por Carlos Vivas (Instituto de Investigaciones Geohistóricas, Universidad Nacional del Nordeste)
El Barrio Nuevo (183 viviendas) se encuentra al sureste de la Ciudad de Corrientes, tiene los rasgos característicos de los conjuntos de viviendas construidos por el estado, casas bajas dispuestas en hilera, aberturas pintadas con un color que identifica a cada sector y construcciones anexadas posteriormente por los propietarios que, a la larga, singularizan la homogeneidad original. Aunque muchos barrios tienen más de treinta años persisten las calles de tierra, a diferencia del casco histórico, más cercano al río y con fachadas de influencias europeas. En una cortada peatonal de este barrio se encuentra el Oratorio San La Muerte, distinguible a la distancia por las figuras de ojos, velas y cruces en barras forjadas sobre el enrejado del frente, que se corona con una cruz de hierro, similar a la de los cementerios.
La casa pertenece a María Isabel Silvero, conocida por los devotos y vecinos con “Mami” o “Mary”, la acompaña su hija, Rosalía, ambas custodian el Oratorio, encabezando la organización de los eventos y las prácticas de curación. La devoción es una herencia de sus padres y abuelos, de quienes conserva una pequeña talla de hueso. El santuario tiene treinta y siete años, Mary decidió responsabilizarse por la continuidad de las prácticas familiares a los dieciocho años cuando San La Muerte se le apareció en sueños, fue una época de mucha incomodidad y stress, según me dice, porque tuvo que decidir entre el bien y el mal.
La casa-santuario tiene la pared del patio delantero repleta de placas de agradecimiento, oraciones impresas y colgadas en la pared, macetas con “espadas de San Jorge” y el grupo principal de esculturas de cemento que reciben al visitante antes de entrar a la sala: San Antonio de Padua, San La Muerte y Santa Catalina de Siena con la calavera a sus pies. El Señor tiene un pedestal empotrado a la pared con una cruz roja realizada con la técnica de mosaico y un gran candelabro en el frente con velones rojos y amarillos. Según me comentan, en las santerías, los vendedores ya saben que las consultas por velas amarillas o doradas para el Santo serán destinadas al Oratorio, ya que Mary popularizó el uso de este color como símbolo de agradecimiento. En el ángulo que se forma entre el techo y la pared cuelga una cortinilla de tul amarillo que contrasta con la chapa galvanizada. Una ventana que enfrenta al trío de efigies, tiene la misma figura del ojo del enrejado, rejas y cortinas magenta, dos mosaicos con formas de mariposa y dos helechos colgados a los lados, para mí esta reunión de elementos sintetiza el lenguaje particular que Mary fue acuñando en la construcción del Oratorio.
El piso y las paredes del patio y la sala están revestidos de cerámicos, adentro todo es blanco con algunos detalles negros, como si el aspecto lumínico del esqueleto sobresaliera ante la capa negra. Siento que la sala es como la caja torácica del Santo, su seno. Mary dice que algunas personas tienen miedo de San La Muerte por su aspecto esquelético y que todos nosotros llevamos un esqueleto viviente adentro. En el final de la sala está el altar, bajo un enorme espejo circular. Tanto los ojos figurados en el enrejado como el espejo son elementos de protección, que indican que uno está siendo observado y debe ser responsable de sus acciones, cualquier acción dañina volverá contra quién la ejerza, Mary me dice que muchos ven portales en los espejos, pero este no es el caso. En mi visita había recortes de goma eva dorada que decoraban la sala: una guarda que se sitúa entre la pared blanca y el techo, una hilera de siluetas de mariposas formando un arco y el marco del espejo forrado con el material brillante.
Una imagen de yeso colgada frente el espejo custodia el altar, como si levitara y coincidiera con el centro del círculo, viste una capa y pechera amarillas, esta figura es la que se lleva en procesión, sosteniéndola en un anda que Mary carga en el día de la fiesta, ingresando a la sala de rodillas, o cargándola en brazos, abrazándola como a un chico y bailando con ella. Una talla en palo santo está posada en el altar, pertenecía a una señora del Chaco que curaba con ella, cuando falleció sus hijos la donaron al Oratorio. La imagen más grande y llamativa es una impresión 3d de un esqueleto humano naturalista en escala humana que está en la sala, también está cubierta por una capa y pechera, con una corona y una guadaña construidas en el Oratorio, esta se montó en una camioneta en la última fiesta para exhibirla en caravana.
Mary confecciona cada año las prendas que visten al santo, en algún momento el Señor le dicta en sueños los colores con los que quiere vestirse en su celebración. En mi visita me mostraron una montaña de capas gigantes (de dos metros para la escultura de cemento), realizadas con distintas telas y combinado diversos colores: dorados, plateados, rojos y blancos, azules, etc. Si bien las imágenes son construidas por encargo, muchos detalles se finalizan en el Oratorio, por ejemplo, una calavera que completa el cabo de la guadaña o la instalación de luces rojas en las cuencas de la escultura mayor.
Los padres de Mary ya fallecieron, pero su presencia se muestra en los retratos sobre en el altar. Mary también visualiza este acompañamiento mediante figuras de mariposas representadas en diversos objetos, recortadas en goma eva y adheridas a las paredes, en un pequeño mosaico con fragmentos de vidrio brillante que se sitúa entre el espejo y portarretrato y en la ventana del frente de la casa, junto al ojo, entre los helechos. A la noche, la gran escultura de cemento emite dos luces rojas de los leds ubicados en las cuencas, al preguntar qué significa, me dicen que es el fuego interior del ser humano; ante esta respuesta no me pregunto si San La Muerte es o fue humano sino más bien cuál es el límite de lo humano, en qué medida podemos alojar una divinidad y ser invitados a hacer uso de otras potencias. Mary me cuenta, que el Señor fue un monje que curaba, un hombre flaco que fue apresado, acusado de hechicero, murió de pie en una huelga de hambre apoyado sobre un bastón. El bastón se convirtió en guadaña, que según dicen es la justicia. A diferencia de otros santuarios caracterizados por la acumulación y la disposición orgánica de objetos, el Oratorio tiene espacios definidos, luces, un orden simétrico que expresan claramente las relaciones entre los seres, artefactos y humanos.
En nuestra conversación Mary y Roxana me mostraron álbumes de fotografías impresas, donde van registrando todos los eventos organizados por la comunidad de devotos y especialmente, por los servidores. Los servidores son los asistentes más frecuentes y cercanos del Oratorio, dedicados exclusivamente a las actividades y celebraciones, visten prendas diseñadas por Mary, bombachas de gaucho, remeras estampadas y boinas. El quince de agosto es la fecha de la fiesta principal, desde la madrugada se prepara todo, la comida y la decoración, se ultiman los detalles de la caravana y la organización en general, la gráfica y las prendas se realizan antes, todo bajo la coordinación de Mary.
En la fiesta del quince de agosto se exhiben las imágenes en camionetas que circulan en una caravana acompañados de autos y motos con banderas, en un recorrido que abarca otros barrios aledaños. Cada fecha tiene sus recuerdos, tarjetas impresas con la fotografía del dueño del Oratorio (la imagen de yeso principal) editadas con software, a la manera de un cumpleaños. En una foto se ve la larga mesa de la sala repleta de cortes de carne donados por los participantes. Entre los eventos solidarios que realizaron me cuentan sobre la preparación de cien litros de mate cocido y mil tortas fritas que para los vecinos inundados del barrio San Antonio Oeste; en la última navidad repartieron cientos de pandulces y budines preparados en un horno panadero que también fue donado, Mary y los servidores vestían con el traje de Papá Noel.
Cuando llegué al lugar enseguida asocié la claridad y los elementos amarillos a la calidez solar, a la reunión de partículas que en conjunta vibración producen energía, voluntad, posibilidad de intervenir en el tiempo, el espacio. Un punto los atrae, la emisión blanca de la forma esquelética. San La Muerte, es santo, papá, hermano, está muy cerca y como toda persona merece respeto y consideración, hay que cumplirle como él te cumple. San La Muerte era un monje con la capacidad de curar a la gente y lo arrastraron a la muerte acusándolo de hechicero, lo mataron por curandero. Me llamó mucho la atención que Mary sea enfermera y Rosalía técnica de laboratorio, y como se da esa continuidad entre las prácticas de curación con la invocación al santo y la profesión. También la administración de los registros, documentos, certificados, pedidos de uso del espacio público, acompañamiento de la policía en las caravanas, todo es público y reconocido, claro como los colores del Oratorio. También es ordenado y serio y pienso en los treinta y siete años del lugar, las generaciones que rezan al santo. El clima es el de una capilla católica, muy familiar. Finalmente, Mary dice ser católica pese al rechazo de la Iglesia a San La Muerte.
Todas las particularidades visuales que se conservan en este lugar son los sellos de cientos de gestos cotidianos, de contactos amables e íntimos con el Santo, que acompaña a la familia por generaciones, con los devotos y vecinos que se acercan y hacen comunidad. El compromiso de Mary y Rosalía se patentiza en la luz, los colores, la disposición de las imágenes, los decorados, las flores y plantas. Estos elementos agasajan a todas las presencias que se reúnen los catorce y quince de agosto, más allá de las magnitudes temporales y espaciales. En esta visita que realicé el Oratorio estaba “vacío”, las fotos y videos me ayudan a acercarme al clima vibrante de la celebración, el chamamé, los sapucay, los vitoreos victoriosos al Señor que todo lo puede. Y me quedo con la sensación de que no sólo el Señor San La Muerte todo lo puede, estas personas también.
Excelente nota
Y cuantos recuerdos hermosos me traen ver y leer toda la nota ..saludos besos para toda la familia silvero. Feliz día mi señor san la muerte .
Muchas gracias Luis!