Las teorías sobre el «monopolio religioso católico» supuestamente vigente hasta hace unas décadas en Latinoamérica han sido crecientemente criticadas en los últimos años.
Se ha propuesto que el “monopolio católico” siempre fue más sobre las “creencias (socialmente) legítimas” que sobre las creencias religiosas de las personas. Estas siempre creyeron de manera muy diferente a la indicada por la Iglesia Católica, pero la expresión de estas diversas formas de relacionarse con seres suprahumanos era reprimida e invisibilizada con la ayuda del Estado, de los medios de comunicación y otros agentes seculares (policía, médicos, psiquiatras).
Con la disminución de la regulación social y gubernamental de las religiones -hecha posible por el avance de los estados de derecho y de la democracia- se va produciendo un sostenido crecimiento de la visibilidad de la diversidad religiosa.
El catolicismo, de todas maneras, continúa siendo un jugador relevante dentro del campo religioso (o de las economías religiosas) y provee, no sólo el modelo social de lo que sería una «religión» sino que también constituye una muy significativa «caja de herramientas» de la cual las personas se apropian de símbolos, conceptos y prácticas religiosas -aunque luego las resignifiquen de las maneras que les parezcan necesarias.
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