol en la defensa de los derechos humanos, implicó un mayor nivel de cercanía y una alta tasa de confianza en dicha institución.
No obstante, el Chile que encontró Francisco, por el contrario es un país que presume de democracia, donde el rol de la Iglesia hacia los sectores más desfavorecidos se diluye con el giro temático que la Iglesia chilena realizó, desde los años 90, hacia lo valórico, mejor dicho sexual, manifestando una clara intromisión en la intimidad de los chilenos (matrimonio, familia, sexualidad, etc.) y donde la confianza, minada no solo por los casos de acoso y abuso sexual que enfrentó la iglesia chilena, sino también por una falta de empatía con los cambios socioculturales que la sociedad fue manifestado durante las últimas décadas, implicó no solo un rechazo de dicha institución, sino una fuerte crítica y peor aún la indiferencia ante la Iglesia y su jerarquía. Dicha pérdida de confianza se ve reflejada en los últimos datos entregados por Latinobarómetro que sostiene que Chile es el país que menos confianza posee en la Iglesias, con un 36%, en la región latinoamericana.
La visita a la ciudad de Temuco era otro de los momentos que generaba gran expectativas en la población, debido al conflicto que mantiene el Estado de Chile con el pueblo mapuche. La homilía, repleta de gestos simbólicos políticamente correctos, como otorgar un mensaje en mapudungun y presentar una escenografía que exacerbaba el exotismo indígena, contó desde mi punto de vista, con una de las propuestas más valorables de toda la visita, al aludir a la violencia simbólica que se generaba en las instancias de diálogo que no planteaban soluciones concretas, un llamado de atención directo a las iniciativas gubernamentales que desde los años 90 han establecido mesas de diálogo estériles acumulando frustración y decepción en el pueblo mapuche. No obstante, el requerimiento de la machi Linconao, quien pretendía reunirse con el Papa, contó con la indiferencia de este.
Por otra parte, llama la atención que la homilía denominada “Misa por el progreso de los pueblos”, aludiera a la idea de “progreso”, siendo este uno de los estandartes preferidos por los agentes privados y el propio Estado para justificar en determinados momentos históricos la usurpación de tierras, la homogeneización cultural, e inclusive el exterminio de los pueblos originarios, pues el “progreso” del país tenía supuestamente daños colaterales. No obstante, nuevamente la presencia del Obispo Barros acaparó la atención de la prensa centrando el análisis en su participación en los actos públicos, más que en el contenido del mensaje pronunciado por Francisco.
En definitiva, Francisco se encontró tal como solicitó en otra oportunidad, con un país que en la actualidad “sale a las calles y va a contracorriente haciendo ruido”, protesta por sus derechos, tocado temas incomodos para todos incluida la Iglesia, sin embargo, frente al ruido esta presenta sordera.
Lejanos son los tiempos donde la interpelación a la jerarquía eclesial tenía ribetes de pecado, pues el sitial de poder y confianza se ha perdido en un Chile que desconfía de sus instituciones y cuestiona las formas como se ejerce el poder.
Una buena oportunidad desaprovechada por Francisco, para mostrar aquella impronta que le ha pretendido otorgar a su Papado, dando cuenta de una Iglesia austera, cercana y flexible. Pues, hoy podemos al menos cuestionarnos si la Iglesia en su conjunto se encuentra alineada con aquel mensaje y pretende caminar por esa senda.
( El informe de Latinobarómetro «El Papa Francisco y la religión en Chile y América Latina 1995-2017 se puede descargar aquí.)
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