Laicidad «a la brasilera» y su expresión en el espacio público

por Rodrigo Toniol (UFRJ, Brasil)

Los jueces Flávio Dino, Ricardo Zanin y el fiscal Paulo Gonet tienen algo en común. Además de haber sido indicados por el presidente Lula para los cargos de ministro del Supremo Tribunal Federal (la Corte Suprema brasilera), en el caso de los dos primeros, y para el comando de la Procuradoría General de la República, en el caso de Gonet, son todos católicos y hacen cuestión de presentarse así. Durante sus audiencias para la confirmación en los cargos también quedó evidente, por ejemplo, la posición conservadora de los tres sobre cuestiones como el aborto. Terriblemente católicos, podríamos decir.

La preocupación con las mezclas promiscuas entre religión y Estado es legítima y comprensible. Sin embargo, es común que esta preocupación se base en un equívoco histórico. Me refiero a la idea, compartida por algunos analistas, de que sólo en las últimas décadas el país comenzó a perder los contornos de un Estado laico debido a la mayor presencia de los evangélicos en la escena pública. Este descuido ignora la larga historia de la presencia católica en los espacios del Estado brasileño y alimenta la percepción de que nuestra laicidad habría sido más vigorosa en el pasado.

En verdad, jamás fuimos plenamente laicos. O mejor, lo que tenemos es una laicidad a la brasileña. Comprenderla en sus propios términos es esencial para mejorar el debate sobre las relaciones entre religión y política.

Crucifijo en el Supremo Tribunal Federal (Corte Suprema brasilera)

 

De forma sucinta, la noción sociológica de laicidad se refiere a la regulación institucional, política y jurídica de las relaciones entre religión y política, iglesia y Estado. Se trata de un principio que emancipa al Estado de interpretaciones religiosas sobre su funcionamiento y garantiza neutralidad confesional e igualdad en el trato con las religiones.

Sin embargo, esta es solo la descripción normativa de la laicidad. No considera que los Estados nacionales desarrollan formas diversas de implementarla. A pesar de ser constitucionalmente laico, Brasil nunca estuvo cerca de adoptar el modelo de laicidad de la tradición republicana francesa. Aquí, siempre tuvimos una especie de cuasi laicidad.

La laicidad a la brasileña raramente protegió la educación pública de la influencia religiosa, frecuentemente falló en la separación total entre Estado y religiones y limitó poco la participación de líderes religiosos en asuntos públicos.

Formalmente, la separación entre Iglesia y Estado ocurrió con la Constitución de 1891, consolidando la República. Sin embargo, esto no eliminó los privilegios católicos ni terminó con la persecución estatal a grupos religiosos.

Persecución a religiones afrobrasileras

En las primeras décadas del siglo XX, autoridades e intelectuales usaron el catolicismo como modelo de religión, clasificando las prácticas espíritas y afrobrasileñas como inferiores. La mediumnidad y otras formas de trance eran tratadas como enfermedades y frecuentemente resultaban en la internación de los practicantes en hospitales psiquiátricos o en persecuciones policiales, bajo el pretexto de ejercicio ilegal de la medicina. Todo esto bajo las leyes de un Estado «laico».

Hasta la década de 1940, las religiones afrobrasileñas enfrentaron una intensa represión policial y judicial, acusadas de brujería y curanderismo. Para evitar esta persecución, líderes umbandistas registraban sus terreiros como «tiendas espíritas» en los registros públicos, escapando de ser fichados como «casas de macumba».

La Iglesia Católica, en absoluta sinergia con el Estado, también actuó para contener el crecimiento de otras religiones. En 1939, al inicio del Estado Novo, el presidente Getúlio Vargas creó el Departamento de Defensa de la Fe, destinado a apoyar la acción católica y resistir a los grupos protestantes. Persecuciones a evangélicos, con relatos de arrestos, torturas, expulsiones de ciudades e incluso muertes, ocurrieron al menos hasta la década de 1950.

Este historial se extiende hasta nuestros días, como lo demuestra el acuerdo firmado en 2009 entre el gobierno Lula y la Santa Sede, que garantizó privilegios fiscales e institucionales a la Iglesia Católica.

La laicidad a la brasileña puede incluso haberse transformado a lo largo de las últimas décadas, con la presencia de nuevos grupos religiosos en la escena pública, pero su principal beneficiario sigue siendo la Iglesia Católica.

Por aquí, el texto de la ley aún tiene la letra del cura. Y para no dejar dudas, el crucifijo continúa en el Supremo Tribunal Federal, de donde nunca salió.

Esta laicidad a la brasileña ahora también gana contornos de disputas en proyectos de los espacios públicos de las ciudades.

Camino del Mar Rojo, Camino del Monte, Cima del Monte Sinaí, Jardín de Contemplación y Camino de las Aguas, además de salas de conferencias y una explanada para más de 70 mil personas. Estas son algunas de las atracciones de la Tierra Prometida, el parque temático cristiano que comenzará a construirse en la Zona Oeste de Río de Janeiro.

Fue el alcalde reelecto de Río de Janeiro, Eduardo Paes (PSD), quien hizo el anuncio la semana pasada. La expectativa es que el lugar se convierta en un espacio para grandes eventos y cultos religiosos y que el Camino de las Aguas se convierta en un gran centro de bautismos de la ciudad.

En Brasil, así como en otros lugares del mundo, los motivos religiosos son importantes propulsores de la industria del turismo. Para citar solo algunos ejemplos de destinos religiosos que atraen a más de un millón de visitantes anualmente en el país, podemos mencionar el Santuario Nacional de Nuestra Señora Aparecida, en el interior de São Paulo, el Cirio de Nazaré, en Belém, en Pará, y la ciudad del Padre Cícero, Juazeiro do Norte, en Ceará.

Santuario Nacional de Nuestra Señora Aparecida

 

Lo que tienen en común estos destinos citados es que todos son católicos. Así como también fue católica la iniciativa de construcción del principal destino turístico de Brasil e ícono nacional en el exterior, la estatua del Cristo Redentor. Curiosamente, será en la ciudad del Cristo de brazos abiertos que la construcción del Parque de la Tierra Prometida avanzará en una nueva etapa del turismo religioso en el país, el turismo de masas evangélico.

En la semana anterior al anuncio de la Tierra Prometida en Río, la secretaría de turismo de la alcaldía de São Paulo divulgó la inclusión del Templo de Salomón en su programa de visitas guiadas, el «Vai de Roteiro». No por casualidad la inauguración del recorrido se hizo en la semana que antecede la Navidad.

El hecho, en realidad, es un reconocimiento bastante tardío de la relevancia de este espacio como destino turístico. Al fin y al cabo, como la propia alcaldía de la ciudad destacó al anunciar la novedad, aún en 2020 el Templo de Salomón fue el local más visitado de la ciudad de São Paulo.

Templo de Salomón, São Paulo

 

Así como el Cristo Redentor es oficialmente un santuario católico y su gestión es responsabilidad de la Arquidiócesis de Río de Janeiro, el Templo de Salomón, en São Paulo, es propiedad y gestión de un grupo religioso particular, en este caso, la Iglesia Universal del Reino de Dios. Es en este aspecto que la construcción de la Tierra Prometida anunciada por Eduardo Paes (PSD) en la capital fluminense se diferencia.

Al contrario del Cristo y del Templo de Salomón, este nuevo destino turístico es un proyecto exclusivo del poder público, que también será responsable de su gestión y beneficiario exclusivo de sus eventuales ingresos.

Otras ciudades del país también están apostando por este modelo de explotación del turismo evangélico. En la Baixada Fluminense, la ciudad de Mesquita inauguró en 2023 las mejoras en el Monte Horebe.

«Sendero del Mar Rojo» (Parque Tierra Prometida)

 

Situado en medio de un área de protección ambiental, el monte de los Guararapes pasó a llamarse Monte Horebe en una referencia directa al lugar, también conocido como Monte Sinaí, donde Moisés habría recibido los diez mandamientos. Tras una inversión de R$ 3,5 millones de la alcaldía, comandada por Jorge Miranda (PL), el espacio ya es considerado el principal destino turístico de los evangélicos de todo el estado de Río.

El movimiento que la ciudad de Río de Janeiro hará al construir el Parque Tierra Prometida es inédito entre las metrópolis brasileñas. Cuando se inaugure, funcionará como una especie de hito geográfico para recordarnos que la transformación religiosa de Brasil también tiene impactos directos en el paisaje de nuestras ciudades. En los próximos años, el Cristo Redentor tendrá que aprender a dividir sus atenciones con la Tierra Prometida.

Este texto se compone de dos artículos que fueron publicados originalmente en portugués en la Folha de São Paulo

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Rodrigo Toniol

Rodrigo Toniol

Es Profesor del Departamento de Antropologia Cultural de la UFRJ -Brasil. Es miembro de la Academia Brasilera de Ciencias y fue Presidente de la Asociación de Cientistas Sociales de la Religión en el Mercosur.
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