Mindfulness: Meditación sin marco religioso

Foto: Maxi Failla para Ñ

 

por Nicolás Viotti (UNSAM- UCA/CONICET)

Desde hace algunas décadas la meditación, junto a otras técnicas de gestión de uno mismo englobadas en la sensibilidad de lo alternativo o lo New Age, ha venido a sumarse a los recursos más convencionales para lidiar con el sufrimiento. Con origen en tradiciones orientales hinduistas y budistas, la meditación se ha convertido en una técnica que agita fuertes controversias sobre su eficacia clínica, sobre su estatuto religioso o secular y sobre su impacto en la sociedad.

Algunos críticos ven en la meditación una expansión de la religión o de la espiritualidad por sobre el dominio de lo médico-psicológico. La amenaza de la “pseudociencia”, sostienen, avanzaría como una sombra y se aprovecharía de la credulidad de sus practicantes. Los estudios sociales sobre el fenómeno señalan que la meditación remite a un sinnúmero de técnicas insertas en versiones occidentalizadas y globalizadas del budismo o el hinduismo desde por lo menos la década de 1960, pero también que ha sido parte de un proceso de incorporación secular que reivindica estudios científicos de eficacia clínica que suelen usarse como criterio legitimador. El mindfulness, marca registrada y comercial del médico Jon Kabat-Zinn, se ha consolidado como un paradigma de la meditación “basada en la evidencia”, desprovista de referencias religiosas o espirituales.

Lejos de la “pseudociencia” el mindfulness encarna la versión adaptada y científica de la meditación. Sobre esa base consiguió salir de los espacios estrictamente espirituales y consolidarse en instituciones de diversa índole, tanto privadas como gubernamentales. Esto fue así porque, al fin y al cabo, en el espacio público de nuestras sociedades la religiosidad sigue ocupando un lugar subordinado y periférico. Los usos de ese tipo de técnicas en empresas para mejorar el rendimiento y transformar la “cultura laboral” son ya una práctica habitual desde hace décadas. También existe una presencia creciente en contextos educativos, hospitalarios y carcelarios como modos de gestión del estrés y el mejoramiento de la convivencia, la concentración y como una tecnología en el manejo de situaciones de tensión y conflicto interinstitucional.

Que a algunos defensores de técnicas de meditación provenientes de los espacios más espirituales, y muchas veces declaradamente contraculturales, esto les parezca una aberración o una “traición” debería leerse como una disputa por el sentido de la meditación dentro del propio espacio de quienes ofrecen y utilizan sus beneficios. Por ahora, desde la perspectiva de sus seguidores esos sentidos son diversos y resulta difícil delimitar fronteras claras entre lo estrictamente psico-médico y lo espiritual, en la medida en que las prácticas pueden ser sólo un ejercicio de concentración y reducción del estrés pero también un punto de partida de otras búsquedas de transformación personal.

Otro aspecto controvertido es el fenómeno socio-cultural: la relación de las prácticas de meditación con el modo de vida que promueven. Algunos de sus críticos ven prácticas solidarias con la cultura neoliberal. Más allá de su relación evidente con procesos de más larga escala, todavía es necesario entender su lógica específica, por qué posee ese grado de eficacia social y cómo transforma el individualismo que organiza nuestra vida social moderna. La idea de individuo no parecería estar definido sólo por el “mundo interior” que uno debe sondear para conocerse, tal como indican el psicoanálisis y otros recursos de autoindagación, sino la idea de un individuo plano, sin profundidad y en conexión con el entorno que la meditación promueve.

No hay dudas de que la amplia difusión de estas prácticas acompañan una transformación de las sociedades occidentales actuales y, eventualmente, modos dominantes de producir subjetividades. Sin embargo, también suelen acompañar a movimientos disconformes con la sociedad actual. La meditación, lejos de ser la encarnación del mal o del bien es un lenguaje y una práctica de época. Como, en otro momento, lo fue el psicoanálisis o, tal vez mucho antes y de un modo mucho más abarcador, la oración cristiana. La promesa de emancipación “aquí y ahora” o la afirmación de un mundo injusto conviven en cada exhalación. El futuro dependerá, entonces, de lo que hagamos con eso.

Publicada originalmente como parte de una nota mayor en la revista Ñ

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Nicolás Viotti

Nicolás Viotti

Doctor en Antropología Social por el Museu Nacional (Universidad Federal de Río de Janeiro), Sociólogo por la Facultad de Ciencias Sociales (Universidad de Buenos Aires) e Investigador del CONICET.
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