por Alejandro Frigerio (FLACSO y CONICET)
Tenía muchas ganas de ver alguna sesión de umbanda en Río de Janeiro -su primigenio lugar de origen. Las formas que conocemos en nuestro país llegaron más bien del sur de Brasil o desde Uruguay, donde también conoció algunos cambios.
Tenía un bello recuerdo de alguna sesión de Umbanda en un terreiro simple en un barrio popular en las afueras de Sao Paulo (sin contar, claro, los de innumemrables giras de caboclo en Salvador, o de encantados en Sao Luiz o Joao Pessoa, pero bueno, son otros cantares). Una no tan fatigosa búsqueda en Google me reveló que, increíblemente, durante el período de nuestra estancia en Rio habrían sesiones en dos centros de umbanda ubicados precisamente a la vuelta de nuestro hotel en Lapa!
Varias cosas me llamaron la atención cuando busqué las páginas facebook de estos centros:
1) a principios de cada mes anunciaban meticulosamente en qué días y horarios habría sesiones y se especificaba claramente con qué entidades se trabajaría cada vez
2) realizaban explícitos homenajes a orixás entremezclados con actividades de guías espirituales de umbanda
3) no habían fotos de sesiones ni filmaciones en las páginas de facebook, apenas quizás alguna foto del altar
4) lo simples que eran los altares -pocas imágenes, y con pocas ofrendas frente a ellas.
Al final, por cómo las fechas combinaban con las actividades académicas que nos llevaron a Río, pudimos asistir a dos sesiones: una de Exú y Pomba Gira, y otra de Povo de Malandros. Aunque nuestras experiencias fueron bastante diferentes en ambos lugares (adelanto, una fue una decepción, la otra no) ambos lugares tenían cosas en común que los diferenciaban de los templos argentinos:
– la explícita diferenciación que se hacía de días de atención con diferentes líneas (como muestran los afichitos que reproduzco)
– ambos centros funcionaban en el primer piso de casas antiguas de la zona -algo que localmente no está del todo bien visto, ya que se piensa que las ceremonias con incorporaciones se deben hacer en contacto con el suelo.
– la simplicidad de los altares y las decoraciones de los templos. Pocas imágenes, casi hasta poco cuidado con la estética del lugar, o sino, una estética muy despojada.
– pequeñas casas de Exu -del tipo «casita de perro»
Sobre todo, me llamó la atención la gran cantidad de público.
En ambas sesiones la cantidad de público era igual o mayor que la cantidad de médiums -que no era poca. En el templo que menos nos gustó (sobre todo porque el tamborero era muy malo, y llegado el momento de la incorporación con Exus y Pomba Giras apenas tres mujeres (mal)cantaban los pontos, leyéndolos de un cuaderno) habría unos treinta médiums, y en el trancurso de la ceremonia habrán pasado unas 50-60 personas para atención. En el otro, quizás 50 o más médiums, y probablemente unas 100-150 personas en el público (todos bastante abigarrados porque el salón tampoco era tan grande).
El foco de ambas ceremonias estaba puesto, indudablemente, en la atención del público. Performáticamente, digamos, los trances no eran muy impresionantes. En el templo que nos gustó menos, dieron pasaje a distintos tipos de entidades, de forma muy breve (caboclos, pretos) hasta interrumpir la sesión para luego comenzar con Exú y Pomba Gira. Todos los médiums vestían ropa blanca y se colocaban apenas un detalle (algún broche en el pelo, alguna flor) para mostrar que una Pomba Gira llegaría a sus cuerpos. En el segundo templo, povo de malandros, varios se pusieron sombreros o algunos collares, pero también usaron ropa blanca durante toda la sesión. Nada de intrincados vestidos o ropas de colores, ni una profusión y variedad de sombreros, capas, coronas, bastones de todo tipo como se ve en la quimbanda local y del sur de Brasil (de hecho, el propio vocablo quimbanda para caracterizar lo que hacían probablemente les fuera ajeno). En este templo cada médium ponía una especie de taburete/mesita en la cual colocaba sus bebidas y cigarrillos o charutos e incorporaba al lado de ellas. En ninguna de las sesiones hubieron cambonos/as
Si en un templo el tamborero era muy flojo, en el otro, mayor, habían dos o tres y dos chicas y un hombre que se turnaban para cantar, con micrófonos y parlantes. La música se escuchaba desde la calle y se mezclaba con la de algunos de los bares de Lapa que estaban a pocos metros.
La interacción entre las personas que estaban como público era escasa, y entre los médiums y el público -salvo para las consultas- también. Parecía todo muy «profesional» y algo distante. En ambos templos colocaban cintas u otras formas concretas de separar el espacio del público del espacio de los médiums, dejando sólo una entrada posible para el momento de las consultas.L as interacciones entre los médiums, por el contrario, eran bastante profusas y amigables en ambos templos. Algo ruidosas a veces, antes de empezar y en algunas interrupciones de la ceremonia, excedían el nivel de lo acostumbrado en Buenos Aires. Allí parecían viejos amigos que se encontraban y se abrazaban y charlaban sin importarles mayormente que estaban en un contexto religioso y con público mirándolos. En uno de los templos periódicamente la mae gritaba algo asi como «olha a bagunca» para que bajaran los decibeles y volvieran a «modo ceremonia».
Mucha gente del público se iba luego de haber consultado con las entidades. Nosotros no consultamos, asique no tengo idea de qué tan efectivas o interesantes puedan haber sido los consejos de los guías. Si vimos que se quedaban bastante charlando con las personas. Parecía que había más interacción verbal que limpiezas o pases. De todas maneras si las personas se iban probablemente otras nuevas fueran llegando, porque en ambos templos la cantidad de público siempre fue importante y llenaba los espacios disponibles. Esto es especialmente notable dado que las sesiones se hacen en días de semana (no sólo los viernes).
Luego de estas experiencias no puedo sino preguntarme hasta qué punto localmente lo «performático» se fue imponiendo sobre la atención y lo «social» entre entidades parece haber ido reemplazando las interacciones con el público. ¿Será que localmente, vamos hacia una religión con entidades en tierra que cada vez cumplen menos funciones sociales (para con sus devotos) y cada vez más funciones «sociables» (entre ellas)?.
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