por Rodolfo Puglisi (Universidad Nacional de La Plata/ CONICET) (texto y fotos)
José Gabriel del Rosario Brochero (1840-1914) fue un sacerdote católico cordobés canonizado en el año 2016 en función de los “milagros” de cura que se le atribuyen. La reciente entronización de Brochero por parte del papa Francisco, a quien se le atribuye un rol decisivo en su santificación, lo posiciona como el primer santo “ciento por ciento argentino”, el primero nacido y fallecido en nuestro país, iniciando de este modo una nueva etapa histórica en un movimiento que cuenta ya con más de cien años de existencia. Denominado el “cura gaucho”, tanto los relatos eclesiásticos como la narrativa (re)producida por sus seguidores exaltan la figura de Brochero como un párroco con los “pies en la tierra”, un “pastor con olor a oveja”, que recorrió incansablemente a lomo de mula la zona cordobesa montañosa de Traslasierra en el último cuarto del siglo XIX para difundir la palabra de Dios así como para ayudar a las poblaciones locales. En la zona es muy recordado por, más allá de las obras religiosas que impulsó, los trabajos civiles que promovió como la instalación del telégrafo, escuelas e infraestructura vial y acuífera.
El 16 de marzo, natalicio del santo, tiene lugar la fiesta patronal del pueblo de Villa Cura Brochero, que hasta 1916 se llamaba Villa del Tránsito cuando fue rebautizada en su honor. La fiesta comprende una serie de actividades como misas, peñas, festivales musicales, procesiones, etc. Los días previos a esta celebración tiene lugar una de las dos “semanas brocherianas” del calendario ritual anual del movimiento (la otra se lleva a cabo en enero, conmemorando su fallecimiento). Durante este período tienen lugar en diferentes partes del país peregrinaciones de todo tipo y de diversa extensión. De todas ellas, sin lugar a dudas la más masiva y difundida es la “cabalgata brocheriana”, que arriba al pueblo en el atardecer del día previo a la fiesta patronal.
Para comprender el origen de la misma es importante señalar que la formación sacerdotal de Brochero, como muchos párrocos de su época, incluyó el entrenamiento en los ejercicios espirituales del fundador de la orden de los jesuitas, Ignacio de Loyola. Convencido del rol central que cumplían estas prácticas en el “enderezamiento moral” del paisanaje serrano y su adhesión a la fe católica, Brochero anualmente movilizaba a caballo a su feligresía desde la región cordobesa de Traslasierra a través de casi 200 kilómetros cruzando las altas cumbres hasta la ciudad de Córdoba para realizar dichos ejercicios (según los registros, las comitivas en ocasiones alcanzaron las mil personas). La “cabalgata brocheriana” recrea este viaje transerrano que Brochero y sus fieles de aquella época realizaban.
Preparándonos…
Esta peregrinación es organizada por el “Movimiento Transerrano Senderos del Cura Brochero”. La primera “cabalgata brocheriana” se realizó en 1997 y desde el año 2018, entre otros factores por una división entre los organizadores consumada hace unos años y por el registro de ese nombre efectuado por otra ONG (se realizan diferentes peregrinaciones a caballo partiendo desde diferentes lugares a lo largo de todo el año), comenzó a denominarse “Peregrinación La Brocheriana”. La de marzo de 2019 fue una peregrinación particularmente especial porque se celebraba la XXV edición de la misma (los primeros años se realizó más de una vez en el mismo año) y porque coincide con la conmemoración de los 150 años de la llegada de Brochero al curato de San Alberto en Traslasierra (en el año 1869).
La organización de esta peregrinación cuenta con un organizador principal, organizadores generales y varios coordinadores encargados de tareas específicas. Algunos de ellos dicen que al poco tiempo de concluir una edición ya comienzan a planificar la del año siguiente, algo que recuerda lo que ocurre con las comparsas de carnaval, aunque las reuniones organizativas comienzan sistemáticamente los meses previos, en enero. Por supuesto, tamaña empresa cuenta con la autorización y el apoyo logístico del gobierno de Córdoba, agenciado a través de su dirección de turismo, de las diferentes intendencias que se atraviesan en el recorrido, de diferentes seccionales de bomberos de Córdoba y del cuerpo especial de rescate (CER) de la policía cordobesa. Este último tiene un rol muy activo. Efectivos a pie están repartidos a todo lo largo de la peregrinación así como un patrullero del CER sigue la marcha de la caravana durante los tramos por los que puede circular un vehículo. Más allá de su participación como servidores públicos es evidente también el compromiso religioso de muchos de éstos. En efecto, varios participaron de las misas que se realizan al final de cada jornada de peregrinación e incluso en ocasiones condujeron la oración a Brochero y el padre nuestro que se recita antes de comenzar cada jornada de caminata.
Este año, a raíz de que se encuentra en ejecución una obra vial en la periferia de la ciudad de Córdoba, por razones de seguridad no se permitió partir desde allí como se acostumbra sino se salió de la localidad aledaña de Malagueño, acortando entonces el recorrido en 30 km.
En medio de escenas de jolgorio y camaradería, con una importante presencia de grupos de jóvenes y gauchos, por mencionar dos grupos identitarios bien definidos, la noche del 11 de marzo bajo una tenue llovizna nos reunimos en la plaza central del pueblo de Villa Cura Brochero. Luego de cargar nuestros bolsos en un camión con acoplado, varios micros dispuestos allí nos trasladarían a Malagueño, donde confluiríamos con otros participantes provenientes de diferentes partes de Córdoba y del país. Horas antes, los caballos fueron subidos a camiones jaula en un club barrial cercano. Llegamos a Malagueño entrada la madrugada, donde nos dispusimos a dormir en improvisadas colchonetas en el salón de un club de la localidad, mientras la música y la peña, como nos iríamos acostumbrando, irrumpirían en nuestro descanso nocturno.
En la mañana del 12 de marzo, en la capilla aledaña al club tuvo lugar el acto inaugural de la peregrinación. En éste se pronunciaron el párroco del lugar, organizadores del evento y diferentes autoridades gubernamentales (intendentes, directores de turismo y cultura municipales y provinciales, legisladores, representantes del gobernador, etc.). Con mayor o menor énfasis, dirigido a destacar más a la faceta religiosa o bien a la ciudadana (educador, político, ingeniero, etc.) según el orador, todos ellos en sus discursos recuperaron escenas de la vida de Brochero en un tono claramente apologético, señalando como este humilde cura deviene un “ejemplo a seguir” por todos nosotros. “Seguir”, en este contexto, no sólo es un recurso metafórico sino una afirmación literal, ya que vamos a recorrer el mismo camino que hizo Brochero, experiencia a partir de la cual se espera que incorporemos algo de las cualidades morales del santo. Luego de los discursos, músicos interpretaron una serie de canciones folclóricas. Todo el acto, así como otros episodios de la peregrinación, especialmente la llegada el último día, son cubiertos por prensa televisiva (“Canal 8” de Córdoba y “Doce TV”, etc.) que empleó drones para captar la multitud en tomas aéreas, así como por diferentes medios periodísticos gráficos (La Voz del Interior, entre otros).
A caminar!
Finalizado el acto inaugural, comenzó la peregrinación. Esta puede realizarse bajo dos modalidades. Hay individuos que la realizan a pie, los llamados “caminantes”, mientras que otros la efectúan a caballo, los “cabalgantes”. Los primeros parten en primer lugar y una hora después inician recorrido los segundos.
La peregrinación no sigue todos los años el mismo recorrido. Esto responde a varios factores, entre los cuales los coordinadores mencionan el hecho de que no todos los años los dueños de los campos les dan permiso para pasar, así como es un factor condicionante el presupuesto económico que los paradores le ofertan a la organización.
Este año, el recorrido fue “Malagueño-Las Jarillas” en la primera jornada, el tramo “Las Jarillas-Copina” en el segundo, “Copina-La Posta” en el tercero y finalmente “La Posta-Villa Cura Brochero”, cubriendo un trayecto de aproximadamente 160 kilómetros en cuatro días. La mayor parte del recorrido es en parajes rurales o semirurales. Así, al partir de Malagueño volveremos a entrar a una aldea al llegar a la Villa. El número de participantes efectivos es incierto, pues hay mucha gente que participa sin inscribirse en la organización, cuyo beneficio esencialmente consiste en el traslado del gran bolso con los elementos de camping, las comidas nocturnas, el desayuno y la vianda de mediodía.
Un colaborador encargado de las inscripciones me reveló que por lo general se inscribe alrededor del 30% de los que efectivamente participan. En términos estimativos, más bien conservadores, se calcula que este año hubo alrededor de 500 jinetes y 600 caminantes. Con respecto a la variabilidad etaria y la adscripción socioeconómica de los participantes, la misma es muy amplia, cubriendo un espectro muy vasto desde jóvenes a adultos mayores, así como individuos provenientes claramente de diferentes extractos sociales. Hay participantes de muchas provincias (Buenos Aires, La Pampa, San Juan, Mendoza, Santa Fe, etc.) aunque naturalmente predominan los procedentes de diferentes localidades de la provincia de Córdoba.
Si bien hay muchos que participan por primera vez, la gran mayoría de las personas con las que conversé me informaron que habían participado ya de varias ediciones previas. En general, por lo menos tres veces, aunque conocí casos que llegaban a muchos más. No obstante, todos acordaron en que cada año “siempre es distinto”. Asimismo, hay muchos individuos que ediciones pasadas la hicieron a caballo y luego a pie. No tuve conocimiento de casos a la inversa. Entre las personas que tuvieron ambas experiencias, todas reconocieron que a pie la peregrinación es mucho más emotiva y “fuerte”, encontrando las razones de ello obviamente en el mayor sacrificio que implica recorrer caminando todos esos kilómetros.
La gente que peregrina lo hace fundamentalmente para pedir (“llevar intenciones” es la expresión más habitual, refiriéndose a éstos como “promesantes”) o agradecer por lo cumplido. Sobre esto último, una mujer decía “que me importa el sol y la lluvia”, esto no es nada en comparación con las dificultadas de salud que superó una amiga y por las cuales viene a agradecer, finalizando “este es mi motor para seguir”. Hay personas que además de las suyas declaran llevar las intenciones de otras “que este año no pueden participar”. Al respecto, un grupo de mujeres comentaba que llevaban también los pedidos de otros y que por eso estaban “tan cargadas”, atribuyendo el cansancio de la extenuante jornada pedestre también a este hecho, el peso “extra” que portaban.
Los peregrinos suelen portar banderas, pañuelos, mochilas, remeras alusivas a Brochero, tatuajes, etc. Algunas personas peregrinan solas, otras lo hacen acompañadas de familiares (hijos, cónyuges, suegros, yernos, primos, etc.) o grupo de amigos (parroquiales, del barrio, etc.). Por supuesto, tienen variadas prácticas durante los cuatro intensos días de marcha. Muchos peregrinan durante grandes lapsos de tiempo ensimismados, recitando oraciones casi imperceptiblemente. Otros recitan en grupo el ave maría, donde es habitual que una persona haga las veces de bastonera y el resto le responda a coro “amen”. También hay oraciones específicas sobre Brochero, la cuales finalizan vitoreándolo enérgicamente con un “viva Brochero” o bien “viva el Santo Cura Brochero”. Muchos practican estas oraciones entre suplicas y sollozos. Algunos se cuentan entre sí durante la marcha experiencias de cura milagrosas intercedidas Brochero. Por supuesto, no todo es solemnidad. Las conversaciones también abordan temas muchos más prosaicos, como los gustos culinarios de cada quien, los hobbies deportivos, cuestiones laborales, la situación económica del país, etc.
En su largo derrotero, la peregrinación concentra la atención de comerciantes ambulantes que siguen la caravana en autos con tráileres ofreciendo, a precios draconianos, alimentos ligeros y bebidas bien frías, verdadero bálsamo este último cuando pega de lleno el sol en el mediodía cordobés. También fotógrafos en moto toman instantáneas durante la jornada, que luego ofrecen al final del día en la parada diaria. Estos lugares, algunos de ellos prácticamente deshabitados el resto del año, se pueblan de un hormiguero de personas que venden variadas comidas, talabartería y cuchillos, vestimenta gauchesca, etc. Este es un fenómeno especialmente valorado por las autoridades gubernamentales. Por ejemplo, conversando meses atrás con el intendente de la villa sobre estos hechos, valoró enfáticamente la activación de la economía regional ligada al turismo religioso motorizada por las procesiones en torno a Brochero.
El rebaño y su pastor
La fila de la peregrinación tiene una morfología, con una cabeza y una cola, cuyo cuerpo se estira y se retrae, razón por la cual los organizadores de tanto en tanto suelen hacer altos en la marcha para que los rezagados no queden demasiado alejados. La idea es “llegar todos juntos” como dicen algunos encargados de la coordinación. Asimismo, el efectivo del CER que va delante marca el paso, imponiendo un ritmo para que los de la delantera no vayan demasiado rápido y fragmenten la columna peregrina.
Entre los peregrinos a pie, hay un individuo que cumple el papel de guía espiritual, de cohesionador moral del colectivo. Nos referimos a Fernando, “el caminante”. Este es el apodo con el que se conoce dentro del movimiento brocheriano a éste chubutense radicado hace casi tres décadas en la villa que participó de todas las peregrinaciones y lo hizo a pie, siendo el único que en soledad la realizó de este modo durante las dos primeras ediciones, caminando solitariamente delante de todos los jinetes o cabalgantes. Innecesario, pues, es enfatizar que de aquí deriva su apodo. Fernando arenga a la caravana, por la que suele ir y venir, con enérgicos gritos: “¿Qué somos nosotros?” a lo que a coro se responde “caminantes”, para acto seguido gritar a viva voz un par de veces “¡viva el Santo Cura Brochero!” que se responde colectivamente con un “¡viva!”. Este tipo de arengas se intensifican cada vez más conforme transcurren los días. Decididamente el último día, y especialmente entrando al pueblo, los cantos adquieren su punto álgido de frecuencia e intensidad. Fernando también realiza un trabajo más individual, preguntándole personalmente a muchos como se sienten, si les duele algo, si precisan ayuda, etc. Por supuesto también los grupos de conocidos que se van consolidando conforme pasan los días se alientan entre sí con expresiones “no te me quedes”, “vamos, no aflojes”, “el dolor es psicológico”, etc.
Las arengas de aliento también provienen del exterior. Cuando la peregrinación avanza por ciertos tramos de la ruta, somos saludados con bocinazos, gritos y brazos sacados por las ventanas de camiones, autobuses y autos, que suelen desacelerar su marcha por pedido del CER pero también para filmar la columna peregrina. También obreros viales y otros eventuales individuos situados en la ruta con los que nos topamos nos arengan con expresiones del tipo “vamos loco eh!”.
Los practicantes reconocen que a medida que uno avanza el cuerpo de cada uno de nosotros se “ablanda”, deja de ser un obstáculo y cada vez se resiste más. Asimismo, ver al caminante de al lado que resiste estoicamente y no “afloja” impulsa a cada uno a seguir. “Si otros pueden yo también”, es una frase que sintetiza de algún modo este espíritu de resistencia colectiva. De igual modo, los participantes reconocen que los ritmos de todos se van igualando, se van emparejando a medida que progresa la peregrinación. Este comportamiento de la peregrinación como un rebaño fue muy patente el último día. Soportando durante gran parte de la jornada un diluvio y vientos gélidos en altas cumbres (lo que llevó a los directivos de la organización y personal del CER a debatir si había que esperar a que pase el aguacero o no, donde finalmente se inclinó la balanza por seguir ya que, como dijo un el organizador principal, “esto se trata de sacrificio”) todos caminábamos casi al mismo ritmo, rozándonos los unos a los otros para protegernos de los fuertes vientos. En estos momentos, se repitieron muchos gritos de ánimo colectivo, algunos abrevando en estereotipos viriles de resistencia tales como “esto no es para cagones”. El hecho de caminar empapados muchas veces en un suelo completamente enlodado o cruzando arroyos, aumentaba aun más la sensación de ser ganado que recorre las sierras.
En el marco de la peregrinación los eventos meteorológicos son interpretados en clave religiosa. Así como un cielo nublado sin llover es una muestra de la gracia de Brochero que nos evita caminar bajo el implacable sol serrano, la lluvia moderada es interpretada como una bendición o gracia que se “derrama” sobre nosotros pero también como una muestra de que “se están lavando pecados”. En este sentido, luego del verdadero diluvio que pasamos la última jornada, un peregrino bromeó “¡con lo que llovió, se ve que este es grupo es bravo!” [es decir, tenía muchos pecados por lavar].
Cuerpos cansados
Organizar el cuidado, la comida y el aseo de más de 1000 personas y 600 caballos es todo un desafío logístico. La organización se encarga de transportar en camiones, posta tras posta, los bolsos y la comida que servirá como cena. Los diferentes puntos donde se pasaba la noche por lo general eran campos o campings donde armábamos nuestras carpas para dormir, espacios que contaban con un quincho o se instalaba una gran carpa donde tener un techo para la entrega y consumo de la cena. Grandes filas, no exentas de discusiones por el orden de llegada, se conformaban para recibir la ración del día (pollo, locro y estofado de carne fueron los menús de cada una de las tres noches), cuya entrega era marcada agujereando la credencial de cada uno de nosotros en el lugar correspondiente. La misma lógica organizativa se llevaba a cabo en el desayuno (mate cocido, café con leche y un pedazo de pan o galleta).
Un grupo de podólogos ofrecían gratuitamente sus servicios para tratar una de las mayores amenazas que acechan a los caminantes: las ampollas. Evitar que se produzcan, donde sobre el asunto abundan consejos varios, en ocasiones contradictorios, sobre el calzado adecuado, la forma de sujetarlo, la forma de caminar, las medias, etc., así como cuidar que en caso de que éstas aparezcan no se agraven, puso de relieve toda una serie de conocimientos y prácticas profesionales pero también una serie de saberes legos que en algunos casos desconfiaban o cuestionaban las sugerencias de los podólogos basados en su experiencia práctica de años de peregrinación (“vos haceme caso, proba con algodón” decía un experimentado caminante que interpelaba la opinión de los expertos). A esto se suma una extendida práctica de ingesta oral o aplicación tópica de todo tipo antiinflamatorios, que en ocasiones también se lleva a cabo a través de aplicaciones intramusculares por medio de inyecciones (en estos casos sí a través de profesionales de la salud), así como el empleo de otros fármacos para paliar el dolor.
La higiene personal y la satisfacción de las necesidades fisiológicas también afrontan una dura prueba en estas circunstancias. Al arribar a la parada del día, luego de una jornada de intensa caminata, medio insolados y/o mojados y/o muertos de frio (una misma jornada podía incluir, como de hecho ocurrió, momentos de sol implacable sucedidos por heladas lluvias), se desataba una carrera frenética por hacerse de cada uno de nuestros bolsos transportados por el camión. Acto seguido, luego de hallar un lugar para ubicar la carpa, raudamente había que dirigirse a hacer fila para bañarse. Cuando había duchas, por supuesto. Caso contrario la única opción posible era un arroyo cercano. La diferencia no era muy grande, pues inexorablemente el agua estaba gélida. Y de hecho, la primera noche no hubo “ducha” porque al cortarse la energía eléctrica del predio, la bomba no funcionaba, ni tampoco la iluminación, por lo cual el aseo consistió en tirarse a oscuras un balde de agua helada, extraída de un tanque de fibrocemento cuyo origen la algo más que una decena de hombres que nos amontonamos en el baño preferimos no conocer. Los sanitarios, en ocasiones reforzados con la colocación de baños químicos, más allá de los esfuerzos del personal de limpieza dispuesto a tal fin, eran difíciles de mantener en buenas condiciones. Por lo tanto, la mejor estrategia era ir al baño lo más pronto posible, antes que llegue más y más gente… Todos estos eventos, que podemos mejor calificar de percepciones sensoriales, me hicieron evocar con una cuota de simpatía las vívidas descripciones escatológicas narradas por Levi-Strauss durante su viaje en un hacinado barco escapando de la Europa en guerra.
Si se quiere esquematizar brevemente una jornada de peregrinación bajo la modalidad a pie, esta consiste en caminar durante gran parte del día, llegar relativamente exhausto a la posta diaria y armar la carpa, para, luego de la misa y la cena, pasar noches que se vuelven cada vez más frías a medida que nos acercamos a altas cumbres. El horario para despertar se fija a las 5:30 am, donde desarmamos nuestro campamento a oscuras con la gran mayoría del equipamiento húmedo ya que, aún si no llovió en la noche, el rocío lo mojó todo. Preparados nuestros bolsos con las mudas de ropa y los elementos de camping para despachar en los camiones, se forma fila para desayunar a las 6:30. Finalmente, luego de reunirnos todos y recitar solemnemente el padre nuestro y la oración a Brochero, comenzamos una nueva jornada de caminata a las 7:30. Esta es una rutina que uno va internalizando. Como dicen muchos, el primer día es el peor. Luego, como ya mencionáramos, el cuerpo se va “ablandando” y deja de doler o ser un obstáculo para avanzar. Asimismo, progresivamente el cuerpo de cada uno “sintoniza” con el ritmo del grupo. Esto naturalmente es ubicuo en muchas prácticas religiosas que implican sacrificio y tenacidad. Por momentos, mi cuerpo recordó situaciones similares a las que experimenté en retiros espirituales budistas de inspiración monástica.
Armonía y disonancia
En cada jornada antes de cenar se celebraba una misa. Si bien muchos peregrinos asistían, había también un importante grupo que no lo hacía, quedándose charlando en el galpón o carpa dispuesta para la cena, observando los puestos, reunidos en grupos alrededor de una carpa comiendo y bebiendo, descansando en sus carpas, etc. En dos sermones, el sacerdote que condujo la ceremonia indirectamente reprobó estas prácticas al señalar que “si sacamos a Dios de esto es sólo un lindo paisaje”, enfatizando que este evento era un hecho religioso y no una excursión outdoor o un “paseo por las sierras”. De igual modo, conversando con uno de los organizadores generales del evento, me dijo que si bien es una peregrinación religiosa “hay muchos que se lo toman como si fueran a pasar cuatro días de camping”, llevando familiares y conocidos.
Estas dos intervenciones críticas referidas a los motivos por los cuales las personas participan de la peregrinación obligan a señalar, muy brevemente en el marco de una crónica, dos cuestiones. Por un lado, en lo que respecta a la falta de participación en la misa, es claro que las personas que vienen por Brochero no lo hacen también necesariamente por la Iglesia. En efecto, la devoción a Brochero desborda la adscripción al catolicismo institucional en tanto no todos los devotos brocherianos son católicos practicantes. En este sentido es que pensamos que lo brocheriano tiene una dimensión popular, no refiriéndonos con ello a la adscripción socioeconómica de los participantes sino en el sentido de devoción no hegemónica. Sobre este punto, vale agregar que, como muchos pobladores de la villa señalan, para ellos desde hace varias décadas Brochero “ya era santo”. No obstante, como profundizó un devoto, antes de la canonización no se podían tener imágenes de él dentro de la parroquia, por lo cual para los del pueblo era el “santito escondido”. En esta dirección, puede conjeturarse incluso que la reciente canonización de Brochero es, entre otras cuestiones, un intento de la Iglesia por monopolizar su figura y su uso legítimo.
Por otro lado, a partir de las palabras del organizador y teniendo en cuenta que es muy común que la gente participé muchas veces de este evento, pienso que la peregrinación indudablemente es una fiesta religiosa, como señalan estas personas, pero también una celebración civil. Ocurre que la peregrinación es uno de los grandes eventos sociales del año en la villa, algo que nadie se quiere perder. En este contexto, especialmente para el caso de los participantes que son pobladores del lugar, constituye un ejercicio superfluo intentar distinguir quienes la hacen “por Brochero” y quienes la hacen por una costumbre del poblado, porque estas cuestiones están fuertemente interconectadas en tanto remiten a la construcción imaginaria de la comunidad y sus mecanismos de pertenencia y membrecía.
Anudadas a estas tensiones de la peregrinación como un evento religioso solemne o bien como una celebración más prosaica, vale decir también que existe una tensión entre cabalgantes y caminantes en la peregrinación. En efecto, muchos caminantes suelen quejarse, en esta y otras ediciones de la peregrinación, del comportamiento de algunos jinetes, quienes llevan a cabo peñas hasta altas horas de la noche, incluso entrada la madrugada, con alcohol y música a alto volumen. Especialmente el último día se conformó un gran campamento porque muchos familiares y amigos de los que peregrinaban se acercaron al paraje donde hicimos noche para darle mayores comodidades o llevar alimentos comprados a mejor precio o inaccesibles donde acampamos (chivito, asado, que se sabe es de vaca, vinos, etc.). Como dicen muchos caminantes, los jinetes, y especialmente se refieren “a los gauchos y sus costumbres”, pueden hacer eso porque después se suben “casi dormidos” al caballo y parten sin mayores dificultadas, mientras que los caminantes requieren descansar para afrontar la extenuante jornada a pie que tienen por delante. Estas tensiones llevaron a que hace alrededor de unos siete años miembros de la organización se desprendieran y comenzaran a realizar, una semana después de esta, una peregrinación exclusiva para caminantes, mucho menos masiva pero mucho más solemne según cuentan.
Los organizadores, por supuesto, intentan mediar en estas tensiones y mantener la cohesión. Este intento fue enfatizado por uno de ellos quien en una charla personal me dijo que a partir del tercer día “comenzamos a internarnos en las sierras” y que a pesar de las diferencias “en la sierra todos somos mulas”, por lo que “si queremos llegar” tenemos que tirar todas juntas “para el mismo lado”.
La llegada
Como todos los años, la peregrinación llega al pueblo en la víspera de la fiesta patronal, día en el que concluyen las novenas patronales que se están rezando en la parroquia desde hace más de una semana. La entrada al pueblo está pautada para el 15 de marzo alrededor de las 18 horas. En las afueras del pueblo, los caminantes hacen un alto para agruparse y esperar a los jinetes, ya que toda la caravana ingresa junta. En este alto muchos aprovechan para “arreglarse” (acomodar la faja, lucir nuevas banderas o camisas, limpiar los caballos, etc.). A partir de ahora, nadie querrá perder su posición en la caravana. Avanzamos en masa compacta, donde existe un pacto tácito de no adelantarse frente a quien todos estos días marchó delante, así como evitar ser sobrepasado por un rezagado que desea “mostrarse” en primera fila.
La entrada al pueblo es indiscutiblemente emocionante, siendo recibidos por una verdadera multitud de personas que felicitan con aplausos, vociferaciones y llantos a la columna peregrina, todo bajo el incesante sonar de las campanas del santuario que a medida que avanzamos se escuchan cada vez más cerca. Muchos que han participado de varias peregrinaciones enfatizan “lo fuerte”, “lo emocionante” que es la llegada al pueblo. Nicolás dice “se te pone la piel de gallina” y te “largas a llorar”. Efectivamente, en el arribo es generalizado el llanto entre los peregrinos felicitándose entre ellos por haber logrado la misión así como también es ubicuo observar lágrimas entre los espectadores. Muchos de éstos agradecen que caminemos por aquellos que no pueden hacerlo. Esta efervescencia indudablemente prepara un clima festivo ideal para la fiesta patronal del día siguiente.
La larga caravana que todos estos días caminó junta entra al pueblo y luego de llegar a la plaza, ingresa lentamente al santuario organizándose en una fila para llegar a la tumba de Brochero. Todo este esfuerzo físico y psicológico son parte de los preparativos que van construyendo la eficacia ritual de la peregrinación cuyo punto álgido y final es, luego de caminar 160 km atravesando las sierras, retornar (¿transformados?) al pueblo del que partimos hace cuatro días para finalmente estar unos momentos “ante Brochero”. En efecto, la gran mayoría de los devotos se refieren a los restos de Brochero, que se ven detrás de un cristal, como una persona allí presente. “Electricidad”, “energía”, “calor”, “paz”, “ricos aromas”, etc. son expresiones habituales que encontramos para remitir a estas experiencias. Luis, uno de los organizadores generales de la peregrinación, explícitamente dijo que el “clímax” de la peregrinación es cuando llegamos “ante Brochero” a dejarle nuestras intenciones. Sobre este momento tan especial, Daniel, el organizador principal de la peregrinación, fue más intuitivo etnográficamente. Sencillamente respondió “se te llena el culo de preguntas”.
[…] en base a los textos: “Materialidades sagradas: cuerpos, objetos y reliquias desde una mirada antropológica”. “Tras los pasos del cura Brochero: crónica de una peregrinación por Traslasierra” […]