Memorias suprimidas de catolicismos mexicanos radicalizados

por Renée de la Torre (CIESAS Occidente)

Reseña del libro «Cuando un futuro se disuelve: de identidades trastocadas y radicalizaciones no previstas» de Fernando M. González (México: IIS/UNAM; 2023).

Fernando González comentó al final de una reciente presentación de este mismo libro en la UNAM que “había que pensar ahí donde duele”. Fernando se ha dedicado a hacer investigación justo donde duele y este libro no es la excepción: la relación entre cristianismo y guerrilla. Donde más duele es donde la historia enmudece. Esta relación es una herida gangrenada, que nunca ha cerrado, ni ha sanado porque ha querido ser tapada. Pero de forma irremediable es también el lugar donde se asoma la clandestinidad del radicalismo cristiano. Es justo en ese punto donde se vuelve a tocar el añejo dilema del cristianismo social integrista que se bate entre matar y morir por el reino de Dios. Pero es también el lugar donde la historia ha enmudecido, como lo ha hecho en otros temas a los cuales Fernando ha dedicado sus libros.

Porque duele es una etapa suprimida de la historia nacional, debido a que involucró a los opuestos quienes coincidieron solo en una cosa: en que era mejor no hablar de eso para llevar la fiesta en paz. Es el lugar siempre tachado por las novelas institucionales, católicas, estatales, empresariales y familiares. Es lo que no se presume en un curriculum y queda como el mismo Fernando lo llama: memoria suprimida. Es un lugar liminal, siempre en tensión, pero con heridas siempre punzantes.  Se trata del intersticio entre fe y sociedad, entre iglesia y política, entre movimientos laicos y estructura clerical, entre perseguidos y persecutores, entre morir y matar, entre mártires y asesinos, entre víctimas y villanos, entre abusadores y abusados, entre villanos y héroes, entre terroristas y torturadores.

Este lugar que es recorrido por distintos actores (actantes diría la semiótica) ha sido el lugar de encuentros y desencuentros entre la iglesia y el Estado en distintos momentos de la historia nacional mexicana y, aunque han sido las historias negadas, es la historia que Fernando ha elegido para hacer-hablar a los silenciados desde donde le duele a la sociedad. Como buen psicoanalista que es, sabe que la narración histórica, por más complicada que sea, es la única que permite objetivar un subconsciente que, aunque silencioso, opera desde lo más interno de nuestras instituciones.

Recuerdo hace varios años haber visitado a Fernando a su casa-oficina y descubrir que tenía un antiguo ropero de madera lleno de recortes de periódicos apilados, algunos ya lucían amarillentos. Eran los archivos donde durante años, muchos años, muchísimos años, fue acumulando pistas, evidencias, pequeños recortes que se tornaron indicios donde se asomaban relatos que ponían en duda las grandes historias. De esos recortes salían a relucir las tibias contradicciones que mostraban que no se podía generalizar ni clasificar en buenos y malos a los protagonistas como algunos periodistas han intentado hacerlo.

En ese armario, además conviven más de decenas de entrevistas contenidas en casetes con testimonios de los más variados personajes. De estas grabaciones han salido micro-historias que apuntan a presionar en los puntos neurálgicos donde más duele a nuestra historia. Como fue la Cristiada. Maquinaria de mártires que ahora son santos, pero que no solo legitimó el morir sino el matar en nombre de Cristo Rey. [1] El no aclarado asesinato del Cardenal de Guadalajara Juan Jesús Posada[2], ¿víctima o cómplice de los narcos? La ocultada historia de quien era reconocido como Mon Père y quien bajo su santidad activaba la pedofilia.[3] La ventaneada de los archivos resguardados, ocultados y negados que tenía la iglesia sobre el caso de Maciel. Los vergonzosos  años sesenta que en búsqueda de la actualización emprendieron el encuentro con los propios límites de la libertad, y en la cual incluso las órdenes religiosas salieron de sus encierros para tocar fondo y revisar sus crisis profundas detonadas por el psicoanálisis de Iván Ilich.[4]  el largo y tortuoso catolicismo conspirativo que alentó a las sociedades secretas del siglo XX, y de cuya radicalización emergieron los movimientos de ultraderecha estudiantil como fueron los casos de los Tecos, el Yunque y el MURO.[5]

Este libro se puede leer por si solo, pero a la vez pertenece a la zaga de los radicalismos cristianos que protagonizaron distintos conflictos ocurridos en México durante el siglo XX. En el caso de la guerrilla de inspiración católica marxista se muestra la otra cara de los impactos del cambio social introducido por la iglesia católica postconciliar en una sociedad donde el catolicismo también animaba a la radicalización de la derecha católica que tenía aversión por todo aquello que, aunque fuera proyecto social, les oliera a comunismo. Ahí en medio de esta contradicción -y a raíz de ella- surgen confrontaciones insalvables que resultan ser el campo fértil para que florezcan las guerrillas urbanas de los años 70s. Antes de que Fernando pusiera en la mira estos temas constituyeron memorias suprimidas. A veces negadas. Otras veces prohibidas, condenadas o sacralizadas. Todos estos temas han sido los temas de la extensa bibliografía escrita por Fernando González.

Cuando un futuro se disuelve nos aporta una historia nunca antes contada. Sin azotes, ni medias verdades (aunque son hechos interruptus con muchas partes rasgadas y tachadas). Sin tomar partido por un bando, ni haciendo fáciles condenas para victimizar, condenar o exonerar.  Aunque no por ello renuncia a colocar los dilemas éticos presentes en varios de los terribles actos que describe. Por ejemplo, la decisión de ejecutar al joven empresario tapatío Fernando Aranguren por considerarlo un burgués explotador o quizá porque el gobierno de Luis Echeverría Álvarez (también enemigo de Fernando) no cedió a negociar su entrega liberando presos políticos a cambio de Aranguren. Al mismo tiempo exoneraron a Duncan Williams (cónsul de Inglaterra en Guadalajara) por considerarlo  medio burgués, o quizá porque les dio pena dejar sin padre a sus dos hijos con Síndrome de Down.  Lo que sí se supo es que a quienes contravinieron la orden de ejecutar a Williams fueron acribillados por sus propios compañeros por desacatar las órdenes superiores; y quienes mataron a Aranguren fueron exonerados.

En este libro Fernando teje los hilos invisibles de las genealogías de los cristeros, los tecos, del yunque, los jesuitas que había trabajado en sus libros anteriores como una sombra del pasado que siempre está actuando en el presente de los años 60 y 70 del siglo pasado. Estos hilos que Fernando sabe articular, aportan una tupida cartografía producto de una larga duración de movimientos secretos católicos activos en la historia nacional. Los hace visibles, sin perder la capacidad de diferenciar entre lo azaroso y lo causal de los ensamblajes.

Este libro tiene en el centro cuatro eventos donde los jóvenes estudiantes fueron los protagonistas. Aunque el movimiento estudiantil del 68 que culminó en la tragedia de Tlatelolco no puede ser ignorado, no es central. El surgimiento del ímpetu de justicia cristiana entre los jóvenes se cruzó con la paranoia anticomunista. En este ambiente emergen los cambios conciliares cuyos renovados sacerdotes de la JOC salen de los templos para construir la justicia en el mundo laboral de los obreros. Pero pronto se enfrentaron con el radicalismo anticomunista también vigente en el ambiente católico.

Los tres eventos sucedieron en la provincias (no solo la historia nacional tiene lugar en la Ciudad de México) la huelga y el asalto de Madera en Chihuahua; el movimiento estudiantil en el TEC y la expulsión de los jesuitas de Monterrey, y el surgimiento de grupos juveniles radicales de estudiantes expulsados del TEC que dieron lugar a  la formación de las guerrillas urbanas que ocasionaron dos sucesos trágicos: el asesinato de Eugenio Garza la Güera el líder, patrón, y patriarca de Monterrey (por no decirle dueño, pues sería políticamente incorrecto), y los secuestros de Duncan Williams (quien sobrevivió) y Fernando Aranguren (que fue asesinado) en 1973 durante el gobierno de Luis Echeverría Álvarez.

Estos eventos se dieron en el lugar donde la violencia y la fe se encuentran al valorar la toma de las armas y la acción clandestina como única salida hacia la justicia deseada para refundar el reino de Dios. Este lugar fue el punto de llegada cuando la palabra, la reflexión y la acción social dejaron de ser plausibles para cambiar las estructuras socio-económicas de la injusticia social. Pero también, nos explica el autor, fueron orillados por la acción de suprimir a las voces disidentes.

Estas tramas que constituyen el tema del libro están confeccionadas con distintas entrevistas que no solo brindan perspectivas y lugares diferentes desde donde armar lo sucedido (como ocurre con la muy recomendada serie Quién lo mató?, que trata sobre la nunca aclarada muerte del presentador de televisión Paco Stanley y se estrenó en estos días en la plataforma de Netflix). Pero lo interesante es que en este libro no solo se recuperan las voces de los protagonistas, sino que el autor coloca pequeñas anécdotas de múltiples actores secundarios. Cada uno de los entrevistados coloca una pieza al difícil arte de armar un enorme rompecabezas. Ello le permite sortear la tentación de armar enormes complots, como es usual en libros que abordan temas escandalosos. Le permite también advertir que no son bloques uniformes ni estables, sino que están plagados de desacuerdos, diferencias, errores no planeados. Los grandes enemigos o aliados muestran constantemente fisuras internas, pero también hay tupidas relaciones entre lo que parecen solo antagonismos, por ejemplo, relaciones emparentadas por la amistad o vecindad entre las familias de secuestradores y secuestrados. O la manera en que uno de los padres de un exguerrillero se relaciona con los empresarios (secuestrado y secuestrables) a través de su liderazgo en las cámaras de comercio.

Por su parte, la guerrilla estuvo infiltrada desde sus orígenes por agentes policiacos. En una entrevista el funesto Nazar Haro, quien estuviera al frente de a superpolicía de la Dirección Federal de Seguridad externó: “Eran fanáticos en sus creencias, y para combatirlos había que ser fanáticos como ellos, pero en lo nuestro. Yo le enseñé a mi gente a amar su camiseta, amar a su patria y a ser fanáticos como ellos” (p. 204). Esta declaración da cuenta de cómo la visión de morir y matar por Cristo Rey, llegó también a modelar a sus exterminadores, fanáticos dispuestos a morir y matar por la patria.

Por otra parte, quiero señalar que sólo Fernando González podría haber escrito los sucesos enmarcados en una historia de larga duración. Los ecos de sus libros pasados, le permite establecer las líneas invisibles (bien diría Ingold) de las genealogías de los movimientos sociales. Le permite también ensamblar (como lo refiere Bruno Latour) grupos, movimientos, anti movimientos. Reconocer la inestabilidad de las alianzas y las traiciones. Dar cuenta de los límites y los desplazamientos. Y descubrir las continuas intersecciones colmadas de encuentros y desencuentros entre la guerrilla y el movimiento cristero, entre éste y los posteriores frentes anticomunistas vinculados a la ultraderecha universitaria, los jesuitas, las élites, la educación popular, la acción revolucionaria, los movimientos armados, la CEM y el Estado.

Al final del libro Fernando trae los ecos de este pasado cuyo futuro de diluyó al presente incierto en donde se perfilan de nuevo varios radicalismos confrontados:  la cuarta transformación que encabeza el proyecto de una revolución dirigida desde el Estado sin violencia pone en alerta a la vieja paranoia que nutrió la amenaza comunista. Las guerrillas con ideales han sido sustituidas por los carteles del crimen organizados. Los movimientos sociales tienen causas, pero no encuentran canales de diálogo con gobiernos autoritarios que buscan suprimir las voces ciudadanas disidentes. La opción preferencial por los pobres se ha desplazado a la opción “preferencial por el ejército” (p. 26).

El libro de Fernando trata sobre la historia, pero nos alerta sobre el choque entre dos violencias que pueden deslindarse del catolicismo social cristiano y terminan fatalmente enfrentadas: la revolucionaria y la reaccionaria. La pregunta ¿Qué de ese pasado se puede conformar en una sombra del futuro? La responde así: “No bastan la generosidad ni los anhelos de justicia ni estar dispuesto a dar la vida para que algo necesariamente cambie. El voluntarismo y las buenas intenciones tienden a chocar con la contradictoria realidad, en la que unos pocos controlan demasiadas cosas, tanto en la geopolítica como en los Estados» (p. 326).

[1] Fernando M. González, Matar y morir por Cristo Rey. Aspectos de la Cristiada, México: ISS/UNAM, 2016.

[2] Fernando M. González, Una historia sencilla, la muerte de un cardenal, México: UNAM/Plaza y Valdés, 1996.

[3] Fernando M. González, Marcial Maciel. Los Legionarios de Cristo: testimonios y documentos inéditos, México Tusquets, 2006; y La Iglesia del silencio: De mártires y pederastas, México: Tusquets, 2016.

[4] Fernando M. González, Crisis de fe. Psicoanálisis en el monasterio de Santa María de la Resurrección, 1961-1968, México: Tusquets, 2011.

[5] Fernando M. González, Secretos fracturados. Estampas del catolicismo conspirativo en México, Herder, 2021.

«Cuando un futuro se disuelve»  se puede descargar gratuitamente aquí.

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Renée de la Torre

Renée de la Torre

Reneé de la Torre es Doctora en Antropología Social por el CIESAS y la Universidad de Guadalajara. Anteriormente recibió la Licenciatura y Maestría en Ciencias de la Comunicación en el ITESO. Es investigadora nivel III del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) y miembro de la Academia Mexicana de las Ciencias.
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