La fotografía ha sido, tradicionalmente, de gran ayuda para la investigación antropológica y sociológica. De vital importancia para el registro etnografíco, ha servido también como complemento y ayuda para el análisis, permitiendo examinar aspectos y detalles que, en el momento de la observación, pueden haber pasado desapercibidos. Sirve, además para otros propósitos: la preservación de fenómenos culturales que pueden desaparecer o modificarse notablemente y especialmente, para la difusión pública de la investigación, proveyendo un formato más atractivo (e instructivo) que complementa el análisis más literario. Una función menos explicitada, pero no menos importante, es el de establecer autoridad etnográfica: el de certificar que «uno ha estado allí» («en el campo») y validar el racconto etnográfico producido.
En los últimos años, los valores estéticos de las fotografías han sido realzados, las fotos no son ya sólo «registro» sino también pueden -y deben?- ser «arte». Una manera etnográficamente significativa -aunque dificultosa- es la de intentar que las fotografías estén informadas por, y logren transmitir efectivamente, la estética «nativa» -los aspectos que los practicantes pueden considerar agradables y relevantes.
En la sección «ensayos visuales» hemos incluído diversos álbumes de fotografías -tomadas por etnógrafos o por fotógrafos profesionales- que visibilizan la diversidad religiosa argentina y latinoamericana, brindando versiones estetizadas (y esperemos que no exotizadas) de prácticas, rituales, y religiones estigmatizadas.