El don de la ubicuidad: rituales étnicos multisituados. Renée de la Torre (org.). Guadalajara: CIESAS, 2012.
Por Rodrigo Toniol (traducción: Cecilia Galera)
A finales de 1990 la relación entre las ciencias sociales de la religión y los procesos de globalización, en un sentido amplio del concepto, animó numerosos debates teóricos y llevó a los interesados en el tema a presentar sus expectativas acerca de lo que podíamos esperar de la religión y de las investigaciones sobre este tema en el nuevo siglo que se aproximaba. En una publicación que marcó los debates de ese momento (Oro & Steil, 1997), Enzo Pace afirmó el reconocimiento necesario de la implicación mutua entre el proceso más amplio de globalización y las transformaciones en los regímenes de creer – que venía siendo afirmada por diversos investigadores (Russo, 1993; Magnani, 1999, Carozzi, 1999; Amaral, 2000, entre otros) – y, por consiguiente, la necesidad de acompañar y analizar los “efectos de la desaparición de las fronteras simbólicas rígidas entre diferentes campos religiosos, entre el campo religioso y el campo mágico y esotérico, entre la religión y las nuevas creencias seculares o para-religiosas (Pace, 1997:33). La sugerencia, en síntesis, permitía situar el horizonte de las ciencias sociales de la religión más allá de lo “estrictamente religioso”. En este caso, del reconocimiento de la articulación entre prácticas religiosas con otras dimensiones de la vida social venía también la posibilidad de elaborar investigaciones que escapasen de la reificación del concepto de religión (Steil y Toniol, 2013). Publicado quince años después del texto de Enzo Pace, el libro El don de la ubicuidad: Rituales étnicos multisituados, organizado por Renée de la Torre, satisface las expectativas de ampliación de las perspectivas teórico-metodológicas -así como de los propios universos de interés empírico de las ciencias sociales de la religión- sugeridas por el antropólogo italiano.
A partir de una propuesta comparativa en El don de la ubicuidad: rituales étnicos multisituados, investigadores de México, Brasil, Argentina y Francia dirigen sus esfuerzos para analizar rituales que se articulan o replican o desdoblan en diferentes contextos nacionales. Por lo tanto, los textos del libro se relacionan a partir de tres ejes centrales, los rituales dedicados a Yemojá/Yemanyá/Iemanjá en las religiosidades afroamericanas, las danzas rituales conchero-aztecas y los rituales de la etnia Wixárica (Huicholes) en sus apropiaciones desde la Nueva Era.
La diversidad de textos reunidos en la obra, así como los contextos empíricos de investigación, no resta valor a la organicidad del libro, por el contrario, a medida que el lector avanza en la lectura de los capítulos su propuesta teórico-metodológica se torna más evidente. Atentos a las constantes afirmaciones sobre la fluidez de las pertenencias y las articulaciones transnacionales de las instituciones y grupos religiosos, los autores problematizan los localismos implicados en conceptos como el de campo religioso. Con esto no dejan de reconocer la importancia de los procesos locales en el análisis de los fenómenos religiosos, pero tratan de evitar la circunscripción de prácticas y signos locales a la localidad.
Tan eficaz para la composición del argumento más general del libro como la convergencia de la perspectiva analítica de sus once autores, es su propuesta editorial. Los textos son sumariamente etnográficos y cada uno de ellos añade una narrativa visual a partir de fotografías. Al mismo tiempo en que esas dos narrativas – textual y visual – se relacionan, cada una de ellas también tiene su propia autonomía. De este modo, los capítulos se articulan tanto a partir de textos de introductorios para cada uno de los tres ejes anteriormente mencionados, como también por medio de una composición al inicio de cada capítulo nuevo, que proporciona fotografías relacionadas a los textos anteriores y a los siguientes, dejando al lector la posibilidad de elaborar sus propias conexiones. En palabras de la organizadora del libro:
«La fotografía es valorizada en este libro no como arte, ni por su potencial ilustrativo, sino por su capacidad de captar situaciones particulares, hechos únicos, capturados en un mismo contexto, pero que conectados con otros escenarios, nos permitirían armar un discurso complejo de secuencias y contrastes entre distintas imágenes y el entrecruzamiento de las diferentes secuencias rituales. Una especie de rompecabezas que va armando realidades multilocalizadas» (De la Torre, 2012: 13).
El primer eje articulador del libro, titulado Danzantes y translocalización reúne textos de los antropólogos mexicanos Renée de la Torre, Santiago Bastos, Alejandra Aguilar Ros y Cristina Gutiérrez Zuñiga. Las danzas en cuestión forman parte de los rituales de larga duración realizados por pueblos pre-hispánicos que habitaron el territorio mexicano. En el período colonial, tales rituales fueron acusados de paganismo para posteriormente articularse con las festividades católicas dedicadas a los santos patrones nacionales. A lo largo de la primera mitad del siglo XX las danzas rituales adquirieron nueva visibilidad y convertidas en “prácticas aztecas” fueron reconocidas como parte del folclore nacional y de la identidad mexicana. La valoración de estas danzas fue central para el surgimiento de numerosos movimientos interesados en “rescatar la mexicanidad” a partir de la recuperación de prácticas de los pueblos mesoamericanos antes de la colonización española. “Este movimento [por la mexicanidad] pretende una re-indianización, aunque aztequizada, de la cultura nacional, rechazando elementos sincréticos, la cultura occidental y el catolicismo en las danzas” (De la Torre y Zuñiga, 2012: 26). En la segunda mitad del siglo, en paralelo a los movimientos por la mexicanidad, surgieron los movimientos de la neo-mexicanidad. Formados en los grandes centros urbanos, este último tipo de movimiento sitúa las danzas rituales en un contexto de espiritualidades Nueva Era. Con esto, las danzas son presentadas no solamente como un modo de recuperar las tradiciones indígenas, sino también como una forma de acceso -a partir de estas prácticas- a energías, sabidurías y fuerzas espirituales importantes en la Nueva Era que se anuncia.
Ambos movimientos – la mexicanidad y la neo-mexicanidad – han pasado por procesos de transnacionalización que, aunque distintos en las redes que activan y los sujetos que articulan, son comunes en sus direcciones: del Sur al Norte, de México a los Estados Unidos y Europa[1]. A partir de la idea de translocalización, los textos que componen esta sesión presentan las diversas articulaciones que las danzas producen en cada uno de los contextos en los que son practicadas. Así, en España, por ejemplo, la danza fue incorporada en una red de espiritualidad alternativa, a veces asociada a los peregrinos del Camino de Santiago de Compostela, que reivindicaba la relación de aquellos rituales con la “cultura ibérica”. En México, por su parte, las danzas acontecen en contextos muy diferentes, como en las festividades de la Semana Santa Azteca, durante las ceremonias dedicadas a Cuauhtémoc – el último rey azteca – o entre pueblos indígenas, como es el caso de Mezcala. En los Estados Unidos, especialmente en California, las danzas rituales, realizadas a partir de diversos grupos, han estado asociadas a los movimientos de afirmación de la identidad “chicana”, constituyéndose incluso como momentos para la expresión de reivindicaciones políticas de los trabajadores mexicanos [2].
El segundo eje articulador de los capítulos del libro, Yémojá/Yemanyá/Iemanjá: rutas transnacionales y avatares relocalizados, está formado por textos de Nahayeilli Juárez, Stefania Capone, Ari Pedro Oro, Alejandro Frigerio y Kali Argyriadis. Teniendo como hilo conductor la descripción y el análisis de rituales dedicados – más o menos explícitamente – a Yémojá/Yemanyá/Iemanjá en Brasil, Argentina, Uruguay, Cuba y Estados Unidos, los investigadores presentan no sólo la diversidad de prácticas en torno a este orixá en las religiones afroamericanas, sino también discuten sobre los diferentes regímenes de visibilidad y legitimidad que estos rituales tienen en cada contexto nacional.
El reconocimiento del orixá como el elemento común a los capítulos es problematizado en las primeras fotografías y relatos presentados a los lectores. La diversidad de imágenes de Yémojá/Yemanyá/Iemanjá así como los diferentes modos en que el orixá es movilizado en la umbanda, batuque y candomblé nos hacen reflexionar sobre la idea de que estamos frente a réplicas de lo mismo. Tampoco son comunes los regímenes de visibilidad – en la relación con el Estado y con la sociedad civil – que tales rituales experimentan. Así es que si, en Porto Alegre, el mayor ritual dedicado a este orixá – la procesión del 2 de febrero, día de Nuestra Señora de los Navegantes/Iemanjá – se convirtió en un bien cultural inmaterial de la ciudad, en Buenos Aires las celebraciones dedicadas a Iemanjá en espacios públicos recibieron, apenas recientemente, autorización para ser realizadas.
Siempre en el contexto del Cono Sur, los textos permiten a los lectores reconocer los flujos de desplazamiento que conectan Porto Alegre, Montevideo y Buenos Aires a partir de la circulación de movimiento de pais, hijos de religión y objetos entre estas ciudades. En Estados Unidos, los rituales fueron realizados con la llegada de cubanos exiliados a ciudades como Nueva York. En ese contexto, los principales festejos tienen lugar bajo la bandera de una «reunión ecuménica», capaz de congregar a personas de diferentes orígenes y modalidades religiosas en una única «religión de los orishas.»
Finalmente, la última sección del libro titulada Huicholes en contextos heterogéneos, presenta textos de Rodrigo de la Mora, Alejandra Aguilar Ros, Renée de la Torre y Jorge Luis Marín. Estos son trabajos dedicados a los rituales de los Wixáritari, un grupo étnico que habita en el norte del estado de Jalisco, México. Sus rituales se llevan a cabo principalmente al interior de las diversas comunidades rurales en las que viven o durante las peregrinaciones que realizan en dirección a los espacios sagrados, situados fuera de sus comunidades, dispersos en cinco estados mexicanos. En las últimas décadas, sin embargo, varios grupos de la Nueva Era, de la neo-mexicanidad y algunos agentes culturales, han buscado incorporar rituales Wixáritari en sus propias prácticas.
El uso tradicional del peyote, la figura del chamán y los rituales de celebración del equinoccio, fueron algunos de los elementos que despertaron el interés por parte de grupos urbanos respecto de los Wixaritari. En este contexto, por ejemplo, el mara’akame[3] Pablo Taizan se convirtió en una figura de referencia entre los grupos Nueva Era y de la neo-mexicanidad. En los rituales del equinoccio, que en México llegan a reunir dos millones de personas, los Wixáritari también han sido presencias constantes, resultado no solamente del creciente interés público en sus prácticas, sino también por las redes que algunos mara’akame establecieron con grupos místicos y esotéricos dedicados a realizar vivencias espirituales y “preparar chamanes» en contextos urbanos.
El don de la ubicuidad: Rituales étnicos multisituados consigue hacernos reflexionar acerca de la importancia del análisis de las prácticas rituales para la comprensión de los contextos investigados. Las narrativas textuales y fotográficas que presenta, hacen del conjunto de etnografías individuales una especie de texto colaborativo en el que los capítulos se complejizan en la medida en que se articulan entre sí. Paradójicamente, el desafío de producir reflexiones sobre rituales étnicos multisituados fue enfrentado por los autores por medio de la producción de descripciones minuciosas de los contextos locales. Es así que solamente comprendemos el don de la ubicuidad a partir de la complejidad de las coyunturas locales.
[2] Para una discusión profunda sobre el tema ver el debate realizado a partir del texto “Transnacionalización de las danzas aztecas y relocalización de las fronteras: México / EE.UU”. (2012), de Renée de la Torre y Cristina Zuñiga, publicado en Debates do NER, número 21.
[3] ”Especialista religioso que dirige las ceremonias rituales de los Wixáritari. Todos curan y algunos también cantan durante los rituales. Los que curan permanecen en el ámbito de lo privado, mientras que los segundos son considerados desarrollados en el estatuto de los dioses” (Torre, 2012: 373).
Referencias
ARGYRIADIS, Kali; CAPONE, Stefania; TORRE, Renée de la e MARY, André. En sentido contrario. Transnacionalización de religiones africanas y latinoamericanas. México: CIESAS, 2012.
CAROZZI, Maria Julia. (Org.). A nova era no Mercosul. Petrópolis: Vozes, 1999.
MAGNANI, José Guilherme Cantor. Mystica urbe : um estudo antropológico sobre o circuito neo-esotérico na metrópole. São Paulo : Studio Nobel, 1999.
PACE, Enzo. “Religião e globalização”. In: ORO, Ari Pedro (Org.); STEIL, Carlos Alberto (Org.). Globalização e religião. Petropolis : Vozes, 1997.
ORO, Ari Pedro (Org.); STEIL, Carlos Alberto (Org.). Globalização e religião. Petropolis : Vozes, 1997.
STEIL, Carlos Alberto; TONIOL, Rodrigo. “A crise do conceito de religião e sua incidência sobre a antropologia”. In: Ciencias Sociales y Religión. Porto Alegre, 2013 (en prensa).
RUSSO, Jane Araujo. O corpo contra a palavra: as terapias corporais no campo psicológico dos anos 80. Rio de Janeiro: Ed. UFRJ, 1993.
TORRE, Renée de la. “Introdución”. In: TORRE, Renée de la. (Org.) El don de la ubicuidad: rituales étnicos multisituados. Guadalajara: CIESAS, 2012.
TORRE, Renée de la; ZUÑIGA, Cristina Gutiérrez. “Los horizontes de la translocalización y los sentidos de la relocalización de las danzas rituales mexicanas”. In: TORRE, Renée de la. (Org.) El don de la ubicuidad: rituales étnicos multisituados. Guadalajara: CIESAS, 2012.
TORRE, Renée de la; ZUÑIGA, Cristina Gutiérrez. “Transnacionalización de las danzas aztecas y relocalización de las fronteras México / Estados Unidos”. In: Debates do NER 21: 11-50. Porto Alegre: Editora da UFRGS, 2012.
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