Las devociones populares en la literatura (3): El santuario del Gauchito Gil en Mercedes por Martín Caparrós

por Martín Caparrós (del libro El Interior)  (fotos: María Cecilia Galera)

P1010670– Yo no sabía, pero es cierto que los santos se ponen de moda. Vos ves que salta San Cayetano y pum… todo es San Cayetano. Y después, por ejemplo, hace poco fue el boom de la Virgen Desatanudos, María La Que Desata los Nudos, todo el mundo me pedía esa virgen. Y de pronto hay algunos que hace tiempo eran importantes y que ahora nadie se acuerda, si.

Por ejemplo, San Pantaleón, ahora quedo ahí en el olvido.
– ¿Qué hacia San Pantaleón?
– San Pantaleón era un medico, dicen que hay una capilla en Buenos Aires que tiene su sangre así coagulada. Vos la habrás visto: dicen que para la fiesta de él se hace liquida.
– ¿Y a ése ya no lo piden más decís?
– No, ése está medio parado, viste. A nosotros siempre nos decía un proveedor: los santos se ponen de moda, y pasan de moda. Y yo me cagaba de risa, andá, no puede ser, me estás cargando. Y él me decía yo ando por todo el país y es así, tené cuidado, me decía, no te vayás a ensartar con un stock de santos que después te queden ahi tirados. Cuidate, es un negocio complicado, me decía. Y si, es verdad. Parece mentira pero es verdad. Es para no creer, hermano.

P1010713Cuando llegué al santuario del Gauchito Gil caía la tarde y muchos kioscos ya cerraban. El santuario del Gauchito Gil es una confusión de casillas y pasillos al costado de una carretera, donde se venden Gauchitos, San La Muertes, vírgenes varias, mates de pezuña, cedés truchos, anteojos para sol, muchos muñecos de peluche, mates de palosanto, facones, ponchos, cadenitas, cruces, cintas rojas, llaveritos de Boca, pelotas, camisetas; todo alrededor de una construcción de dos por dos cubierta por chapas de agradecidos y velitas que encierra el pedazo de tierra donde, dicen, yace Antonio Gil. A un costado, también lleno de chapas y de velas, está el árbol.

El árbol es básico en la historia del Gauchito Gil. Antonio Mamerto Gil Nuñez era un mestizo nacido aquí, en Mercedes, a mediados del siglo XIX. Dicen que, muy joven, Antonio Gil se enamoró de una viuda que pretendía también un comisario. Que se enfrentaron en una pulpería y que Gil, vencedor, le perdonó la vida: que ése fue su error. Desde entonces, dicen, el comisario lo persiguió sin pausa —y el gaucho Antonio Gil tuvo que huir de la comarca. A lo Fierro, lo conchabó el ejército argentino y lo llevó a pelear la guerra contra el Paraguay. Cuando la guerra se acabo, un militar celeste —liberal— lo mantuvo en sus filas, pero el Gaucho era rojo federal — y desertó a lo Fierro. Con un par de compañeros —un criollo y un mestizo— formó una banda que erraba por Corrientes. Robaba, dicen, ganado, pero lo compartía con los pobres. Hasta que una partida militar lo encontró dormido —es mejor que el héroe no se rinda— y lo detuvo; era el 8 de enero de 1878, tiempos de Avellaneda. Los soldados lo ataron de los pies y lo colgaron cabeza abajo —clásica posición de media res- del algarrobo que todavía esta acá, lleno de chapas. Estaban por matarlo y le dijeron que lo iban a dejar tirado ahí, pasto para cara11chos.Antonio Gil quiso intentar una venganza póstuma:

– Si no me enterrás, cuando vuelvas a tu casa te vas a encontrar a tu hijo muy enfermo, pero si mi sangre llega a Dios, juro que volveré en favores para mi pueblo.

Le dijo al sargento que lo enfrentaba con el sable en la mano. Los sargentos -de Cruz al correntino- son importantes en la estructura de estos cuentos: son el escalón más bajo, más accesible del poder. El sargento le rebanó el gañote y se olvidó; el capitán se llevó a Goya su cabeza. Dicen que días más tarde, cuando volvió a su casa, el sargento encontró a su esposa desesperada porque su único hijo agonizaba. Entonces el sargento recordó, volvió al lugar, enterró el cuerpo de Gil, le hizo una cruz de ñandubay y le rogó por la vida de su hijo. Al otro día, cuando volvió, el chico ya se había curado. La noticia corrió; de a poco, otros paisanos se acercaron a pedirle favores. El, dicen, los cumplía.

P1010667– Lo que pasa es que el Gauchito cumple, es muy cumplidor. Y además le podés pedir lo que quieras; si querés también le podés pedir cosas malas.

La amplitud es central: a un santo cristiano sólo se le pueden pedir acciones respetables. Al Gauchito, en principio, cualquier cosa. Aunque, últimamente, estén tratando de civilizarlo.
El Gaucho Antonio Gil tiene el pelo negro y largo, camisa azul, su pañuelito rojo al cuello. El rojo es su color: el rojo puede ser la sangre derramada y puede ser, también, la enseña federal que llevó al lnterior a la derrota. Antonio Gil es el lnterior hecho creencia. Antonio Gil es la gauchesca hecha superstición.

 -El Gaucho te cumple, sabés que te cumple. Vos no le vas a decir haceme ganar el Loto, pero no sé, pedile trabajo, pedile salud, andar bien con tu familia, la fuerza para seguir todos los días, pedile algo lógico y te lo da, viste. Acá ha venido gente, la otra vez nomás, que era de… espera, como era Norteamérica no, de… lnglaterra, Estados Unidos, Brasil, Paraguay, Bolivia, Y todo por acá, Chaco, Formosa. ..

Me dice otro vendedor de santos, gorras y juguetes. El primero era gordo y morocho; este, flaco y morocho. Yo le digo que sí, que he visto sus santuarios por todo el país.

P1010756– Todo el país, todo el país. Mira, los únicos que acá nunca lo quisieron era la iglesia, viste que acá siempre hubo un tema con la iglesia que no … Acá vino un cura el otro día, que fue todo un coso en Corrientes, una… como te puedo decir, un coso que se reunían todas las iglesias, y acá mismo bajaron como dos micros. Y el cura empezó a decir no compren eso, ni toquen eso del Gauchito. Yo te juro que me agarré una bronca… Me agarré una bronca, porque lo más lindo es que el tipo venía todo de oro, cadena de oro, anillo de oro, esto, lo otro…
– Y no quieren competencia, no?
– Claro, porque, si no, dejan de comer ellos. Ladrón hijo de puta qué mierda tenés que hacer acá, como me vas a echar la gente, le digo, no ves que la gente no está comprando nada del Gauchito, está comprando gorras, autitos, esas cosas. Me mira, así, pesado y yo le digo y vos qué me miras con esa cara, ladrón, violín, hijo de puta, le digo, tomatela de acá, tomátela, porque te juro que me llenó de impotencia, eh, porque vos fijate si ellos, que son… Disculpame, no sé si vos estas con los curas…
– No, no estoy.
– Pero para mí, de parte de mi pensamiento, son los peores ladrones, le rompen el culo a los pibitos, mientras ellos con el diezmo, con esto, con el otro, se garchan a todos, hablando mal y pronto. Y ahora, como el Gaucho fue algo que pegó en todo el país, en todo una fe terrible, ahora de golpe y porrazo ahora lo, cómo es, lo cristianizaron, no, lo… cómo es… lo pusieron en la iglesia también.
– ¿Cómo, qué hicieron?
– Claro, lo… cómo es que se dice la palabra?
– ¿Qué lo canonizaron?
– Claro, eso: que lo canonizaron.

P1010835No lo canonizaron —¿todavía?— pero ahora lo miran con cariño. Durante décadas la iglesia de los católicos se opuso feroz a su culto; ahora, cuando ya es incontenible, está tratando de integrarlo poco a poco. Es una larga tradición: la iglesia de los católicos siempre supo cooptar ideas, ritos, personajes que no pudo vencer. Para eso están tratando de convertir al Gauchito en una figura sin aristas; ahora el que mantiene el papel del enemigo es San La Muerte.

– No, no lo van a canonizar: hay gente muy interesada en que la iglesia no termine de agarrarlo. A muchos les conviene que esto siga como está.
– ¿Por qué?
– Y, porque es una cosa que genera muchísima plata viste y a los tipos de la comisión que esta acá, al interventor, no les conviene que esto se canonice y lo agarren los curas, y la iglesia se quede con todo el paquete y se la lleve.

Me dice el otro vendedor, el gordo.
– Hace mucho, antes de instalarnos acá nosotros vendíamos regionales y santería por la provincia. Nos íbamos a todas las exposiciones rurales, a las fiestas patronales, y siempre llegábamos y la gente te pedía Gauchitos, entonces nunca nos faltaban, y hemos ido a fiestas patronales que los curas venían después de Ia misa y nos querían sacar a patadas cuando veían la imagen del Gauchito. Era el demonio para ellos, pero ahora es como que lo quieren incorporar, ya se están dando cuenta. Ahora está pasando lo mismo con este, con San La Muerte, los curas ven al San La Muerte y capaz que te matan a patadas. Es el diablo viste. .. pero es un negocio del carajo, se vende como la puta madre.

P1010825Al Gaucho Gil lo difundieron por todo el territorio nacional los camioneros -que habían difundido, antes, también la imagen de la Difunta Correa: yo nunca había pensado en Hugo Moyano como sumo sacerdote, pero la influencia de sus muchachos en el auge de nuevos cultos argentinos me parece cada vez más clara, sorprendente.

– Disculpe: usted vino a pedir algo?
– No, a agradecer. A mí ya me dio lo que le había pedido. Así que estaba esperando la ocasión para venir a agradecerle.
– ¿Y qué le había pedido, si no es atrevimiento?
– No, atrevimiento no, pero no se lo puedo decir, no quiero preocuparlo.

El hombre tiene cuarenta y tantos, acento cordobés, una cicatriz en el mentón y la cara curtida. Yo lo miro como quien dice no se preocupe, no me va a preocupar, y él me mide.

– A mí el Gaucho me hizo salir entero de una parada brava. No le voy a decir más.

Y yo no se lo voy a preguntar.

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El santuario es precario: comparado con la difusión que tiene el Gaucho en el país, su pago chico es poca cosa, casi una decepción. Un santuario con estructura de villa tercer cordón de Buenos Aires: hay problemas de jurisdicción, de propiedades, que hacen que no se pueda construir nada permanente. Quiero ir al baño y una nena de ojos claros y sonrisa extraña me cobra cincuenta centavos por dejarme entrar a una casilla con olor a tanto.

Después me explican que la culpa la tienen los políticos:
– Acá lo que pasa es que nadie hace nada.

Me dice el vendedor flaquito:
– Acá no hay baños, no hay un galpón donde la gente pueda quedarse. Casi no hay agua.
– ¿Pero quién lo administra?
– No, ahora hay un interventor, un tal Roldán.

Me dice, y se sonríe. Me imagino cómo sigue la historia:
– Un amigo del gobernador?
– Ese muchacho… hace tres anos no tenía nada, andaba con una panchera por las calles de Mercedes vendiendo panchos. Ahora tiene dos coches importados, una radio, una imprenta, se está construyendo un motel.

Yo me sonrío: siempre me gustó la mezcla de religión y polvos rápidos.
– Pero que se cuide, porque los que le afanan al Gauchito terminan muy mal. El Gaucho te da y te da pero si no le cumplís, te saca todo. Los que le quisieron robar se murieron con la lengua afuera de lo secos que estaban.

Lo que no consiguieron generaciones y generaciones de militantes de izquierda lo consiguió, fácil, el Gauchito Gil: llenar la patria de banderas rojas.

(Páginas 87 a 92 del libro El Interior: La Primera Argentina. Buenos Aires: Planeta/Seix Barral. 2006)

caparrósMartín Caparrós (Buenos Aires, 1957) es un periodista y reconocido escritor argentino. Fue, entre otras cosas, editor de la revista El Porteño, participó en la creación de Página/12 , fundó y dirigió la revista Babel, fue jefe de redacción de la revista mensual Página/30 . Ganó importantes premios literarios y publicó numerosos libros (novelas, ensayos, crónicas de viajes).

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Alejandro Frigerio

Alejandro Frigerio

Alejandro Frigerio es Doctor en Antropología por la Universidad de California en Los Ángeles. Anteriormente recibió la Licenciatura en Sociología en la Universidad Católica Argentina.
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