Gauchito Gil: (Breve) Historia de su devoción

por Cleopatra Barrios (Universidad Nacional del Nordeste)

Las diversas historias que se construyeron en torno a esta figura se basaron principalmente en la tradición oral y tienen anclaje de origen en la ciudad de Mercedes, provincia de Corrientes, región nordeste de la República Argentina hacia mediados del siglo xix. El primer signo visual de referencia para los promeseros era una cruz al costado del camino que marcaba el lugar donde Gil fuera degollado en manos de la policía alrededor de 1878. Recién a fines del siglo xx, entre 1970 y 1980, apareció una representación que anexó una potente imagen escultórica humana de un gaucho sobreimpresa a una cruz en tonos rojos como principal inscripción de referencia en el santuario mercedeño. Esta imagen es la que actualmente se reproduce en estampitas, banderas, remeras, imágenes de culto, objetos varios (como se observa en la figura de portada) y también es imitada y personificada por los promeseros.

Desde la década del ochenta y principalmente en los años noventa, esa iconografía adornada con cintas y banderines rojos proliferó a través de distintas prácticas de reproducción y apropiación popular, traspasando las fronteras de la provincia de Corrientes. Lo más llamativo es que hacia los años 2000, ese símbolo se desprende de los espacios dedicados a los rituales religiosos para ser apropiado, con connotaciones diversas, por acto- res sociales vinculados al mundo del arte, el espectáculo, la publicidad, entre otros.

Desarrollo de la devoción

Antonio Mamerto Gil Núñez, hoy conocido como el Gauchito Gil, según los relatos orales fue un gaucho perseguido por desertar de la milicia en pleno enfrentamiento entre unitarios y federales durante el proceso de organización nacional, y también por estar acusado de robar a viajeros y terratenientes. Un milagro que habría realizado poco antes de morir (salvarle la vida al hijo moribundo de su ejecutor) y por repartir su botín entre los más necesitados dio origen a la leyenda del gaucho milagroso y justiciero.

Los escritos, en su mayoría también apoyados en la tradición oral, ubican el nacimiento y la muerte de este gaucho en Mercedes, provincia de Corrientes, nordeste argentino, entre 1840 y 1878. Aunque no existen precisiones en cuanto a las fechas, las versiones de su historia que disparan hacia direcciones diversas alimentan el mito y la veneración popular crece a la vera de la ruta nacional n.º 123 en la zona del centro provincial.

Entre los relatos orales y las imágenes que se des- prenden de ese escenario de fe, cobra vida una de las leyendas más difundidas: aquella que vincula a Antonio Gil con los tiempos en que la guerra civil hacía estragos en la región. Alrededor de 1875, Gil habría sido reclutado por el coronel Juan de la Cruz Salazar para combatir en el enfrenta- miento entre unitarios y federales. (1)

Atormentado por no querer derramar sangre de «hermanos», el gaucho se habría convertido en desertor. Algunos dicen que un ángel le aconsejó la deserción durante una visión, otros que fue Ñandeyara (el dios guaraní) quien se le apareció en un sueño. Lo cierto es que vivió al «margen de la ley».

Los devotos indican que era un hombre bueno y noble, que robaba a los ricos para dar a los pobres. En cambio, sus detractores consideran que fue un delincuente, fugitivo y que su trágico final fue merecido. Cuentan también que era invencible en los enfrentamientos porque a su valentía se le sumaba la protección de San La Muerte y santa Catalina. Por otra parte, otros dicen que era poseedor de una mirada hipnotizante que enamoraba. Algunas literaturas dan cuenta de un romance que habría con Estrella Díaz Miraflores. Desde esta versión, el hostigamiento de la policía fue producto de la pasión: se dice que el comisario también pretendía a la enamorada de Gil. (2)

El 6 de enero, posiblemente en 1878, Gil habría asistido a la fiesta de san Baltasar en la casa de Zía María. Muchos presumen que la traición de un conocido provocó su captura y que él se entregó sin resistencia. El policía recibió la orden de llevarlo a Goya para la sentencia, pero en el camino, en las afueras de la ciudad de Mercedes, decidió degollarlo.

«No me mates, que ya va a llegar la carta de mi inocencia […] Cuando llegue la carta vas a recibir la noticia de que tu hijo está muriendo por causa de una enfermedad; cuando llegues rezá por mí y tu hijo se va a salvar […]», habrían sido aproximadamente las últimas palabras de Antonio Gil, tal vez, un 8 de enero de 1878. Cuando la policía llegó a Goya, descubrió que Gil había sido perdonado. El sargento que lo ejecutó fue hasta su hogar y vio que su hijo estaba al borde de la muerte y, acordándose de las palabras de Gil, le imploró perdón y ocurrió el primer gran milagro de la historia legendaria: recuperó a su hijo moribundo. En señal de agradecimiento, regresó al lugar de la ejecución y erigió una cruz de madera de ñandubay (espinillo).

Al costado de la vía, lo que primero fue una sencilla cruz hasta donde los lugareños llegaban para prenderle velas, se transformó en un gran santuario. Este oratorio marca el sitio donde muriera Gil degollado en manos de la policía un 8 de enero. se trata de un lugar cubierto de cintas y banderas rojas, pancartas, íconos religiosos diversos y productos de la industria cultural en el seno de edificaciones comerciales dispuestas en hilera a los costados de la ruta nacional 123, kilómetro 111. Allí, en el día del aniversario de la muerte de esta figura popular, miles de devotos realizan una gran festividad para recordarlo, pedir y agradecer favores.

Las escenas rememorativas de dimensiones pequeñas, de corte más bien intimista y rural que podían visualizarse hasta la década del setenta quedaron atrás. En los años 2000, según los cálculos aproximados, más de doscientas cincuenta mil personas provenientes de diferentes puntos del país (en su mayoría de la provincia de Buenos Aires) y algunos de países vecinos (Paraguay, Uruguay y Brasil) colman el lugar en la fecha conmemorativa.

Fiesta en San Francisco Solano (pcia. Buenos Aires)

 

Si bien las diversas historias que construyeron al Gaucho Gil tienen anclaje geográfico-temporal de origen en Corrientes a mediados del siglo xix, recién hacia fines del siglo xx la devoción se difundió en todo el territorio nacional y algunos poblados de los países lindantes.

La divulgación se sostuvo en la acción de los promotores del santo popular, quienes crearon la figura escultórica del gaucho sobreimpresa a una cruz en tono rojo como signo de identificación del culto (estampita, arriba). Se estima que esta imagen aparece entre la década del setenta y del ochenta (así lo confirman varios testimonios ), colaborando en la proliferación de la devoción. (3)  Antes el signo aglutinante era la cruz que marcaba el lugar de la muerte del gaucho al costado del camino mercedeño.

La reproducción de la iconografía del gaucho crucificado empezó a funcionar en espacios rituales específicos (santuarios, altares) de sustituto que vuelven presente la ausencia de Antonio Gil, como un símbolo asociado a la dimensión mítica de su historia.

Por otra parte, la imagen también sirvió como «emblema diferenciador» de fieles en contexto de desplazamientos, de migraciones, y se reprodujo junto a fragmentos de leyendas y testimonios de milagros a través de diversos medios, en un contexto de visibilidad de la diversidad religiosa y crecimiento de la cultura massmediática en Argentina. En este marco, además de la imagen del gaucho en la cruz, las propias cintas y banderines impresos en color rojo, como aquellas que adornan su santuario central y que se visibilizan en numerosos altares ruteros, comenzaron a tomar forma de distintivo.

De este modo, principalmente entre mediados de la década de los noventa y los años 2000, a través de acciones espontáneas y rituales de rememoración, fuertemente anclados en procesos migratorios internos y en la configuración de «identidades en diáspora» , los devotos llevaron el culto más allá de la frontera correntina a través de la imagen de Gil impresa en sus atuendos, vehículos e incluso en la piel.(4) También instalaron altares en sus hogares y principalmente a los costados de las rutas del país. De allí que, además de ser identificado como «el santo de los desposeídos» o ser llamado el «santo de los delincuentes» , en los últimos tiempos se lo conoció como «el santo de los camioneros» o «el santo rutero» .

Así, la figura del Gaucho Gil empieza a configurarse en el imaginario nacional como uno de los símbolos más pregnantes de la religiosidad popular argentina. También asociada a diversos procesos de apropiación extrarreligiosos, la representación iconográfica central de este santo popular adquirió diversos sentidos, llegando incluso a ser considerada por intelectuales del campo académico y de la producción artística un símbolo de la argentinidad .

Notas

(1) Eran sectores políticos que proponían dos modelos de organiza- ción gubernamental nacional. Los unitarios postulaban la necesidad de un gobierno central fuerte y los federales planteaban una asociación voluntaria de las provincias, que delegaban algunas atribuciones al poder central, pero conservaban su autonomía. La simbología de ambas fracciones incluye banderas azules y coloradas, respectivamente. Las leyendas cuentan que el Gaucho Gil era federal y de allí el color rojo que predomina en las ofrendas y su iconografía. El celeste y colorado también son adoptados por el Partido Liberal y el Partido Autonomista (de formaciones rastreables cerca de 1860 el primero y 1870 el segundo), partidos provinciales tradicionales. Así, perdura hasta hoy el uso del distintivo celeste y colorado en Corrientes.

(2)  María Rosa Lojo, Cuerpos resplandecientes. Santos populares argentinos (Buenos Aires: Sudamericana, 2007).

(3)  Entre estas voces el intelectual correntino Carlos Lacour recuerda: «la imagen del Gauchito Gil que conocemos ahora surgió a mediados de los sesenta». «En busca del sincretismo correntino», Página/12 [Buenos Aires], 3 de enero, 2011. http://www.pagina12. com.ar/diario/dialogos/21-159735-2011-01-03.html (consultado el 12 de diciembre de 2014). Mientras, según Lía Dansker, directora del documental Antonio Gil, quien registró y recolectó relatos durante diez años en la festividad de Mercedes (2000-2010), fue en los ochenta que se erigió la imagen del gaucho que hoy se conoce. Entrevistada por el autor, Buenos Aires, 21 de abril, 2013.

(4)  Hablamos de migraciones de correntinos asentados principalmente en el Gran Buenos Aires durante la industrialización surgida con el primer gobierno de Domingo Perón desde la década de los cuarenta con intervalos hasta la década de los setenta, y principalmente una segunda ola importante producida desde mediados de la década de los noventa hasta el fin de la convertibilidad en 2002 en medio de una de las últimas crisis económicas y sociales más importantes de Argentina, que es cuando más se visibiliza la adhesión a la devoción al Gaucho Gil en el conurbano bonaerense.

Este texto es parte de uno mayor, publicado como «Configuraciones de la nación argentina en la imagen del santo popular Gaucho Antonio Gil», al cual se puede acceder aquí

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Cleopatra Barrios

Cleopatra Barrios

Cleopatra Barrios es Investigadora del CONICET y Profesora de la Universidad Nacional del Nordeste. Posee un Magister en Semiótica Discursiva (UNaM) y es Doctora en Comunicación Social (UNLP). Integra el Núcleo de Estudios y Documentación de la Imagen del Instituto de Investigaciones Geohistóricas de CONICET/UNNE.
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