Visiones de Iemanjá (1)

"Iemanjá, Nuestra Gran Madre"Introducción de Darío La Vega
Mañana, como cada 2 de febrero, en muchas de las costas de nuestros país podrá verse a miles de creyentes de las religiones afro (y otros tantos simpatizantes y curiosos) que se acercan para realizar una de sus más importantes celebraciones, la «data de Iemanjá». Si bien no es la única, ni más importante por sobre el resto de las celebraciones que se realizan a lo largo del año puertas adentro en los templos, las celebraciones en honor a Iemanjá se han convertido en el ritual más visible y popular de éstas religiones. Iemanjá es actualmente una importante herramienta de visibilización positiva para los afroumbandistas. Miles de personas se acercan a llevar flores, perfumes, frutas y toda clase de presentes que sean del agrado de ella, «la reina del mar». La más importante, por lo multitudinaria y representativa, de todas las celebraciones en honor a la «mãe d’água» es, sin dudas, la que realiza hace 32 años el Babá Hugo de Iemanjá en Mar del Plata. Tuve la fortuna de filmar el proceso de organización (que comienza varios meses antes) y el festejo del trigésimo aniversario de este bello y prodigioso evento, que en breve se podrá ver reflejado en un testimonio documental que estamos terminando de post-producir con Claudio Romero y se llamará «Iemanjá, Nuestra Gran Madre». Para este lanzamiento, creí conveniente contextualizar la obra con algunas visiones sobre Iemanjá de parte de distintos actores sociales, no sólo religiosos sino también personas de la cultura y las ciencias sociales, para poder dar cuenta de su presencia en distintos ámbitos de nuestra sociedad. A continuación, compartimos una primer parte de estos textos.

 

Babá Hugo de Iemanjá

Babá Hugo de Iemanjá

«África y América unidas por Iemanjá»
Por Babá Hugo de Iemanjá

Resulta significativo para un religioso realizar una somera revisión sobre Iemanjá, una de las máximas orixás del panteón africano. Sobre todo, a días de realizarse en Mar del Plata la trigésimo segunda ceremonia en su honor y en un año en el que precisamente es regido por ella. Aún más, si tenemos en cuenta que desde el forzoso desembarco de aquellos hombres que trajeron consigo este culto a América, provenientes desde África en los barcos negreros, los prejuicios y los miedos producto de la ignorancia cada vez son más una sombra casi en extinción.

Para ensayar un repaso sobre el devenir de esta ceremonia que venimos celebrando en Mar del Plata -y dejando en manos de los estudios del antropólogo francés Pierre Verger, de la pluma de Jorge Amado, de las canciones de Caetano Veloso, Sergio Mendes o María Bethania toda la información que los interesados puedan procurar- diré que hemos recorrido un camino pausado pero, a la vez, altamente satisfactorio.

En el comienzo, hace ya 32 años, nos reuníamos en algunas playas alejadas, como la del Puerto o la de Varese, porque éramos conscientes de que en ese entonces existían muchos prejuicios erróneos sobre nuestra fe. Y si bien no estaba en nuestro ánimo ocultarnos, sino más bien todo lo contrario, sabíamos que aún no era tiempo de que la mayoría de nuestra sociedad pudiese comprender que la celebración a Iemanjá no es sólo para fieles, sino que también es para simpatizantes y para todo aquel que desee disfrutar de una ceremonia diferente que, además, le puede ofrecer una esperanza que ayude a mitigar los avatares de la vida diaria.

Por aquellos tiempos, veníamos de la dictadura genocida en la que muchos de nosotros sufrimos persecuciones injustas, degradantes, por el sólo hecho de ser religiosos de un culto no oficial. Incluso ya con el advenimiento de la Democracia, hubo quien vetó el permiso para hacer la ceremonia, supongo que seguramente fue por desconocimiento y por prejuicios infundados. No obstante, sabíamos de nuestra honorabilidad y confiábamos en que el transcurso del tiempo y la información pondrían las cosas en su lugar.

Hoy en día no solamente hemos sido merecidamente honrados con las declaraciones de “Interés Cultural de General Pueyrredón”, de “Interés Turístico del Ente Municipal de Turismo de la Ciudad de Mar del Plata” y “Interés Turístico de la Provincia de Buenos Aires”, sino también la de la Secretaría de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires y también nos acompañan las nuevas autoridades. De igual manera, desde hace tiempo el Dr. Fernando Rizzi, Defensor del Pueblo de Mar del Plata nos apoya, por lo que esto habla claramente del cambio positivo que se ha operado, afortunadamente, en la sociedad argentina y en sus instituciones.

Iemanjá en Mar del Plata - 2013 (Foto: Alejandro Frigerio)De a poco las cosas fueron cambiando. Hubo funcionarios que, a su turno cada cual, entendieron que esta Fiesta implicaba un derecho que garantizaba, y sigue garantizando, la ecuánime aplicación de nuestra Constitución. Y entonces hicieron lo debido: ofrecieron su apoyo, en consonancia con nuestra Carta Magna y con sus conciencias. En este punto, no puedo dejar de reconocer y agradecer a personalidades como Elio Aprile, entonces Intendente de Mar del Plata, cuyo fallecimiento lamenté años atrás; a Carlos Patrani, que no vaciló en darnos la declaración de Interés del Emtur cuando estaba a su cargo y de facilitarnos los trámites para la declaración de Interés de la Provincia, otorgada luego por el Lic. Ignacio Crotto. También a Marcelo Marán, actual director del Auditorium, bajo cuya gestión como Secretario de Cultura tuvimos la declaración de Interés Cultural, también de manera permanente. O al ex director del Auditorium, Gustavo Giordano, quien siempre nos abrió las puertas para dar charlas culturales y que siempre nos recibió cálidamente porque es un hombre que cree firmemente en la importancia de la diversidad, la igualdad entre los diferentes y en la libertad.

Por supuesto que hay mucho camino por recorrer y que aún quedan vestigios de incomprensión, pero no podemos olvidar la hostilidad que hemos sufrido en el pasado. En cambio, actualmente, la sociedad, sea creyente o no de nuestro religión, comprende la importancia de esta celebración que nos hermana con otra cultura y también comprenden la relevancia de Iemanjá, a la que reconocen como señora de las aguas, protectora de los pescadores y la familia. Ahora todo es más abierto y honesto. Sincero. Lamentablemente aún muchos hermanos de fe sufren daños concretos a causa del desconocimiento y el prejuicio sobre nuestra religión, por eso reafirmamos nuestro compromiso con esta celebración que, de alguna manera, se ha transformado en una herramienta de visibilización.

En los últimos años, hemos comprobado que los responsables de los medios de comunicación abordan esta ceremonia con respeto, y cuando no saben, preguntan. Ya no se basan en prejuicios. Esto ha incidido favorablemente con lo que mencionaba anteriormente. Opino que esto tiene que ver con una sociedad argentina más adulta y con una política gubernamental que claramente apoya los Derechos Humanos y la diversidad.Iemanjá en Mar del Plata - 2014 (Foto: Alejandro Frigerio)

Por eso, y más allá de nuestros esfuerzos para que esta ceremonia sea cada vez mejor, entiendo que existe una apertura y una tendencia a abrirse al otro, a la “otredad”. Una apertura a comprender que lo que en principio parece diferente finalmente no lo es tanto. Porque sólo se trata de fe, de creer, de procurar un mundo, un aquí y ahora, mejor y más justo.

Y este cambio significativo que se ha ido cimentando a lo largo de estas décadas ha sido reflejado en numerosas publicaciones e investigaciones nacionales e internacionales. Hace unos años fuimos nota en el libro “Argentina es Afro”, publicado por el Inadi; el antropólogo Alejandro Frigerio, quien siempre viaja a acompañarnos, ha dado fieles registros de esta celebración; y hace un par de años, fuimos especialmente estudiados por la antropóloga Renée De la Torre, en su libro “El Don de la Ubicuidad”, del Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología de México, en el que da cuenta de esta festividad en las playas de Mar del Plata. Es decir que, no sólo la Mãe Iemanjá y nuestra organización fueron tema su volumen, sino que se signó a esta ciudad como ejemplo de pluralismo y derechos humanos. Y este documental dirigido por Darío La Vega da cuenta de todo esto. Además muchos investigadores de la UNMDP, como el Dr. Miguel Taroncher, han dado conferencias acerca de la religión africanista desde la visión de la migración negra. Y finalmente, la Lic. Virginia Ceratto, que estudia no sólo la literatura de Jorge Amado, Iemanjá en América y referentes similares en otras regiones y culturas, como en Catalunya, sino los daños de la discriminación en los colegios y el impacto de nuestra religión en la comunicación de los mass-media, es nuestra asesora cultural.

Por todo esto, como representante de la Religión y como Director del Centro Reino de Iemanjá Bomí, no puedo más que estar agradecido y honrado, no solamente por los avances venturosos sino por la alegría y la espiritualidad de todos nuestros fieles y el respeto de aquellos que tienen otras confesiones o que, siendo ateos, valoran la diversidad dentro de la sociedad argentina.

  • Babá Hugo de Iemanjá es Director del Centro «Reino de Iemanjá Bomi» y organizador de la Ceremonia en Honor a Iemanjá en la Ciudad de Mar del Plata.

 

Awo Famuyele Aworeni-Oduyemi, olorisha Milton Acosta Oshefunmi

Awo Famuyele Aworeni-Oduyemi, olorisha Milton Acosta Oshefunmi

«Yemanjá, la Virgen del Mar»
Por Awo Famuyele Aworeni-Oduyemi, olorisha Milton Acosta Oshefunmi

En 1971 por primera vez escuché hablar de “la Virgen del Mar” de labios de una prima de mi compañera en ese tiempo, que era asidua a los cultos afrobrasileños de los que se hablaba sotto voce. Estaba yo sin trabajo y me obsequió una estampita plastificada que exhibía a una mulata vestida de celeste arrojando flores blancas al agua que la sostenía, ingrávida, sobre su superficie.

Obviamente, yo era producto de una sociedad un tanto católica –y digo un tanto porque Uruguay es un estado laico- y para mi imaginario flechado, la única virgen del mar solo podría ser María en su advocación de Stella Maris… Pero aquella figura tan sensual, tan extraña a la iconografía mariana donde lo que menos se exalta es la femineidad para glorificar el pudor, me impactó.

Dada mi curiosidad por aquella figura insistí en saber más, cosa que a mi interlocutora le agradó tanto que me pasó el teléfono de “una señora que me ayuda, y “es de religión”, por lo que te puede explicar más porque yo no tengo información aparte de mi fe”.

Allí comenzó, de ese modo tan inocente y casual –hoy no creo más que en causalidades- mi contacto con el fenómeno, que me llevó a casa de quien fuera la primera persona “de religión” que tuve el honor de conocer: María Yolanda Sosa Granero, hija de Yemanjá. La mae Yolanda, como casi todos los sacerdotes que conocí en aquellos tiempos, era una persona un tanto desconfiada de la curiosidad de los legos.

Señalé antes que no existía la exposición pública que hoy tienen los practicantes afroumbandistas, y además no hacía rituales públicos pues estaba de luto por la muerte de su iniciador –pai Joao C. Lima, de Bàrà Èsùbí- pero como venía recomendado tuvo la generosidad de recibirme.

Considero actualmente que la información que me dio era totalmente personal, pero fue el puntapié inicial de un partido que hasta hoy se juega en mi vida y al que entré gracias a aquella estampita de la “virgen del mar”.

Concurrí en varias oportunidades a su casa, y confieso que no entendía nada… Se hablaba de “cabocos” –les decían así a los caboclos- y de orishá, pero a mi juicio actual no se establecía demasiado las diferencias, los radios de acción, las competencias. Eso sí, se señalaba su poder, su fuerza, su capacidad de “derrotar a los enemigos” de los que pareciera haber estado llena su vida y que hoy me permito dudarlo, porque era una mujer que prácticamente no salía a la calle y no me figuraba yo que alguien que vivía una vida tan recoleta tuviese tantos adversarios a derrotar.

Iemanjá en el Reino de Iemanjá Bomi  (Foto: Darío La Vega)La mae Yolanda solía quedar en suspenso mientra hablaba mirando fijamente un punto y farfullaba frases en portuñol que aprendí con muchas dificultades a descifrar. Sus hijos –de religión- que era un grupo de seis u ocho personas, se extasiaban ante estos “transportes” y aseguraban que quien dictaba los mensajes era Yemanjá.

Tuve el inmenso honor de ser presentado a “su” Yemanjá, que habitaba un ropero sin puertas pero con coquetas cortinitas blancas en el fondo de un pasillo de su apartamento.

“Vas a conocer a mi santita”, me sorprendió un día haciéndome descalzar. “¿Trajiste alguna comida para Ella?”- continuó con su habitual gesto perdido.

“Pero ¿qué come?” –preguntó el ignorante mayúsculo que tenía como verdad absoluta que las estatuas no comen nada, y a lo sumo se le encienden velas. “Bueno, come gallinas, ovejas, patos, merengues…” me informó, seguramente alelada con mi desconocimiento.

“¿Puedo bajar a comprarle merengues?” le interrumpí para ganar tiempo y pensar en qué delirio me estaba metiendo.

Bajo su edificio, en la calle Mercedes esquina Ejido, funcionaba en ese tiempo una panadería y confitería, por lo que corriendo por las escaleras me apresuré a buscar la ofrenda sugerida.

Cuando me dijeron lo que costaba la docena, revolví inútilmente mis bolsillos buscando la cantidad señalada y reconviniéndome por salir de casa con el dinero justo… Iba a su casa caminando, ya que desde Fernández Crespo y Asunción a ella no hay más que unas veinte cuadras, y estaba sin trabajo.

Finalmente me retiraron cuatro unidades para que pudiera llevar ocho, con mi cara roja de vergüenza dado que lo que tenía sólo alcanzaba para esa cantidad.

Subí de inmediato al apartamento donde mae Yolanda me esperaba, circunspecta, para mostrarme a Yemanjá “donde está sentada” y con un plato en la mano para depositar la ofrenda. Cuando colocó las ocho piezas de merengue en el plato, me miró satisfecha: “Justo ocho, qué bien. Esa es su cuenta”. El comentario me supo a chino. Para mí cuentas eran las que formaban un collar o las que sumaban, restaban, dividían y multiplicaban cantidades. Pero me quedé más tranquilo. A Yemanjá le complacería que hubiese gastado mi exiguo capital en aquellos ocho merengues enormes que casi desbordaban el plato.

Alzó la cortina mientras me corría un frío por la espalda. “¡Voy a conocer a la virgen del mar, al fin!”

Esperé ver una imagen de bulto de la mulata de la estampita que nunca apareció. Retiró de estante, eso sí, un bowl de vidrio facetado que tomó con extrema delicadeza, hablándole y explicándole que yo quería conocerla y que ella “tenía que ayudarme a conseguir un trabajo porque mi compañera estaba embarazada, y que debía hacerlo a su pedido, porque só que a Senhora nao seja minha mae para no escucharme”.

Ante mis ojos asombrados, surgió una piedra de amatista oscura medio sumergida en un agua bastante turbia. “Saluda. ¡Bate coco!” – ordenó, contrariada por mi falta de respeto.Iemanjá en Playa Ramirez, Montevideo - 2011 (Foto: Alejandro Frigerio)

Confieso que no tenía la menor idea de qué cosa fuera batir coco cuando en el altar había una buena cantidad de fruta menos un desgraciado coco al que pudiese golpear. Seguramente la propia Yemanjá, desde algún punto difuso del astral -o de su mente- le indicó que yo no era irrespetuoso sino ignorante, de modo que me explicó ya de buenas maneras lo que debía hacer en señal de respeto.

Lo hice. Golpeé mi cabeza sobre la moquette del pasillo y repetí las palabras que me enseñó en ese momento: ¡Omi o!, ¡Omi o!

Cuando me levanté, el bowl con la amatista donde “se sentaba” la divina presencia ya estaba tras la cortina, y sólo se veía allí, como testimonio de que alguna vez hubiese sido abierta, el borde de plato de merengues que no entraba completamente por la reducida profundidad del estante.

“Viste a mi reina, y ella te bendijo” – me aseguró con voz cansina.

Una semana después comencé a trabajar en un negocio de compraventa de antigüedades en la Avenida Uruguay, y ni bien cobré mi primer sueldo llevé a casa de mae Yolanda una bandeja de merengues del Emporio de los Sándwiches… Desde entonces, considero a la virgen del mar como una vieja amiga a quien bato coco gustosamente cuando percibo su esencia y que hoy sé que forma parte de mi “enredo de orisha.”

Ya no está en este mundo la mae Yolanda, que tuvo un final bastante desgraciado a fines de la dictadura y que a veces se la podía ver –a ella, que jamás salía de su bunker- caminando por la calle mal vestida, sin reconocer a nadie y hablando consigo misma. O con Yemanjá, la Virgen del Mar.

  • Awo Famuyele Aworeni-Oduyemi, olorisha Milton Acosta Oshefunmi (Montevideo, Uruguay)

 

Juan Batalla

Juan Batalla

«Iemanjá, algunos acercamientos»
Por Juan Batalla

De chico, cantaba una canción que hablaba de Iemanjá acompañado por una guitarra. Me la había enseñado un viajero, su compositor, y la letra contenía palabras en portugués y en castellano. –Digo “viajero”, y me viene a la mente el término usado en el certificado de defunción del padre hippie de un amigo, muerto en California en un accidente de moto. Profesión: viajero-. Fue mi primera aproximación a ella. No sabía muy bien lo que era –vagamente entendí que era diosa del mar- ni mucho menos conocía el universo cultural al que pertenece. Pero me despertaba una clase de emoción.

El 8 de diciembre de 2012 habíamos viajado a Sâo Paulo con Charlie Goz para ver la Bienal de Arte justo antes de su cierre. Pasé a visitar a Reginaldo Prandi, investigador y autor de varios libros fundamentales; en particular, Mitologia dos Orixás me da mucho placer y vuelvo siempre a él. Reginaldo es un espíritu tan delicado y generoso, además de aventurero, que ante la insinuación de nuestro interés por asistir a la celebración de Iemanjá en el litoral paulista, tuvo el gesto de conducirnos hasta allá esa noche, excursión a la que se sumó nuestro común amigo Dyonisio. De camino, pudimos conocer Santos, una de esas ciudades brasileñas con una identidad fuerte pero que crecieron a la sombra de otra más importante, de tal modo que quedan veladas. Desde allí hasta el litoral donde se desarrollaba la celebración no hay más que una hora.

Sabía que me esperaba algo bastante multitudinario. Pero la cantidad de gente superó por mucho mis expectativas. Es imperdible esta fiesta. Las carpas o tiendas de cada templo no están acumuladas anárquicamente, como sucede por ejemplo en Playa Ramírez de Montevideo. En cambio, se extienden prolija y horizontalmente por muchos kilómetros. La vastedad de la playa ancha le da perspectiva, un marco más hondo a cada ofrenda rodeada de velas. Y a cada grupo de personas que ejecutan los movimientos característicos de los trances de Caboclos, de Africanos, de los distintos pueblos de la Umbanda que se acercan a dar loas a la rainha do mar.

Además de los fieles de los templos, también asisten montones de personas que únicamente sostienen ese vínculo con la religiosidad de origen afro, al igual que en Río de Janeiro, Porto Alegre, Uruguay o Argentina. Iemanjá trascendió largamente los marcos de referencia y se transformó en algo más. Y sigue mutando.

Una vez acompañé a un amigo hasta Rocha, Uruguay, donde debía llevar a cabo una ofrenda muy especial en pago de una promesa realizada tiempo atrás. Se cumplían siete años de eso, y él consideraba ese su tiempo límite para hacerla.

Debía entregarle un bote de pesca a un hombre merecedor y necesitado de él. ¿Cómo iba a reconocer a tal hombre? ¿Cuál sería la logística a seguir para cumplir con la promesa? No teníamos idea, solo confiábamos en la intuición para saber interpretar cualquier señal. Teníamos tres días para hacerlo.

Mirando, escuchando, dimos primero con la chalana adecuada, que estaba en un pastizal que la había cubierto en gran parte. Pero podía uno subirse a ella, hacerse un lugar e imaginarla flotando en el mar. Iba a quedar bien sin grandes reparaciones y no era cara.

Entrega de volantes en la rambla de Playa Popular, Mar del Plata (Foto: Darío La Vega)Encontramos al pescador recién al final de nuestra estadía. Había sido un poco difícil entablar un diálogo sincero con los habitantes del pueblo de pescadores -casi un cantegril, como llaman los uruguayos a los asentamientos precarios-. Pero el dueño de un almacén, un potentado en los términos de esa gente, fue el que, sin estar enterado de nuestro propósito, nos habló de un pescador con mala suerte pero muy trabajador. Deprimido por no tener chalana propia, ni hijos capaces de ayudarlo, ahora estaba entregado al trago y pasaba el día en la casa desde hacía meses.

Mi amigo hizo una consulta oracular y confirmó que era este el hombre correcto. Aun recuerdo su cara -curtida, bien morena- cuando pudo comprender que dos desconocidos habían llegado hasta su casa para hacerle ese regalo. Recién acomodó la sorpresa al saber que la barca que le estaba siendo dada llegaba ligada a una promesa a Iemanjá, de quien él mismo era devoto.

Tengo conmigo una Virgen de Regla del Siglo XIX, de sabor africano, proveniente de un Cabildo de Palmira. En Cuba, tal es el sincretismo de Yemayá. Es un retablo con un fondo marino, y la Virgen negra tiene en brazos al Niño blanco. La talla va acompañada de dos ángeles a los lados, y una barca a los pies. Compramos esa pieza hermosa junto a Dany Barreto, a la par de algunos otros santos ancianos que encontramos en una casa de allí. Si bien poseía una certificación para salir del país con ellos, nos aclararon que en última instancia igual estábamos sujetos a la susceptibilidad del funcionario de aduanas que me tocase en suerte. Tras caer en los meandros burocráticos del aeropuerto de La Habana, con sucesivos funcionarios que alternativamente negaban y autorizaban su salida, llegamos ante una mujer dura que parecía ser la última autoridad. Tras examinarla, concluyó con desprecio que la pieza era un rejunte, pues no podía ir un Niño blanco con la Virgen negra. En verdad, creo que su desprecio provenía de su ideología anti-religiosa. Lo cual fue buenísimo, pues gracias a ella pudimos traer la Virgen de Regla que desde entonces me acompaña siempre.

Está pendiente para mí hacer una recopilación del arte inspirado en Iemanjá a través de América. Desde Wifredo Lam a todos los abordajes de fotógrafos y demás artistas contemporáneos que la han utilizado para desarrollar los discursos más diversos, hay allí un banco de material que vale la pena analizar. Y que sigue expandiéndose en cada uno de los países en los que la Entidad tiene presencia.

Uno llega a Yemayá a veces como parte de una búsqueda interior, otras cuando las papas queman y nada de lo meramente humano parece sostener.

Cuando hace unos años algo en mi salud se quebró, generé otro tipo de relación con la tradición yoruba, en mi caso a través del camino de la Santería cubana. Mi padrino es de Yemayá. Entonces hizo falta consultarla para que determinase si la mano de su hijo era fresca para mí, o si en cambio debía ir a otro lugar para hacer lo que entonces era necesario.

Recuerdo la primera impresión al ver la sopera, que era como otras que había visto pero con la que podía ser que de ahí en más yo quedase relacionado de un modo único. Las sucesivas preguntas, las respuestas de los cocos, fueron revelándome cierta modulación, cierta manera siempre benéfica para mi persona que emana de esa loza y sus secretos. El momento clave de esa tarde, la respuesta de Yemayá acerca de si esa sería mi casa de ahí en más, no lo olvidaré jamás. Ni su respuesta.

  • Juan Batalla, (1967) nació y vive en Buenos Aires, Argentina. Es artista visual y curador de arte. Editó libros sobre aspectos de la relación entre religiosidad popular y arte contemporáneo, tema que a la vez vertebra buena parte de sus obras y curadurías.

 

 

 Judith Ti Yemoja Eégúnfemi

Judith Ti Yemoja Eégúnfemi

«Yemoja: ‘Yeye omo eja’, la Madre de tantos hijos como peces»
Por  Judith Ti Yemoja Eégúnfemi

…»Como é lindo o canto de Iemanjá
faz até o pescador chorar
quem escuta a Mãe d’água cantar
vai com ela pro fundo do mar»…

Cada fin de año, cada 2 de Febrero la siguen honrando, festejando, Invocando. Grabado a fuego y sangre en el corazón y la memoria de todo un pueblo el nombre de Yemoja fue transmitido de generación en generación y es innegablemente una parte fundamental del patrimonio heredado por nuestros ancestros. Aquellos millones de personas a quienes despojaron de su libertad, su tierra, su familia, sus sueños.

Hombres y mujeres que hasta quizás pudieron olvidar su propio nombre, sin embargo, contra todo pronóstico y esfuerzo por parte del amo, nunca olvidaron reconocerse a sí mismos como los hijos de la gran Madre de las aguas.

Entre la familia dejada forzadamente atrás y las nuevas tierras no mediaba vacío y olvido por que estaba «ella», el cordón umblical que los conectaba a sus raíces. Una madre enorme cuyos límites escapaban al ojo y a la comprensión occidental. Poseedora de tantos nombres como de necesidades sus hijos. Invocada en la lucha como la «Madre de la victoria» que entregó una espada invencible a su hijo Ogún (protector de los guerreros). «Madre de la vida» aclamada por las embarazadas cuando en sus vientres las esperanzas de futuro peligraban. «Madre de la misericordia» susurrada en boca de aquellas quienes se resistían a traer otro esclavo al mundo. «Madre de la abundancia» por los hambientos que acudían a sus aguas en busca de alimento. «Madre protectora» en los ruegos de familias enteras que veían como los suyos eran arrancados de sus tierras y llevados a los barcos con destino incierto. «Madre de la libertad» en los corazones de los deshauciados quienes cansados del padecimiento de vivir, sólo deseaban el abrazo eterno que los librase del sufrimiento y los devolveviese a casa.

Foto: Darío La VegaYemoja es «La Mujer y Madre Sagrada» que representa y encarna a todas las mujeres, en cuya presencia nadie está solo y nadie es húerfano.

Nada pudo anteponerse al amor y la fé por ella. Las detentoras de sus «secretos», mujeres y niñas iniciadas, pero también las no iniciadas pero fieles devotas, fueron muy conscientes que el peso de la preservación, mantenimiento y transmisión de las tradiciones, recaía en gran parte sobre ellas, su valor y su astucia. Convirtieron sus historias y mitos, «sus magias y dones», los transmitieron como disimuladas canciones de cuna y las cuales cantaron a los hijos de los amos. Sembraron la incertidumbre y el temor a quienes se adentraban en sus aguas sin permiso. Bendijeron y curaron a los niños en su nombre, sin discriminarlos por su color o procedencia, buscando demostrar a los incrédulos que Yemoja podía ser la «benefactora de todos».

Así encubierta, disfrazada, sincretizada, Yemoja fué trascendiendo todas las fronteras, étnicas, temporales, sociales, económicas, religiosas o territoriales.

Lejos de ser olvidada por su gente, fortalecieron su identidad en la seguridad y sentido de pertenencia que les brindaba ser «hermanos». El amor y la devoción enraizaron su imagen tan profundamente en la sociedad, que se convirtió en símbolo de la resistencia cultural y religiosa, dejando de ser la «diosa de unos pocos» para ser «la Madre de todos», negros y blancos, pobres y ricos, devotos y curiosos. Musa de poetas y marineros, amada, respetada y venerada tanto por hombres como por mujeres.

Hoy en día, miles de personas de todas las edades y clases sociales siguen acudiendo a las playas, buscando soluciones para las mas diversas problemáticas, aggiornando su culto a las necesidades actuales. Los tiempos cambiaron pero los problemas prevalecen. Las madres siguen temiendo por sus niños, el hambre continúa sin tomar mucha distancia de los pobres, los ricos se siguen enfermando, los enamorados intercambiando flores blancas por esperanza, los niños implorando ser ayudados en sus estudios. Todos quieren algo y sin importar si lo ofrecido es parte de sus ritos o simplemente algo que pueden ofrendarle, las playas se siguen llenando de «regalos, sueños, esparanza y promesas de un futuro mejor».

A ella acuden aquellos que buscan homenajearla, aquellos que la conocen y también quienes buscan conocerla, los que agradecen y los que piden, los que sufren y los que festejan. Para todos hay lugar en los brazos de Yemoja, ya sea para mirar de frente al mar, con esperanza al futuro o para dar la espalda a todo lo demás.

  • Judith Ti Yemoja Eégúnfemi (Buenos Aires, Argentina)
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Dario La Vega

Dario La Vega

Darío La Vega es estudiante de Antropología Social y Cultural en la Universidad Nacional de San Martín y fotógrafo.
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