Hilario Wynarczyk (UNSAM)
En abril del presente año la Presidente de la Nación, Cristina Fernández, y su equipo de funcionarios del área de Cultos, se reunieron con dirigentes de la FAIE, Federación Argentina de Iglesias Evangélicas. Posteriormente en abril, también con dirigentes de ACIERA, Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina.
Las dos federaciones aglutinan a una gran parte de las iglesias evangélicas de la Argentina (en esta nota uso como sinónimos las palabras “evangélicas” y “protestantes”), pero hay notorias diferencias cualitativas entre ellas. Las iglesias de FAIE muestran respetuosas afinidades hacia la agenda de derechos humanos del Gobierno, y hacia los considerados como nuevos derechos humanos. Los últimos incluyen temas de sexualidad y bioética, que los evangélicos de FAIE no comparten plenamente pero respetan por diversos motivos teológicos y filosóficos. Además, han sido en notable medida caminantes junto al Movimiento Ecuménico y la Teología de la Liberación, también conocida como Teología Latinoamericana, a la par de los sectores de la Iglesia Católica que podríamos llamar de progresistas. Mientras tanto, las iglesias de ACIERA, situadas en el otro sector del campo evangélico (y por cierto demográficamente más importantes que las asociadas en FAIE), no se manifiestan demasiado sobre derechos humanos y en cambio son radicalmente conservadoras en todo lo que modifique pautas del derecho positivo y la cultura, acerca de sexualidad y bioética basados en las tradiciones patriarcales de Occidente. Por otra parte, han permanecido mayormente al margen del Movimiento Ecuménico, como históricamente éste ha sido conocido a partir de los cambios asociados al último Concilio Vaticano, mientras que en materia de rechazo a los cambios radicales de aspectos de la moral y el derecho a los que hicimos alusión, transitan por caminos similares a los trazados por las manifestaciones colegiadas de los obispos católicos.
En cualquier variante, a las dos organizaciones, que de hecho son dos frentes de iglesias evangélicas bastante heterogéneas, les interesa el tema de la derogación de la Ley de Culto actualmente vigente desde el gobierno militar presidido por Jorge Rafael Videla, un general retirado, hoy en prisión por violaciones a los derechos humanos. Esta ley sancionada en 1978 fortalece la asimetría del derecho eclesiástico del Estado argentino. Las iglesias evangélicas (pero también cualquier otra manifestación religiosa que no sea la Iglesia Católica Apostólica Romana) no tienen un estatus jurídico propiamente religioso. Son, más bien, asociaciones civiles. Esto no significa que en la Argentina no haya libertad religiosa. Hay completa libertad religiosa si por tal entendemos la manifestación pública de los cultos. Lo cual significa que no hay igualdad religiosa.
Habida cuenta de las circunstancias aquí enumeradas, el acercamiento actual del Gobierno a las federaciones nos permite interpretar, con toda honestidad y con todo respeto, pero también con todo realismo sociológico hacia el funcionamiento de la política partidaria como queda aclarado desde los estudios de Max Weber, un intento de obtención de las simpatías de las iglesias evangélicas (lo que en sociología se llama técnicamente “cooptación”), suponiendo que en el seno de las mismas puede hallarse un respetable caudal electoral (los evangélicos son unos cuatro millones en la Argentina, es decir un 10 % de la población aproximadamente, de fuerte asistencia a las iglesias, y los católicos verdaderamente practicantes no parecen superar estas cifras). Por otra parte, las iglesias evangélicas pueden poner en funcionamiento, como ya lo han demostrado, aunque hoy no lo siguen demostrando, un enorme potencial de protesta cuando sus líderes hablan de derechos conculcados y presentan un reclamo público (1). Para ser más claros finalmente, debemos tener en cuenta que en octubre de este año 2013 habrá en la Argentina elecciones legislativas.
En este contexto existen señales o comentarios de que los funcionarios técnicos del Estado han comenzado una veloz actividad para producir un proyecto de Ley de Culto, alternativo a la norma vigente todavía. Este asunto merece un análisis serio de parte de las iglesias evangélicas para no sucumbir a la “tentación prebendaria”, esto es, a la tentación de recibir favores en términos de estatus jurídico, social y material, sin medir del todo las consecuencias en la sociedad y en la cultura. Ahora bien: ¿de qué prebendas hablo en esta nota? Específicamente me refiero a la posibilidad de que surja algún proyecto de ley pensado a la medida de los evangélicos. Y esto sería realmente una manera de activar en muchos dirigentes de las comunidades cristianas evangélicas la tentación de ser, o aparecer, tan importantes en la sociedad argentina como la Iglesia Católica, cuya impronta en la sociedad y la cultura es muy fuerte debido en gran medida al dinamismo de sus dirigentes episcopales, que siempre se manifiestan sobre la realidad social y política de la nación, hecho constatable con independencia de que coincidamos o no con sus perspectivas. Y eventualmente podemos imaginar además, que podría ser una manera de activar también la tentación de adquirir otros beneficios, quizás, para funcionar en mejores condiciones como organizaciones intermedias de la sociedad civil, a cargo de actividades de promoción del bienestar y la educación, tal como lo podría hacer una ONG. Sin embargo, un rumbo de estas características iría en un sentido opuesto, o al manos divergente, con respecto a un republicano, serio y honesto sentimiento de respeto a la diversidad religiosa y a la pluralidad cultural, que debería entroncarse con el énfasis en la separación de la religión y el Estado, o lo que es lo mismo en otros términos, la laicidad del Estado, un concepto de cuño protestante sólidamente defendido entre los primeros evangélicos por algunas de sus personalidades más ilustradas en la Argentina a partir de finales del siglo XIX, y de ahí en adelante.
Publicado originalmente en Lupa Protestante.
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(1) Este aspecto de la historia y la realidad contemporánea de las iglesias evangélicas en la Argentina ha sido ampliamente estudiado desde la perspectiva sociológica en el libro que tuve la oportunidad de escribir, “Ciudadanos de dos mundos. El movimiento evangélico en la vida pública argentina, 1980-2001”, editado por la Universidad Nacional de San Martín. Seguido a su vez, por otro titulado “Sal y luz a las naciones. Evangélicos y política, 1980-2001”, publicado por el Instituto Di Tella conjuntamente con Siglo XXI Iberoamericana.
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